Resumen

por Philippe Goudard

La palabra clown surgió a mitad del siglo XVI en Europa del norte para designar a una persona cuyo ridículo se presta a la risa. Figura del campesino que ignora los códigos de la ciudad, divertía a los habitantes de la urbe en los escenarios del teatro isabelino.

 

 

Grandes autores escribieron papeles de clown o de fool para las primeras estrellas del arte clown como lo fueron Tarlton o Armin. Clown designaba entonces a una figura, un oficio y a una especialidad de actor. Heredó también de otros tipos de comicidad con distintos orígenes y funciones, tal como el tonto, el bufón, el loco, el jester, el Vice, el klönne y el pagliaccio, todos estos europeos y sus equivalentes en América, África o Asia.

Se lo encuentra a principios del siglo XVIII en el rol de Clown junto a Arlequín y a los otros personajes de la pantomima inglesa. Joe Grimaldi fue la estrella indiscutible.  

Los clowns integraban los programas del circo moderno a finales del siglo XVIII, en un primer tiempo como humoristas que contrastaban con las hazañas ecuestres, luego como estrellas, expertos en acrobacia, adiestramiento, música o malabarismo, tales como el francés Auriol, el español Medrano, los ingleses Price o los hermanos rusos Durov en el siglo XIX.

La aparición del Augusto a fines del siglo XIX, transposición proletaria del campesino isabelino, le brindó al payaso un socio ideal y permitió reciclar los dúos amo-criado o príncipe-bufón. Foottit y Chocolat o el trío Fratellini brindan sus cartas de nobleza a la comedia clown y su repertorio de “entradas” aún en vigor.

Los circos de los Estados Unidos de América adaptaron sus compañías de payasos a las carpas gigantes y los ases cómicos emigraron hacia el cinematógrafo, mientras que la figura del Augusto ganó autonomía con Grock, Emmett Kelly, Lou Jacobs, Achille Zavatta, u Oleg Popov.

Después de que las mujeres payaso hayan ingresado en las pistas a finales del siglo XIX, numerosos payasos y payasas contemporáneos trabajan hoy en todas partes del mundo sobre escenarios, en la pantalla, así como en los ámbitos de la educación o la salud.

Luego de haber entrado en el imaginario colectivo y de convertirse en un nombre genérico, el payaso se encuentra hoy integrado al conjunto del cuerpo social.