Antipodismo

por Pascal Jacob

El término antipodismo proviene del griego antiguo ἀντί, anti, contra, y πούς, ποδός, poús, podós, pie: literalmente, rechazar con los pies. Por extensión, el antipodista es aquel o aquella que hace malabares con los pies, que lanza y recupera, sin las manos, objetos de todos los tamaños y todas las formas. De hecho, de esta diversidad fue que nació la originalidad del trabajo de quienes lo practican, manipulando con sus pies ruedas, esferas, tablas, cruces o cubos.

 

Documentado desde la Antigüedad, el antipodismo fue asociado inicialmente a lo sagrado, algunos movimientos simulaban, en particular, las rotaciones del sol con motivo de celebraciones o ceremonias rituales, pero el virtuosismo triunfó rápidamente sobre el símbolo y la disciplina se empezó a desarrollar con fines de entretenimiento, al margen de los templos y las explanadas. El principio de inversión, de basculación del cuerpo, para realizar un “malabarismo invertido” era especialmente fascinante para un público siempre curioso y ávido de maravillarse ante ejercicios de agilidad. La habilidad de los antipodistas sorprendió en Mesopotamia en el siglo VI, encantó al Occidente medieval a partir del siglo Xy deslumbró a los exploradores del siglo XVI, un placer del que dan prueba el relato y la ilustración de Cristóbal Weiditz, pintor y escultor alemán quien, en una estancia en la corte de Carlos V, realizó una recopilación de trajes donde representaba, en particular, a los antipodistas aztecas, tal como los describía Hernán Cortes.

 

 

Al igual que un gran número de disciplinas acrobáticas y virtuosas forjadas desde la Antigüedad, desarrolladas y popularizadas en el contexto de la feria y que se han convertido progresivamente en prácticas saltimbanquis, el antipodismo se convirtió en una técnica de circo y se expandió en Europa en el siglo XIX. La aventura del antipodismo se relacionó con la de los juegos icarios, dos técnicas que utilizan un mismo aparato. Para darle al cuerpo una inclinación particular, los antipodistas utilizan una trinka, silla elevada en los dos tercios de su superficie creando una suerte de plano inclinado que permite sostener la zona coxígea del acróbata y facilitar sus apoyos. Dos segmentos sobresalen, entre los cuales se coloca la cabeza del artista y contra los cuales se adosan sus hombros que contribuyen a estabilizar su espalda dando al mismo tiempo una gran movilidad a sus piernas. El vocabulario técnico se basa en la variedad y la amplitud de los objetos y accesorios que son propulsados y que vuelven a caer “naturalmente” sobre los pies del antipodista.

 

 

Trabajo solitario o colectivo según los períodos y las culturas, el antipodismo integró durante mucho tiempo y en forma regular, los programas de circo o del music-hall. A fines del siglo XIX, Suzanne Schaeffer, miembro de una célebre familia especializada en juegos icarios, fue también una notable antipodista, a la vez virtuosa y elegante. En el siglo XX, los Roncos, los Myron, que complicaron su trabajo fijando la trinka en lo alto de una pértiga “mantenida” en equilibrio sobre los pies de un portor acostado, los checos Jumgoes que colocaron una escalerilla a los pies del portor, acostado sobre un automóvil miniatura, y también Léo Bassi, Tito Reyes, Josette Romarin o las hermanas Kerwich reivindicaron un repertorio común, adaptándolo al mismo tiempo a sus imaginarios respectivos. Así pues, Jean-Claude, por ejemplo, “hacía jugar” a dos pequeños futbolistas, Mick le rouge y Tony le bleu, dos muñecos que lanzaba con sus pies, asociándolos con ironía a la técnica del deporte que personificaban.

 

 

Como disciplina mucho tiempo considerada mayormente occidental, el antipodismo fue también muy popular en las compañías chinas fundadas a partir de los años 1950. Las alfombras de terciopelo que giraban o las sombrillas que volaban y volvían a caer con una precisión extraordinaria a los pies de quien las había propulsado, le añadieron un nivel de refinamiento y encanto a aquellos ejercicios un poco caídos en desuso en Occidente. En 1983, la joven antipodista Wang Hong asombró al público parisino haciendo girar con una precisión diabólica pequeños retazos cuadrados de tela. Francis Janacek y Tamara Pouzanova representan por suparte a una escuela diferente, aunque la técnica sigue siendo obviamente la misma. Si Rhodes Dumas permanece muy clásico en su trabajo con objetos tradicionales, Nata Galkina, una joven artista formada en el Lido, Centro de las Artes del Circo de Toulouse, creó NoGa, una pequeña forma dedicada al antipodismo donde combina ironía y virtuosismo para manipular aros y cilindros llamados “cigarros” en la jerga del oficio. Una manera sutil de desplazar la calidad de la actuación y darle un toque ligeramente contemporáneo.