El Clown y sus compañeros

por Marika Maymard

Mimos y saltadores, los payasos de represa a menudo se encuentran acompañados por animales. Con dos siglos de distancia, el caballo del jinete desafortunado Billy Button, el de Pieric en Pique-nique, el burro de Gobert Belling o de Karandach, y también los perros de Boswell, de Carl Aix o de los Fratellini, los gansos de Babylas, los gatos de Hermany o de Kouklachev se tornan compañeros irreemplazables. Entre estos preciados aliados, los mejores compañeros, según los payasos, son los cerdos. Junto a Billy Hayden, a Janslie Jansen o Miss Comtesse, cerdos de granja y también el jabalí de Douroff o la cerda de Porte-Veine de Boum-Boum, todos pasearon su divertida silueta sobre las pistas de los más grandes circos.

 

¿Un compañero para cada “payaso”?

El circo moderno naciente se inscribe en la nomenclatura de los teatros. Antonio Franconi se inspira en el personaje del Clown de la pantomima inglesa y lo escribe a la francesa, “claune”, pronunciado “cla-une”. Suplanta poco a poco, en el programa, al Paillasse o al Bajazzo, pronto declinados como términos genéricos, pagliacco en Italia o payaso en España. El clown de circo, de consonancia inglesa, nació finalmente y se consagró… en Francia. Los programas británicos anunciaron la entrada de los Joeys en referencia al legendario Clown de la pantomima de Navidad, Grimaldi, alias Joey. En otros lugares, se encontraron sobre la pista personajes regionales conocidos. 

En Berlín, el popular Popanz conoce el éxito con su barriga redonda y sus mejillas de glotón. El célebre Wilhelm Qualitz “inaugura” el Circo Ernst Renz en 1846, sin saber que en Filadelfia había nacido en 1843, el pequeño Tom, hijo del director de circo británico Fred Belling. El futuro Aujust en dialecto berlinés, relegará treinta años más tarde el Popanz al ámbito de las canciones infantiles. Luciendo el atuendo negro de los jinetes, demasiado amplio o demasiado ajustado, el novato se tropezó en primer lugar contra la barrera, la hilera de artistas con sus vestuarios, alineados delante del telón. Cuando el acróbata con la cara enharinada, “saltador” excéntrico vistiendo pantalón y leotardo bicolor, se puso una blusa amplia bordada con motivos florales o animales para alcanzarle globos a la bailarina a caballo, diseña la silueta del “clown” blanco. Poco a poco, con la llegada de la comedia clownesca, los caracteres se afirman. Los roles se reparten. Las bofetadas también.

 

 

La inocencia y la experiencia

En el circo, la actuación teatral se ve limitada en primer lugar, por la prohibición de la palabra y también por la necesidad de interpretar escenas de picadero cortas, ejecutadas brillantemente, virtuosas o cómicas. La intriga es ligera y los vuelcos espectaculares. Cuanto más se opone el carácter de los protagonistas, más la acción puede ser inesperada y los efectos burlescos. El poeta inglés William Blake, vecino del Anfiteatro Astley en Lambeth1, escribió en 1790 un poema titulado The Clod and the Peeble, literalmente la arcilla y la piedra. El poema opone un ser maleable, espontáneo, imaginativo, empático – selfless – calificativos de la infancia, al adulto lleno de certezas, autoritario, calculador y egoísta – selfish. Esta dualidad maniquea entre la inocencia y la experiencia caracteriza muy oportunamente al augusto, ingenuo, entusiasta, crédulo, por una parte, y frente a él, el clown autoritario, arrogante y manipulador.

 

 

Duelistas y a dúo

En la vida real, los caracteres se afirman en función de distintos factores que determinan sus relaciones. En el registro teatral, los actores cumplen con un tipo de empleo que conviene a su perfil para servir a la causa espectacular, como en el caso del dúo popular de Jocrisse, el segundón y Janot, su torturador.

“Foottit traía sobre la pista una atmósfera de nursery del diablo
donde los niños reencontraban sus malicias secretas
y los adultos su grandeza.”
Jean Cocteau, Portraits-souvenir, 1935

En el circo, según la distribución de los roles dentro de una familia banquista, el joven artista podía asumir el atuendo del blanco, como valedor de su hermano o de su padre bromista, y más tarde convertirse a su vez en un augusto. Así Umberto Guillaume, el payaso Antonet, fue el augusto de su hermano Cesare en el Cirque d’Été, en 1892, antes de convertirse en el clown de Little Walter. Sus monos brillantes, decorados con plumas de cisne o de marabú, contrastaban con el gran abrigo del augusto de Walter e inducían una relación de poder en el dúo. Acompaña con maestría, entre 1907 y 1913, la metamorfosis de Brock, el compadre de Brick, en Grock, antes de lucirse junto a Aristodemo Frediani, el augusto Beby.

 

 

La paradoja del “primer” dúo

Se le atribuye la creación del primer verdadero dúo clownesco al excéntrico inglés Geo Foottit, quien le “compró” a Tony Grice, el joven cubano Rafael, su groom negro, para convertirlo en su socio. El acontecimiento tuvo lugar en el elegante Nouveau Cirque de la calle Saint-Honoré, frecuentado por la gentry parisina, acostumbrada a contratar como empleados domésticos a “negros de hogar” importados de las colonias. Bautizado Chocolat por los pequeños espectadores del mismo Guignol2, Rafael fue vestido por el director del circo con un traje de bailarín mundano, frac rojo, pantalones negros cortados bajo la rodilla y zapatos con hebilla. El nuevo cómico, que no se asemejaba a ningún otro personaje, se desliza en un papel de augusto maltratado por el blanco. El payaso Foottit se fabrica un traje también inédito, cuyos colores resaltaban gracias a dos grandes botones y un cuello blanco plano.  

 

 

La “comedia de las bofetadas” había nacido, trasladada desde los teatros feriantes a la pista. La jerarquía de los caracteres y tratamientos se encuentra en la distribución de los pantomimas de circo. El argumento publicitario mostrando a Chocolat “¡golpeado pero contento!”, mal acogido por públicos populares como el del Circo Medrano, impuso una revisión de los términos de la relación de poder. La dramaturgia contemporánea, de Motusse y Paillasse o Petit Gougou y Eddy Sosman, de los Matapeste a los Colombaïoni y a los Expirés, renueva la textura del intercambio y permite la creación de dúos compuestos solamente por augustos, respetuosos de los códigos pero liberados de sus dificultades.

 

 

A dúo, dúo y medio

En la actuación del dúo clownesco, entra a menudo un tercer personaje a quien se le otorgó pronto el nombre de una dinastía de dueños de picaderos. Encargado de controlar las entradas en la pista de los artistas, el Sr. Loyal es el interlocutor obligado de los alborotadores personificados por los payasos. Su mediación más o menos benévola favorece el desarrollo de su vena cómica y de los efectos de gag. El concepto del valedor presenta varias facetas, puesto que la función se le asigna oficialmente al clown que libera la explosión creativa y los fiascos del augusto. En alemán, el “aujust”, aún en la cuna es bautizado August der Dumme, algo así como este bruto de Augusto, una versión banquista del tonto del pueblo, que recibe muestras de ternura mezcladas de irritación, rápidamente transformadas en golpes con palos o pantuflas.

 

 

¡Un, dos, tres, toca la pared!

En gira por toda Europa, los Fratellini son cuatro. Luigi y Paolo forman alternativamente un dúo blanco-augusto o de “dandis acróbatas”, augustos con atuendo negro tocados con un peluquín. Francesco es un perfecto acróbata ecuestre con un humor ligero y Alberto el benjamín, acróbata y pronto augusto. Tras la muerte de Louis en 1909, ensayan en trío, François es el clown, duende resplandeciente, Paul, alias el Escribano, redondo con sombrero alto de forma y monóculo y el bromista, Albert con ropas de vagabundo, y rostro maquillado en forma de mueca. Celebrados por los hombres de teatro, retratados por los artistas de su época, copiados, imposibles de igualar, abren la vía a una aparición de tríos, algunos de los cuales tan legendarios, como los Andreu-Rivels, los Cairoli, los Bario, los Léonard…

 

 

Más músicos que actores o acróbatas, pero excelentes intérpretes bajo una apariencia desopilante, algunos payasos forman tríos, luego cuartetos donde el blanco, clavado en la pista por un atuendo cada vez más cargado de lentejuelas, verdadero cuadro móvil con un peso considerable, se convierte en maestro. Clowns-orquesta, los Rudi Llata, los Rastelli, los Francesco, no renuncian a hacer reír. Amplían el campo de las emociones alternando los registros, del gag a las melodías de concertina.

Cuando las mujeres ocupan el rol de valedoras en este universo masculino, lucen el mono bordado tal como Evetta, Lulu Craston y Valérie Fratellini, o como Henny Bario y Patty Chicky, optan por el vestido de fiesta. Elegantes, maliciosas, componen todas una actitud atenta y una postura pedagógica, que apenas frena la vivacidad de sus compañeros.

 

 

1. Los Blake vivían en Hercules Road en Lambeth entre 1790 y 1800.
2. O por Henri Agoust. Remitirse a G. Noiriel, Chocolat, La véritable histoire d’un homme sans nom, [Chocolate, la verdadera historia de un hombre sin nombre], París, Bayard Presse, 2016.