Culturas

por Jean-Bernard Bonange y Bertil Sylvander

Los payasos mediadores o de intervención social son una categoría reciente de payasos contemporáneos. Sin embargo, se los puede considerar como un resurgimiento moderno de una gran variedad de personajes cómicos, quienes, desde la Antigüedad y en culturas lejanas, desconocidas entre sí, desempeñaron un papel en la organización de las sociedades a las que pertenecían. El denominador común de estos personajes cómicos, mediadores o agitadores por medio de su práctica, parece ser la locura y sus derivaciones, tal como la bufonada. Rol profano, la actuación de los actores del Kyogen, literalmente “palabras airadas” constituye en Japón un intervalo salvador entre dos obras de Kabuki, o tal vez sagrado.

Payasos rituales o bufones sagrados

Los etnólogos descubrieron entre los amerindios del norte1 y también en las culturas de África, Asia y Oceanía, personajes que suscitaban la risa durante las ceremonias rituales. Los llamaron a veces “payasos sagrados” en referencia a los payasos europeos, ya que la mayoría de los trabajos de estos etnólogos se sitúan a principios del siglo, en un momento en el que el payaso de circo alcanzaba su apogeo. La palabra payaso, desligada de las formas particulares de su uso, se transformó, en este caso, en un concepto que abarcaba realidades diferentes a las de sus orígenes. Las observaciones se enriquecieron en el contacto con los Magar o “idiotas” de Nepal, los Gnawa del Sahara, los Locos de Dios, nombre otorgado a los monjes giróvagos entre los ortodoxos y monjes excéntricos Zen de China, o también los Qalandar, bufones sufis de la sociedad persa preislámica, y los Atsara del Tíbet.
Estas figuras humanas tomaron el relevo de las tradiciones religiosas ancestrales que implicaban divinidades perturbadores y amenazantes para el orden establecido: el pájaro Trueno de los Indios, Zorro pálido en el país Dogón, Legba en África Occidental, Rangda en Bali, Shiva, diosa hindú, Susanoo, figura mitológica del Sintoísmo, Máni en Polinesia, hasta Dioniso para los Griegos, y el mismísimo Satanás en las religiones del Libro, La Torá, la Biblia o el Corán.

Vale destacar que Levi Makarius2 considera que “los payasos de circo son los descendientes” de los payasos rituales primitivos cuyas “exhibiciones son la base de esta veta burlesca que marcó las manifestaciones del teatro popular, del carnaval, las mascaradas, de las cuales los payasos de circo conservaron las características esenciales: el comportamiento inconsecuente y una combinación de comicidad y angustia”.

Los payasos rituales son el equivalente de los Tricksters, misteriosos personajes míticos que se encuentran en todas las zonas etnológicas pero sobre todo en Norteamérica. (Ellos) “son los agentes evocadores de una experiencia fundamental, contradictoria, generadora de situaciones dramáticas”.

Así pues, la función de entretenedor del payaso con rol social es la apariencia de una función oculta: la de poner en juego los desafíos y las contradicciones presentes en una situación social dada, reflejar los valores humanos, el sufrimiento en el trabajo, los conflictos, la rentabilidad, el miedo, el dolor y la muerte… El payaso – para conservar este nombre genérico – toma el relevo de Orfeo, hombre, coyote de frontera y héroe entre dos mundos. Se lo podría ubicar en el mundo de los chamanes que se enfrentan directa y a veces peligrosamente con las fuerzas ocultas, provocando a la naturaleza y a la sociedad con sus comportamientos grotescos e imprevisibles. Nos acercamos entonces al porqué: ¿por qué violar los tabúes? B. Hell (1999) afirma que la sociedad organizada sólo puede sobrevivir a la potencia destructiva de las divinidades del desorden, si se opone a ella por medio de una negociación subversiva que pueda ser chamánica o cómica. Transpuesta a nivel social, la ambigüedad de los códigos, actuada por los payasos y los locos provoca la risa por ser un método privilegiado de negociación entre las fuerzas del orden y del desorden (Balandier3).

La escuela de bufones et de juglares

“El payaso esta vinculado a los bufones y la escuela de los bufones se abrió en plena Edad Media cristiana con la gran compañía de malabaristas cuyo nombre latino, joculatores, indica que su primer oficio era hacer reír…” (Simon4).5

La tradición de los bufones representa una gran dinastía de profesionales de la risa, de artistas de la calle, de bailarines ambulantes enmascarados, que forman parte integrante del espíritu carnavalesco compuesto de parodia, irrisión, locura y festejo, y del cual los historiadores describieron la efervescencia típicamente urbana. “La escena cómica es el encuentro de una gran sociedad de caracteres, toda una comitiva de grotescos quienes, en el siglo XVI actuaban en Inglaterra y en Italia” (Bourgy6), y por supuesto en Francia.

En la Edad Media, el “loco de carácter patológico” era temido y respetado ya que se le adjudicaban dones de videncia. El bufón, es un loco de orden metafórico. Dramatiza la locura que se califica entonces de “folliante”. Las Fiestas de los Locos que, durante siglos, se desarrollaban entre Navidad y Reyes, exaltaban la locura mezclando lo sagrado y lo burlesco en una profanación de los ritos litúrgicos en el corazón mismo de las catedrales. “Cuando la fiesta de los Locos desaparece, después de su apogeo en el siglo XIV y XV, (…) surge el Carnaval que substituye con un burlesco profano al burlesco sagrado” (Simon). Y precisamente, durante los “charivari”, los personajes del carnaval invadían los espacios públicos y los lugares de la vida social para crear el desorden y desarrollar una actuación paródica y crítica.

 

Del mismo modo, el cuestionamiento del orden establecido se concreta en Europa por medio de los desbordamientos colectivos del Carnaval, en la línea de las bacanales griegas de Dioniso, las saturnales romanas y del Sabbat de Europa Central (D. Fabre, 1976). En las procesiones, los locos desafiaban al poder y a la religión con sus provocaciones radicales, gritando las verdades encubiertas y derrocando por un momento la jerarquía social. Inicialmente se organizaban con la complicidad de las autoridades, pero los efectos de inversión social fueron tales que estuvieron prohibidos durante el siglo XVI. La cuestión del control del desorden, que los payasos de intervención social vivieron a su vez, no son por ende una novedad.

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1. Heyokas, en el Wakynian, Koyemshis para los Navajos o los Hopis.
2. Levi Makarius, Le sacré et la violation des interdits, Paris, Payot, 1974.
3. Georges Balandier, Le désordre. Éloge du mouvement, Paris, Fayard, 1989.
4. Adeline Simon, La planète des clowns, Lyon, La Manufacture, 1988.
5. Obsérvese que las las palabras “payaso” y “bufón” tienen una connotación negativa. El uso les ha dejado a menudo con una sensación de insulto, de desvalorización, de rechazo. Aquí hay una convergencia característica de estos personajes cómicos de tradición popular amado y buscado y, al mismo tiempo, burlado e insultado. Su estatus social básico es la del marginal y el vagabundo, que también corresponde a la realidad del estatus de los actores durante siglos.
6. Victor Bourgy, Le bouffon sur la scène anglaise au XVIe siècle (1495-1594), Paris, OCDL, 1969.