por Pascal Jacob
Toda sociedad lleva en sí una parte de júbilo. Las celebraciones colectivas contribuyen a este regocijo puntual donde se expanden la risa, la alegría y el placer de estar juntos. En Rusia, desde el siglo II de nuestra era, Maslenitsa, una fiesta heliocéntrica, celebra el final inminente del invierno y se lleva a cabo durante la semana que precede a la Gran Cuaresma. Este momento singular es la ocasión de ofrecer a los habitantes de las ciudades y pueblos un paréntesis alegre y liberador durante un tiempo en suspenso, ligero y cordial, favoreciendo la presencia en la comunidad de titiriteros y actores.
Comediantes, agitadores, embajadores
Igor Stravinsky sitúa la apertura de su ballet Petrushka en el corazón de una feria instalada con motivo de Maslenitsa. El decorado, creado por Alexandre Benois para la creación del ballet en junio de 1911 en el Théâtre du Châtelet en París, se compone de barracas y estrados donde actúan saltimbanquis. Petrouchka, diminutivo de Piotr, como Pierrot es el de Pedro en francés, es un personaje proveniente del rayok, un teatro de marionetas cuyos orígenes se remontan al siglo XVII. Es un bufón, dotado con una larga nariz, que luce un tricornio rojo, inspirado en la figura de Pietro-Mira Pedrillo, bufón italiano de la corte de Anne I de Rusia. Stravinsky juega con esta filiación y crea un acorde muy específico, concebido como un leitmotiv, para anunciar al personaje central de la obra. Compuesto por dos triadas mayores, el acorde encierra al terrorífico “tritono”, un intervalo que abarca tres tonos entre dos notas, temido en la composición musical desde la aparición de la teoría musical y designado como la marca del Diablo en la Edad Media (Diabolus in Musica)… Este acorde diabólico crea una inquietante analogía con el personaje de Arlequín, figura cómica también envuelta en un perfume de azufre. Bufón convertido en bailarín, Petrouchka no es un payaso, pero su andar, su gorro, su collarín y sus cascabeles, remiten sin embargo a las siluetas conocidas en los tablados y las pistas al siglo XIX siglo. Ruso y cercano al corazón de los espectadores, representa en cierta medida el zócalo de las futuras generaciones de payasos y de augustos provenientes de este gigantesco territorio.
escuchar fragmentos de la música del ballet Petrouchka :
– versión con arreglos de 1947 en Gallica
– ficha obra y fragmento en el sitio de la Filarmónica de Paris
Del balagan a la pista
La tradición feriante rusa es representada, en particular, por los balagan: un término cuyos orígenes lingüísticos son múltiples, pero que designa aquí a la vez una barraca de feria dotada con un pequeño balcón sobre la fachada y al empresario que la dirige. Alegóricamente, balagan significa el caos, el alboroto, el desorden y por extensión la broma y la feria. Así, entre las cabriolas de Petrouchka y los tablados de los balagan, se incorpora un terreno fértil para favorecer la aparición de caracteres singulares, a veces contestatarios, pero innegablemente populares. Los hermanos Dourov, Anatoli (1864-1916) y Vladimir (1863-1934) personificaron claramente esta primera generación de payasos específicamente rusos, pero que se nutrieron de la influencia de artistas extranjeros tales como el acróbata italiano Angelo Briatore. Estructuraron sus carreras respectivas a partir del adiestramiento de animales domésticos o salvajes, socios dóciles que les permitieron caricaturizar la sociedad de la época. Auditor en la clase de Sr. Sechenov, un especialista en neurofisiología que se interesó junto a Pavlov a los reflejos en el animal, Vladimir desarrolló un verdadero conocimiento técnico con sus pensionistas del Teatro de los Animales Sabios Dourov de Moscú y selló el renombre de la dinastía en esta especialidad. Cambió los harapos del payaso por una ropa más sobria, pero el humor de sus presentaciones, espejo tendido a la sociedad rusa, contribuyó a asociarlo al registro de los payasos.
Nacido en 1872, Ivan Radunsky creó a partir de 1891 el personaje del payaso Bim: trabajó en dúo con distintos socios, todos llamados Bom. Bim y Bom, la cara maquillada de blanco, basaban sus entradas sobre la sátira, virulenta y política. Después de haber sido miembro del partido Bolchevique e implicarse en el movimiento futurista, Ivan Radunsky, con su socio Stanevsky ridiculizó al nuevo poder. Arrestados en 1918 durante una representación por los servicios de la Cheka, una de las primeras estructuras dedicadas a la seguridad del territorio, Bim y Bom escaparon por poco a una ejecución programada y dejaron el país. De regreso algunos años más tarde, se consagraron a rutinas musicales. Radunsky trabajó con vario Bom, en 1891 con Felix Cortesi, un Italiano naturalizado ruso, luego con Mieszyslav Stanevsky, un Polaco, Vilczak, músico consagrado, con un acróbata notable, Vitali Lazarenko y de 1941 a 1946 con A. P. Kamsky.
Nacido en 1890, Vitali Lazarenko hizo su debut sobre la pista del circo de los hermanos Nikitin en 1911 en Moscú. Saltador extraordinario, realizó un salto mortal sobre tres elefantes delante de las cámaras de Pathé, pero creó también un personaje de vagabundo filósofo, célebre por sus monólogos políticos. Entre 1919 y 1921, Lazarenko actuó con brigadas de actores, el equivalente del Théâtre aux Armées, llevando a sus “tropas” hasta el frente. Después de la nacionalización de los circos y teatros en 1919, el poder confió la dirección del Circo de Estado en 1921 a William Truzzi . Fue bajo su férula que Vitali Lazarenko actuó sobre la pista del Viejo Circo de Moscú y que asentó una reputación que fue más allá del marco de la pista. Actor de teatro y cine, se vinculó con la vanguardia teatral representada por Vladimir Maïakovski y Vsevolod Meyerhold y actuó sobre los escenarios hasta su desaparición en 1939.
escuchar sketches de Bim y Bom (en ruso) mediante los Archivos de la Palabra:
– L’Arithmétique y Avant et maintenant
– Tout dépend de l'éducation y Rêves
Augustos y represas
El circo estable construido sobre el bulevar de las Flores en Moscú por el Alemán Salamonsky en 1880 y aquel construido al borde del canal de la Fontanka en San Petersburgo por el Milanés Gaetano Ciniselli en 1877, que se convirtieron en propiedad del Estado, tenían la función de crear espectáculos. Se apoyaban, a duras penas, en un vivero de artistas muy limitado e intentaban adquirir una identidad artística. Boris Viatkin (1913-1994), un joven payaso vinculado, en particular, al circo de Leningrado, actuaba con un maquillaje y un andar chaplinesco para su número de equilibrista consagrado. Lo acompañaba su perro Maniuna y deambulaba sobre la pista con una cuchara gigante sobre el hombro, alegoría extravagante del hambre inextinguible de Arlequín, siempre listo para hundir su propia cuchara de madera en un caldero olvidado… Viatkin vestía un terno marrón a rayas, a la vez elegante y engalanado…
A raíz de la fundación del Circo de Estado y en una perspectiva de renovación de las formas artísticas, el poder creó en 1927 la Escuela del Arte del Circo y la Escena de Moscú. Un joven artista, Mikhaïl Roumiantsev, formó parte de la primera promoción tres años más tarde. Acróbata y payaso, “encontró” su identidad artística en 1936. Desde entonces, actuó bajo el nombre del payaso Karandach, o Caran d’Ache, “lápiz” en ruso, porque tenía como costumbre subrayar de un trazo… de lápiz los hechos destacados de la actualidad en la prensa cotidiana para nutrir sus entradas de la noche sobre la pista. Acompañado por un pequeño perro bautizado Kliaksa, “mancha de tinta”, Karandach se convirtió en una verdadera estrella en la Unión Soviética y más allá de sus fronteras. Actuó, en particular, en París en 1958.
Pedagogo sutil , Mikhaiï Roumiantsev contó entre sus alumnos, en los años 1950, con Oleg Popov, Iouri Nikouline y Mikhaïl Chouidine. Hoy la Escuela del Arte del Circo de Moscú lleva su nombre. Estos dos últimos, nacidos respectivamente en 1921 y 1922, socios a partir de 1950, van a personificar a la vez la generación siguiente y a señalar un cambio de dirección en la evolución de la actuación del payaso en la Unión Soviética. Iouri Nikouline, silueta longilínea y cara extraordinariamente expresiva, fue adorado por el público y desempeñó fuera de la pista una importante carrera cinematográfica.
Iouri Nikouline (1921-1997) y Mikhaïl Chouidine (1922-1983) desarrollaron su repertorio en función de sus obligaciones sobre la pista: augustos de velada o represas, crearon, en particular, la parodia de los jinetes y transformaron una simple represa realizada después de un elegante dúo de jinetes en una verdadera entrada cómica. Explotaron con talento y éxito una vena paródica, como reflejo de las proezas de la compañía. Nikouline, que anotaba en un pequeño cuaderno constantemente bromas y juegos de palabras oídas al azar en sus encuentros, inauguró el Club del Loro Blanco, un programa de televisión donde celebridades intercambiaban bromas alrededor de una mesa. Artista festejado, tomó en 1983 la dirección del Viejo Circo de Moscú, el edificio de Salamonsky, donde condujo su refundación total entre 1985 y 1989. El circo lleva su nombre desde 1996 y una estatua de bronce del payaso fue instalada al pie del edificio.
Nuevas generaciones
Paradójicamente, Oleg Popov (1931-2016) y Leonid Enguibarov (1935-1972), dos jóvenes payasos que empezaron sus carreras respectivamente en 1949 y 1959, desarrollaron estilos básicamente diferentes. Si bien Karandach se inspiró seguramente en la silueta del Charlot de Charlie Chaplin, Leonid Enguibarov reivindicó más bien una filiación con Marcel Marceau. El mimo francés efectuó una gira en Unión Soviética en los años 1960 y conmovió a los numerosos artistas por la pureza de su actuación. Enguibarov, boxeador y mimo de origen armenio, trascendió la figura del payaso y creó un personaje mudo, augusto mercuriano que provocaba la admiración de Iouri Nikouline por su capacidad de filosofar sobre la existencia y la fragilidad del mundo, sin pronunciar la menor palabra, jugando con aptitudes físicas singulares y con una melancolía alegre. En 1971, Leonid Enguibarov abandonó la pista para crear un espectáculo teatral en solitario, basado en sus represas. Comenzó una gira a través de la Unión Soviética antes de fallecer prematuramente al año siguiente.
Karandach, Viatkin, Nikouline o Chouidine se parecían bastante en términos de siluetas a algunos augustos europeos como Rhum o Beby, en cambio Oleg Popov se destacó por una apariencia más desfasada, quizá más caricatural, caracterizada, en particular, por el uso de un maquillaje más marcado que el de sus predecesores y sobre todo por la presencia de una nariz roja. Popov era entrañable, innovador también para el público soviético que lo consideraba como una alegre novedad clownesca. Augusto de represa, actuó de veterinario, auscultó a un león enfermo y acabó por salir de la pista abrazado a la fiera, ficticia por supuesto. Se disfrazó de cantatriz, una silueta cercana a la creada por Charlie Rivel en 1973, poseía un perro y un gallo, resultó ser un equilibrista de talento, hacía malabares, participaba en bufonadas colectivas donde representaba a un contorsionista para divertirse en medio de la muchedumbre de extras. Oleg Popov formó parte de la primera gira del Circo de Moscú en Francia en 1956, dos años antes de Karandach, su profesor… Payaso de Oro en el Festival Internacional del Circo de Montecarlo en 1981, fundó su propio circo algunos años más tarde, readquiriendo la espléndida carpa concebida para Les Nuits du Cirque en 1983. Instalado en Alemania, falleció sin embargo en Rusia a los 85 años, en Rostov-sur-le-Don, siempre sobre la pista y de gira… Nacido en 1948, formado en Kiev, Anatoly Marchevsky garantizó la transición entre Enguibarov y Popov: el cabello a altura de los hombros, vistiendo un jersey verde acido con flores anaranjadas y malva y unos pantalones “pata de elefante”, desempeñó su papel de augusto de velada con malicia e imaginación. Conquistó al público parisino en 1976 y tomó, después de una bonita carrera coronada con numerosas distinciones, la dirección del circo de Ekaterinbourg.
De San Petersburgo a Kiev
Nacido en 1950 a Novossil, Viacheslav Polounine integró esta larga tradición de payasos, pero desarrolló sobre todo una visión fulgurante del lugar del payaso en la sociedad. Influenciado a la vez por las vanguardias rusas, el butô, Chaplin, Marceau y Enguibarov, fundó en Leningrado en 1968 el Teatr Licedei, en particular, con el actor y payaso Vladimir Olshansky. Instalado hasta 1995 en una Abadía abandonada, el Teatr Licedei viajó a través del mundo y se presentó con éxito en numerosos festivales. En 1989, el colectivo de payasos creó la Mir Caravan, la Caravana de la Paz, un viaje en etapas, siendo la de Berlin una de las más significativa, al pie de la Puerta de Brandenburgo. Después del estallido de la Unión Soviética, el grupo inicial se separó y sus miembros prosiguieron distintas aventuras artísticas. Viacheslav Polounine creó el Slava Snowshow en 1993, un espectáculo evolutivo que no deja de reinventarse al compás de sus giras y en función de los países y de sus intérpretes. Subversivo y poético, metafísico y becketiano, el payaso de Polounine es singular y universal: una nariz roja, los ojos y la boca rodeados de blanco y de negro, su máscara alude al espíritu del tramp americano, pero con su propia firma.
Considerado en las horas de la propaganda como un “ensuciamiento ridículo” en oposición a la simplicidad de la apariencia de los payasos soviéticos, el maquillaje fue una de las primeras líneas de fractura entre las generaciones. Cuando Iouri Nikouline definió a su personaje de Iourik con un ligero trazo negro bajo los ojos y una sombra de rojo sobre la nariz, asumía una silueta muy humana, cercana a su público, tal como ocurrió con Karandach o Enguibarov. La segunda ruptura, geopolítica, fue la llegada masiva de colectivos ucranianos desde el principio de los años 1990, tal como fue el caso del trío Imancipa, tres jóvenes mujeres, o del Koblikov, y de Housch-Ma-Housch, que, trabajaba solo. Payasos rusos tales como Maï, Kouklatchev, Aleksandrov y Sokolov, Timour y Konstantin o Andreï Jigalov y Eduard Alekseenko parecían infinitamente clásicos respecto a la exuberancia del Grupo A (Alexander Ananiev, Ivan y Anatol), de los KGB, de Pavel Boyarinov y Alexei Ivanov, de los Mikos o los “jóvenes” Licedei del origen de la creación de Semianiky, exageradamente maquillados y vestidos con trajes desestructurados o con colores vivos. Así como ocurrió con el colectivo Kirghiz Krasky Vostoka, todos integraron esta filiación intuitiva donde burla y parodia, nutren un repertorio creativo que poco se inspira en las recetas aplicadas en Occidente.