Malabarismo de fuerza

por Marika Maymard

La vertiente feriante del espectáculo de circo, espectáculo de curiosidades y de lo extremo, juega mucho con la fuerza física, más o menos bruta, más o menos guerrera. Valorizada, practicada en los gimnasios, la “Cultura física”, término inventado en los años 1880 por Edmond Desbonnet a partir de las enseñanzas de Hippolyte Triat, glorificaba la salud y una forma de estética que atravezó el siglo XIX y los principios del siglo XX. Reconocidos en su ámbito de actividades, haciendo alarde de un “don de fuerza” a menudo familiar, tal como era el caso con Prudent Landry, Le Roi de la mâchoire de la belle province, oriundo de Quebec, o de los Brumbach, la mujer forzuda o el “Hércules” adquirieron una dimensión de héroe antiguo o histórico cuyos nombres tomaron prestados: Atenea, Apolo o Atila. Otro combate, el del reconocimiento de las mujeres, impulsó a Katie Brumbach, La Femme d’acier, a cambiar su nombre por el de Miss Sandwina después de haber vencido a Friedrich Wilhelm Mueller (1867-1925), el emblemático Sandow, un compatriota.

 

La fuerza es taquillera

Pero “el arte de la fuerza” requiere una puesta en escena. El quebequense Louis Cyr y el alemán Eugen Sandow crearon respectivamente un circo y a una compañía de artistas diversos que servía de marco a sus ejercicios. Por otra parte, al término de campañas militares más o menos gloriosas, el cañón se exhibió sobre los escenarios de los teatros o en las pistas de circo. Propulsaba proyectiles humanos o hacía fuego a tres metros del suelo, encadenado a la mandíbula de Miss Dorina o de Olga Kaira. Lanzaba pesadas balas que los Hércules, Realta Boisset, La Femme mitrailleuse, u Holtum, L’Homme des boulets de canon, detenían con la mano o el pecho y hacían luego rodar sobre sus hombros o sus muslos. La cadena de “trucos de fuerza” y de las “secuencias gimnasticas” desembocaron en una forma de malabarismo que se nombró el malabarismo de fuerza.

 

 

El malabarismo con balas de cañón forma parte de esta categoría muy expresiva donde, de un siglo al otro, Bazin, Samson o Arthur Robin, Mr Univers, torcían barras de hierro o rompían cadenas. O bien servía de precalentamiento en el inicio de actuaciones puramente consagradas al malabarismo como las de los Alemanes Claudia Alba que hacían juegos de malabares con pesadas bolas de acero, la de Severus Shaeffer1 o su contemporáneo Paul Cinquevalli, que recuperaba una bala en un plato de loza sujetado entre sus dientes, sin romperlo, al igual que lo hacía con un huevo cuando tenía nueve años. Formado en primer lugar en acrobacia aérea, el flexible malabarista desplegó un amplio abanico de lanzamientos, equilibrios y contactos, entre los cuales un tub, pesado cubo de madera de un diámetro impresionante que hizo arremolinar en el aire con la ayuda de un palo antes de soltarlo para fijarlo sobre una punta de hierro instalada en su coronilla… arriesgándose a que su cabeza sea triturada por el artefacto en el caso de caer fuera de eje. ¡Sus seguidores fueron numerosos, tales como Paul Spadoni, Paul Conchas o Henry Nadden, pero ninguno abarcó el espectro completo de sus actuaciones!

 

 

Bola que rueda…

L’Athlète, en su edición del 4 de abril de 1897 mencionaba un “passing” efectuado por el Trío Léonin con cuatro balas de cañón de cuarenta libras que se cruzaban por encima de la cabeza de uno de los hermanos, Jean. En su cuaderno n°7-40, las hermanas Vesque describen cómo Relda en 1926, en el Circo de París hacía rodar bolas recibidas sobre su nuca, las devolvía, las recuperaba y las volvía a lanzar… Su socio, al igual que Brim, vestía un traje de marinero cómico. Regularmente, el Circo de Moscú en sus giras hacía descubrir malabaristas de la escuela rusa del maestro Anochin Vjadscheslav, tales como Valentin Dikul en el Palais des Sports de París en 1986. Declinaba una serie de ejercicios con bolas de acero de peso decreciente, de 50 a 500 kg, como Vsevolod Hertz en los años 1950. Pero fue en patines sobre hielo que Vladimir Margoslepenko hizo malabarismo con bolas de acero durante la presentación en París del Circo de Moscú sobre hielo en septiembre de 1979.

 

 

Ya sea que quieran poner a prueba su fuerza o su agilidad, los artistas se inspiran a menudo de tradiciones regionales, como los concursos de fuerza entre pueblos. Así el joven Tulga, al igual que sus antecesores de la compañía Hishig Davaa del Circo de Estado de Mongolia de gira en Francia en 1992, hizo juegos de malabares con varias bolas de madera y manipulaba pesados postes de al menos dos metros, que giraban alrededor de su cuello y de su cintura antes de pararlos, erguidos, en equilibrio sobre la palma de su mano. Oriundos de las mismas costumbres festivas, los malabaristas de jarras chinos manipulan jarros de tierra que seleccionan cada vez de tamaño más grande a medida que avanza la confrontación. Los lanzan y los reciben sobre sus espaldas, cintura o la nuca, con flexibilidad y una cierta fluidez de movimiento. 

Luego cuando los más pesados son lanzados, esperan y acusan el impacto, plegados hacia adelante, plantados sobre sus piernas, inmóviles. Durante las giras, las compañías acrobáticas chinas integran a veces números de malabarismo con jarras, que, fabricadas en resina permiten revisitar el acto, reduciendo también la tensión para privilegiar una coreografía desligada y passings inéditos. Los artistas contemporáneos renuevan ad infinitum los objetos del cotidiano aptos para hacer juegos de malabares. Jérôme Thomas en sus inicios se entrenaba y jugaba con bolas de petanca y en 2017, Thomas Staath, de la Cia PCCR, se apoderó de neumáticos de coches de carrera y de camiones para desarrollar múltiples combinaciones favorecidas por una gran inventiva combinada con una fuerza poco común. Por último, existe seguramente una filiación simbólica entre los Landry padre e hijo, quienes ejercieron en primer lugar su fuerza en los bosques de Canadá y los cuatro acróbatas de Cosa de Claudio Stellato (2016) abocados, de manera obstinada, en lanzar leños sin fin, pretexto para instalaciones insólitas.  

 

 

1. Véase Harry Natkins, « Jonglage avec des boulets de canon, les maîtres de la spécialité » en Le Cirque dans l’Univers n°93, 2o trimestre 1974.
2. En Trente ans de cirque en France 1968-1997, Montpellier PULM, 2018, p. 234.