por Pascal Jacob
Un primer plato se estrellaba antes de llegar hasta la mesa maravillosamente servida para un almuerzo o una cena que no tendría lugar… En pocos minutos, eran pilas enteras y vacilantes que se iban derrumbando con una constancia temible. Seguirían platos y soperas, cuidadosamente reducidos en migajas hasta que caía el telón, casi por caridad dirían algunos cronistas de aquella época, para permitirle al público recuperar su aliento y a Baggessen, el malabarista cuya destreza se expresaba de manera opuesta a la de todos sus colegas, que viniera a recoger su triunfo…
Platos giratorios
Manipular con habilidad se inscribe en contrapunto al virtuosismo del malabarismo, pero allí también los soportes resultan de una infinita variedad con el paso del tiempo. Apoderarse de objetos de la vida cotidiana para trascender su uso, jugar con instrumentos vinculados a la caza, al juego, o al deporte como Picaso, padre e hijos, con pelotas de ping-pong o Serge Percelly y sus raquetas de tenis, permite enriquecer un repertorio de formas y suscitar la admiración o la sorpresa. Hacer girar platos en la punta de finas varillas de bambú es una disciplina milenaria, nacida y desarrollada en Asia, pero de la cual numerosos saltimbanquis de Occidente eligieron apropiarse. Si bien en China, la manipulación de platos es más bien una disciplina femenina cuando es “seria” y “elegante”, puede por el contrario ser interpretada por hombres cuando toma una dimensión cómica. Vistiendo trajes de cocineros, los artistas norcoreanos siguen el mismo ejemplo, cuando actúan sorpresa y pavor a medida que hacen girar cada vez mas platos sobre varillas de bambú fijadas en largas mesas o consolas.
Deporte y juego
El catálogo de los objetos utilizados para la elaboración de juegos de habilidad es a veces sorprendente. Si bien las pirámides de copas (hasta un centenar de copas de cristal manipuladas por Wolfgang Bartschelly en los años 1960), alusión virtuosa de las “pagodas” chinas pero con una energía muy distinta y sobre todo una forma de urgencia en la secuencia de las figuras, pueden parecer clásicas, no ocurre lo mismo con la chistera de Vincent de Lavénère, el bilboquet de Ezech el Floch, el Kendama de los Zoomadanke o los trompos de Koma Zuru en los años 1980 y de Ba Jiang Ho hoy en día. Estos “pequeños” objetos provenientes del deporte o del juego, se convirtieron en bonitos pretextos para el desarrollo de disciplinas inéditas.
El uso de armas, de la flecha de ballesta a la flecha emplumada, ofrece posibilidades espectaculares, pero en algunos casos también permite jugar con un sentimiento de angustia en los espectadores. Cuando Guy Tell actuaba con sus ballestas sobre la pista del Barnum' s Kaleidoscape en 1999, los mozos de pista instalaban en algunos segundos biombos de vidrio alrededor de la pista para proteger al público de un proyectil perdido. Para realizar el punto culminante del acto, Guy Tell se colocaba delante del telón, la espalda apoyada contra una tabla de madera, una manzana colocada en la parte superior del cráneo. Disparaba una flecha hacia una primera ballesta y desencadenaba así un segundo proyectil, que activaba un tercero, que a su vez provocaba el disparo de un cuarto hasta que la sexta flecha viniera a clavarse en el fruto sobre la cabeza del tirador… El conjunto no tomaba obviamente más que un puñado de segundos. ¡Lo más desagradable, según el artista, era el equivalente a medio vaso de jugo de manzana que se le derramaba por el cuello después del impacto!
El tiro al arco con los pies es una especialidad mongol, implícitamente vinculada a la práctica de la contorsión, también dominada por un acróbata como Elayne Kramer que lo integró en el final de su acto. Enkhtsetseg Lodoi, emérito contorsionista y primer artista mongol en haber actuado en Occidente, creó en 2017 un asombroso número con nueve artistas para una impresionante secuencia de tiro colectivo donde los blancos eran a veces móviles. Esta disciplina también forma parte del repertorio de la compañía acrobática de Mongolia Interior y es ejecutada por hombres y mujeres alternativamente.
Sombreros, etc.
La manipulación de sombreros es una técnica ancestral en Asia, muy común en las compañías chinas donde se la considera ante todo colectiva. Los números se construyen invariablemente sobre una secuencia de entrada con un grupo de diez, doce, catorce o veinte personas, una sucesión de proezas individuales y luego nuevamente secuencias de figuras colectivas antes de un lanzamiento final de decenas de sombreros hacia el cielo. El espectáculo Song Trang creado en Hannover en noviembre de 2018 por una compañía fundada por artistas vietnamitas, propone un acto colectivo de manipulación de sombreros basado en la misma técnica pero con sutiles desfases en la construcción y el secuenciado de las figuras. La técnica a veces es encarnada por malabaristas occidentales, solistas de excepción a imagen y semejanza de Bela Kremo, virtuoso de la manipulación de sombreros para un acto escrito de manera milimétrica y presentado por primera vez en Suecia en 1931. Béla Kremo incluyó a su hijo Kris de 1970 a 1976 para un dúo espectacular donde los dos hombres obtienen bonitos efectos con su malabarismo en espejo. En 1995, para el Cri du Caméléon, el coreógrafo y director Josef Nadj imaginó una secuencia de manipulación de sombreros, basada en la estética surrealista y con mucho humor en la estructura muy fluida de las secuencias.
Kris Kremo conservó la trilogía de objetos utilizados por su padre, como también por Peter Woodrow en 1950: las bolas de caucho o billar, los sombreros y las cajas de cigarros. Este tercer “accesorio”, compuesto por simples bloques de madera era en realidad, el protagonista de un número entero, a la manera de aquel creado por Eric Bates. Su excepcional dominio técnico le permitió construir múltiples variaciones, incluyendo una parte en interacción con el público que renovó la percepción de la proeza. Formada en la Academia de las Artes del Circo y Variedades de Kiev, Valeriya Dolinych creó un impresionante acto de manipulación con solamente un bastón, una mezcla de acrobacia en suelo y de malabarismo que abrió nuevas perspectivas. El juego de los météores, dos pequeños cuencos conectados por un hilo y llenos de brasas que brillan gracias al impulso otorgado por la manipulación con los pies o las manos, recuerdaimplícitamente a las boleadoras sudamericanas. Originariamente, arma de caza o de guerra dominada por los Incas y que los tornó invencibles hasta la llegada de los conquistadores, las bolas se convirtieron en un pretexto para una manipulación sonora, popularizada en particular, por compañías argentinas. Los bastonistas hicieron furor en el siglo XIX y la técnica del bastón del diablo, así como la del twirling baton espectacularmente encarnada por Nathalie Enterline, a la vez distintas y complementarias, parecen pertenecer a esta filiación intuitiva que se integró en este registro inagotable de los juegos de habilidad.