por Pascal Jacob
La frontera es a veces muy tenue entre la magia de salón y la magia de cerca, dos conceptos vecinos para ilustrar una forma de ilusión que recurre a accesorios a menudo similares. Durante la primera mitad del siglo XIX, Jean-Eugène Robert-Houdin contribuyó ampliamente a sentar las bases de la magia de salón transponiéndola al mismo tiempo sobre un escenario en sus Soirées Fantastiques.
Apasionado por la óptica y la relojería, integró, en particular, a sus veladas mágicas máquinas y autómatas, personajes con talentos múltiples creados por él mismo, como el Pastelero del Palacio Real o el pequeño trapecista Antonio Diavolo (1849) 1. Sus espectáculos eran elaborados como una sucesión de atracciones con títulos evocadores. Al desarrollar un repertorio de apariciones y desapariciones de objetos cotidianos, abrió la vía a numerosos practicantes. Cartas, pañuelos, bolas, vasos, bastones, y también pequeños animales, desde peces hasta patos vivos, una panoplia muy eficaz para maravillar a un público cuya proximidad volvía la ilusión aún más sorprendente.
La evolución más notable tuvo lugar cuando se integraron sistemáticamente compañeros humanos en la presentación de algunos trucos. Una forma de magia muy vinculada al espacio en el cual era practicada, un salón o un teatro utilizados exclusivamente para la magia, irían a transformarse radicalmente cuando fuera presentada entre otras atracciones, en escenarios sin una adaptación particular y requeriría de la creación de cajas y accesorios que se adapten a todos los lugares posibles. Los magos iban a poder así pasar de una pequeña estrada montada en un cabaret a un escenario de Music-hall más o menos amplio o profundo. Fáciles de almacenar y transportar, estos nuevos objetos mágicos influyeron en el desarrollo de una magia más autónoma, más fácil de transponer y de aplicar. Si bien la amplitud de los trucos difería, un mismo mago podía sin embargo dominar varios tipos de repertorios.
1. Jean-Eugène Robert-Houdin tomé el nombre de su autómata a un volatinero de trapecio volante muy popular a principios del siglo XIX, especialmente al Cirque-Olympique de Paris en 1828 y 1829. Véase Le Corsaire del 18 de deciembre 1828, p. 2 et 3.