por Pascal Jacob
Compañero de trabajo y de combate, el caballo integra también la esfera espectacular participando en los desfiles y manifestaciones que santifican la victoria. El desvío entre estas presentaciones y una visión más académica de su utilización dio lugar a los conceptos de doma, aprendizaje o educación, adaptados a necesidades y desafíos a niveles muy diferentes. Progresivamente, el caballo se transformó en socio y contribuyó al desarrollo de formas artísticas inéditas.
Cuadrillas, torneos y pageants conciernen regularmente a numerosos caballos, pero constituyen sobre todo un espléndido preludio de la creación y del desarrollo de las pantomimas que se impusieron a partir de finales del siglo XVIII. Las obras de picadero eran tan recurrentes sobre la pista del Anfiteatro Astley como sobre las de sus seguidores. Cuando Philip Astley creó el Circo Moderno en 1768, lo elaboró en función y a partir de un caballo amaestrado, criatura dócil y omnipresente, que se prestó para la creación de un repertorio a la vez ecuestre y teatral. Los códigos de representación se establecieron en pocas décadas, favoreciendo la narración y la ornamentación. Al ser transcripciones exuberantes de victorias militares, relatos históricos o exóticos, las pantomimas establecieron un terreno de actuación fértil para el imaginario de los guionistas y directores de salas. Desaparecieron sin embargo poco a poco, durante el siglo XX, salvo en algunas raras excepciones.
En paralelo al éxito de los espectáculos de gran despliegue, los jinetes de alta escuela eran considerados como verdaderas estrellas y actuaban en toda Europa. Estas presentaciones eran una manera elegante de integrar el academicismo en la trama del espectáculo y darle un carácter singular. A partir de 1882, el Buffalo Bill Wild West Show ofreció una bonita alternativa a las pantomimas clásicas y preservó una forma de tradición épica que el circo fue perdiendo a medida que se fue transformando. La creación de espectáculos con temas, como los concebidos, en particular, por Alexis Grüss, se inscribió en la continuidad de los sainetes elaborados por los jinetes a partir del siglo XIX. La percepción contemporánea, representada por el Théâtre du Centaure, el Théâtre Équestre Zingaro o la Compañía Baro d’Evel Cirk, favorece la eliminación de la doma por el amanse natural, instaurando una nueva dimensión en el intercambio entre el caballo y el jinete.