Historia de la risa

Una caída, una pirueta, un resbalón son motivo de risa desde los albores de la Humanidad. Codificados, reproducidos, afirmados, los mecanismos de la risa nutren de un siglo al otro el imaginario de los histriones, de los bufones, de los bromistas y de los payasos. Representaciones sagradas y profanas designan al payaso como una figura tutelar del poder invertido, una silueta dividida entre servidumbre e impertinencia.   

El augusto

Nacido, en principio, en 1874 en Berlín, bajo la cúpula del Circo Renz, el augusto es producto de la ira y de un malentendido. La historia cuenta una caída, burlas y un triunfo venidero: un jinete perseguido por el director del circo tropieza con la banqueta circular que rodea la pista, cae de bruces y es apabullado por los espectadores, risueños, que lo tratan de idiota: “august” en la jerga berlinesa…

El clown

Al pasar, a fines del siglo XVI, del tablado a la pista, el payaso, saltador, jinete músico o domador, se impone a partir de fines del siglo XVIII como un símbolo del circo. Mucho tiempo víctima, blanco de burlas, atropellado, se descarga de esta tensión original cuando forma una alianza con el augusto. Maquillado de blanco, luciendo trajes brillantes, toma el poder y se convierte en el paladín elegante de su compañero, quien se convierte en victima a su vez…

Duos y trios

Al asociarse con el augusto, el clown gana un nuevo estatus. Juntos, crean el dúo clownesco, simbolizado, en particular, por Foottit y Chocolat o Antonet y Beby. La complejidad de las entradas favorece el nacimiento del trío, iniciado por los Fratellini en 1910, donde el payaso blanco se une a un augusto y a un contra augusto. Otros, tales como los Nouveaux Nez crearon cuartetos, o incluso compañías como el Colectivo Licedei, fundado por Slava Polounine.

Comedia clownesca

Las entradas cómicas, dialogadas o mimadas, son pequeñas fábulas muy sencillas, concebidas para hacer reír con simplicidad e ingenuidad. Similares a la estructura de la Commedia dell' arte, basadas en el efecto cómico de una situación o de un accesorio, cuentan con grandes cualidades de ingenio e interpretación clownesca y con uno o más compañeros.

Apariencias

El payaso isabelino viste como un campesino. Los primeros payasos de circo se inspiraron tanto en el bufón como en el jester shakesperiano. 

A fines del siglo XIX, inspirado por la moda femenina, el traje del payaso, enriquecido con lentejuelas y bordados, abre un camino suntuoso que contrasta con los harapos desproporcionados del augusto. Hoy en día, la frontera entre ambos no es tan clara y la apariencia de unos y otros se inspira de varias fuentes.

 

La Escuela Rusa

En 1930, uno de los primeros egresados de la Escuela de Arte del Circo de Moscú,  Mikhaïl Roumiantsev, se convierte en payaso bajo el seudónimo de Karandache. Junto con él, nace la Escuela Rusa, personificada entre los años 1950 y 1990 por Youri Nikouline, Oleg Popov, Leonid Enguibarov o Anatoly Martchevsky y más recientemente por el Grupo A, los KGB o el Colectivo Licedei. Influenciados, en particular, por Charly Chaplin y Marcel Marceau, estos artistas reivindican una apariencia sencilla para acercar al payaso del ser humano. 

Clowns contemporáneos

A partir de los años 1970, la figura del payaso emprende una transformación  decisiva para la creación de nuevos caracteres. Se produce la ruptura entre el payaso blanco y el augusto y los nuevos payasos afianzan sus personajes en una percepción diferente, la de las “convulsiones” del mundo. El payaso contemporáneo se libera de los códigos clásicos y se inspira de la urgencia de las situaciones políticas o sociales de la época. De Slava Polounine a los Nouveaux Nez, de Ludor Citrik a Bonaventure Gacon o Yan Frisch, el payaso rompe las normas y se identifica con su época.

 

 

 

Mujeres payaso

Las primeras mujeres payaso de la historia serían al parecer: Evetta Matthiews, Lulu Craston, Lonny Olchansky y Miss Loulou. En dúo o en trío, asociadas a compañeros masculinos, crean sin embargo personajes inéditos. A principios de los años 1970, Annie Fratellini abre el camino a numerosas artistas dedicadas a ocupar un territorio singular, jugando de su feminidad.

En la pantalla

La figura del payaso es probablemente la más representada desde el nacimiento del cine a  fines del siglo XIX. El personaje inspira a los más grandes cineastas, desde Lon Chaney a Ingmar Bergman o de Soderström a Fellini. Estas interpretaciones contribuyen a popularizar una silueta y un carácter en las fronteras del teatro y el circo.

Sobre el escenario

Histriones, bromistas, actores italianos: risa y escenario ya estaban asociados desde hace tiempo, cuando el payaso isabelino se liberó del universo teatral para conquistar la calle y más tarde el circo.

De allí en más, regresando a las fuentes, numerosos payasos, desde Grimaldi, Hanlon-Lees o Grock, privilegiaron el escenario para sus actuaciones, adaptando sus intenciones y gestos a esta área de juego diferente, rectangular y frontal.

 

Payasos y mediación

George Foottit en 1917 o Grock y Alfred Shatz en 1941, actuaban en el Théâtre des Armées para distraer a los soldados en la retaguardia. Averino y Chocolat o el trío Fratellini, entre otros equipos de payasos, fueron regularmente al encuentro de los jóvenes pacientes de los hospitales. El payaso es un perfecto mediador entre el hombre y su sufrimiento.  El éxito, hoy en día, de Clown Care Unit, Rire Médecin, de Bataclown o Payasos sin Fronteras, ofrece un ejemplo de los desafíos de este territorio a la vez social y artístico. 

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