Montar a la amazona

por Marika Maymard 

 

Si las amazonas, mujeres a caballo de la Alta Escuela surgidas en el siglo XIX, tienen algo en común con las míticas Amazonas, feroces guerreras de la Antigüedad, es sobre todo el deseo de libertad, la voluntad y el orgullo más que la práctica de la equitación, ya que según Filóstrato, estas últimas combatían a pie. Su punto en común es una dedicación apasionada y valiente hacia actividades reservadas a los hombres, sin repudiar las cualidades y ventajas de su femineidad. Más que otras mujeres de acción, las jinetes mujeres heredaron seguramente este calificativo que surgió de la boca de un observador, entre broma y admiración, cuando una cazadora de montería sentada de lado perseguía a su presa con obstinación a pesar de las caídas, así como lo sugieren los autores de Cavalières Amazones, une histoire singulière, [Swan 2016]. Fue a mediados del siglo XIX que se esbozaron las características de las amazonas modernas. La fuerza de la ambición de las nuevas jinetes femeninas, la complicidad de hombres, pioneros de una nueva equitación y la apertura del mercado de entretenimiento en un paisaje en el cual se inscribe ventajosamente el circo moderno, contribuyeron al desarrollo y al reconocimiento público de una disciplina difícil, la alta escuela, nacida en un universo masculino reservado a las elites.

 

 

Una manera de montar particular 

Montar a la amazona no se resume evidentemente en montar con intrepidez. Fue necesaria la determinación de las primeras jinetas “sentadas” para lograr que evolucionaran las condiciones de una práctica que estaba reservada, hasta el Renacimiento, al paseo o a la caza al vuelo, con un halcón o un gavilán sobre el puño, al ritmo tranquilo de una yegua mansa al paso de ambladura. Según las épocas, la dama iba sentada de lado sobre un albardón de amazona, suerte de manta colocada sobre el lomo del caballo, fijada en un baste acolchado o montada en una silla con una corneta única, la espalda apoyada contra una tablilla de madera o una coraza de hierro. Resultaba imposible dirigir un corcel del cual solo podían verse los hombros o la cabeza sin hacer un esfuerzo impresionante con las caderas, en una posición difícil de mantener. Su autonomía dependía del total control del caballo y por ende dio lugar a una modificación completa de la silla, incluyendo su material, su forma, la cantidad y la disposición de las cornetas instaladas en la delantera y destinadas a fijar las piernas y el añadido de un largo estribo para la pierna izquierda. Una vez eliminado el riesgo de elevación intempestiva de la pierna izquierda, debido a las sacudidas de los saltos de obstáculos y de todos los aires elevados (balotada, levade, encabritamiento…), la práctica de la alta escuela pudo abrirse a las damas montadas a la amazona. Era aún necesario solucionar los detalles del vestuario voluntariamente diseñado de manera sobria y elegante y sobre todo, la altura, el corte y la densidad de la falda larga que no debía dificultar el movimiento del pie y que debía resistir al viento durante la carrera. El traje de la amazona se llama… “una Amazona”.

 

 

En lo más alto del cartel

Cuando Caroline Loyo atravesó el porche del Cirque Olympique del boulevard du Temple, en 1833, con su caballo sujetado por medio de una brida, tenía diecisiete años. Proveniente de Mosela quería aprender a adiestrar los caballos que luego montaría. Alumna de Jules Pellier, guiada por Laurent Franconi, una referencia en los medios intransigentes de la equitación francesa, se convierte en la primera amazona, jinete femenino de escuela en el circo. En la pista del Circo des Champs-Élysées abierto en 1835, Pauline Cuzent, formada también por Pellier y Baucher, Caroline Loyo, Antoinette Cuzent-Lejars, asociadas en las maniobras y las cuadrillas, rivalizan en velocidad y virtuosismo en los ejercicios de alta escuela. Superando la enseñanza recibida, ellas y otras como Elvira Guerra, Adèle Drouin, Elisa Petzold, Constancia Chiarini, Clothilde y Émilie Loisset, contribuyen a hacer conocer y a enriquecer el repertorio de escuela, hasta en Escandinavia, y de allí en Rusia, durante giras donde actúan. Algunas enseñan en las distintas cortes de Europa, y conocen a otras amazonas, hijas de fundadores de grandes nombres del circo o por el contrario de la aristocracia o de la gran burguesía, espejos de las distintas escuelas de equitación.

En el siglo XX, las “jinetas” de escuela,  luego de Katja Schuman o Maud y Gipsy Grüss, por una parte, de Sabine Rancy, Yasmine Smart o Géraldine Knie, por otra parte, se dividen en un estilo de montar en Amazonas, más aristocrático, y una manera de montar más tradicional, más dinámica, montando a horcajadas como los hombres. Con la misma exigencia.