por Jean-Bernard Bonange y Bertil Sylvander
Como personaje mítico, el payaso es un intruso, un marginal que irrumpe en el curso normal de la vida social. Durante los paréntesis provocados por su intervención, abre un espacio potencial permitiendo ver, vivir e imaginar el mundo diferentemente. Los personajes de comedia y los avatares del payaso tienen esta función en numerosas culturas.
En esta línea, a partir de los años 1980, los actores-clown ocupan nuevos territorios y conocen nuevos públicos, inscribiéndose así en el linaje de la apertura contemporánea de las artes del espectáculo a la sociedad. En Francia los “clownanalistas” de Bataclown inauguraron las intervenciones en un contexto profesional. Los “payasos doctores” de Rire médecin se inscriben en los pasos de las intervenciones de Chocolat o de los Fratellini en el hospital, del instituto Patch Adams y de los clowns doctors del Big Apple Circus.
Los Clowns sans frontières intervienen en todo el mundo.
Al obrar, no ya con espectadores sino en una situación social o profesional, hicieron surgir las nuevas prácticas de los payasos de intervención social.
Tanto en medios profesionales como en un contexto de sanidad, se encuentran necesariamente en el centro de un sistema de relaciones, con sus intercambios, sus relaciones de poder y sus conflictos. Sin tener la mediación por objetivo, producen sin embargo sus efectos, que no residen tanto en la conciliación de puntos de vista contradictorios, sino en la vía de una comprensión mutua y de una creatividad social. Como las mujeres payaso de las calles de Medellín en Colombia, el cambio producido durante las intervenciones sociales de los payasos se produce “por añadidura” y libera, como lo dice Ardoino, fuerzas hasta allí inexistentes o potenciales.