Los carruseles

por Marika Maymard

En la imponente historia de las Artes del Circo, el caballo, compañero ideal, tiene un lugar privilegiado. Es protagonista de numerosos ejercicios y de fiestas ecuestres prestigiosas, que se inspiran en tradiciones antiguas y contribuyen a hacer evolucionar paralelamente al circo.
Victor Franconi, cuyo apellido es asociado a la aventura del Cirque Olympique, inauguró en agosto de 1845 el Hipódromo de la barrera de l’Étoile. Las altas empalizadas de madera cercaban un extenso terreno curvado, concebido para celebrar al caballo, ad infinitum, a través de pantomimas, de torneos, de carreras y otros carruseles.

 

Carrus Soli

En el Circus Maximus de Roma, dedicado al dios Sol, los desfiles solemnes de carros servían de introducción para los ludi, juegos y festividades organizados en su gigantesca pista hipódromo. Las Pompas de los juegos tenían el fasto de los Triunfos de los emperadores, de regreso de sus conquistas. El carro a la cabeza del desfile era el carro del Sol, que en la mitología triunfa en su carrera alrededor de la Tierra: Carrus Soli en latín, que se declinó más adelante en Carro del Sole y Carrusel. 
Después de la caída del Imperio Romano, la costumbre de los carruseles subsistió en Italia y en algunas regiones antiguamente anexadas, bajo la forma de desfiles ecuestres y confrontaciones compuestas de figuras codificadas. En una obra publicada en 1669, Claudio-François Menestrier menciona un renacimiento que reanuda con la tradición de los carruseles. Desarrollados a partir de tradiciones locales, se los adoptó en varias cortes Europeas como alternativa de los torneos, prohibidos, en particular, en Francia, a partir de la herida mortal de Enrique II. El término de carruseles se referirá de allí en más a todas las formas de cabalgatas, de carreras de cuadrigas, jabalina u obstáculos y ejercicios organizados en una plaza o en una cantera.

 

 

El denominador común de los carruseles, torneos, enfrentamientos y otras cuadrillas es su aspecto sumamente reglamentado, su contexto lúdico a pesar de la realidad de algunos enfrentamientos y la armonía concertada de los movimientos de los distintos actores. El matiz militar permaneció en el tiempo por la presencia más o menos esencial de elementos de armamento y por el acompañamiento de una música compuesta de cobres y tambores. 
Evidentemente, la piedra de toque del conjunto de las manifestaciones vinculadas a los carruseles, sin la cual el entorno desplegado para garantizar su prestigio sería vano, era la perfecta alianza del jinete con su corcel, objeto de un amanse mutuo y de un trabajo asiduo llevado a cabo en los picaderos, bajo la férula de instructores certificados. 

 

 

La celebración del torneo

Dedicado a las damas, el torneo debía ser sobrio y elegante. Conocer y honrar el decoro y todo el dispositivo, muy codificado, de su organización, era una obligación que el caballero debía respetar para evitar que el deshonor cayera sobre su casa. Precedido o acompañado por los romances trovadorescos, se inspiraba en parte en ellos para crear una forma de lenguaje que atravesó los siglos. La costumbre así mantenida, hasta el siglo XIX por los participantes de los carruseles del Hipódromo o de las escuelas de equitación militar, mencionaba a “los tenans y a los assaillants”.

Etapa preliminar al ceremonial del torneo, el juego de anillos ya ponía a prueba el valor del contrincante. En la fase de entrenamiento, el juego simple, que consistía en desenganchar a gran velocidad las sortijas fijadas sobre un pilar, se practicaba con una variante, el juego de cabezas, más radical, puesto que se debía arrancar la cabeza de un maniquí.

 

 

Del enfrentamiento al ballet

Del salón al picadero, la cuadrilla valora los talentos de los bailarines, que actúan en el suelo o a caballo en la arena de las pistas. Ceñidas en sus uniformes de húsares, las amazonas de la cuadrilla de las Dames colonels conducidas por Pauline Cuzent, Antoinette Lejars o Caroline Loyo o más tarde, por Émilie Loisset en el Cirque des Champs-Élysées, tuvieron gran éxito frente al público de conocedores de los clubes de equitación. Dinastías de jinetes como los Loyal, los Carré, los Schumann, los Houcke, los Grüss, presentaron un gran número de cuadrillas, “maniobras” con varias parejas y carruseles de 25 a 40 caballos que giraban sobre la pista. Un cartel de la gira francesa de 1902 de Barnum & Bailey anunciaba carreras y maniobras bajo el título de: “Heroicas hazañas en el Hipódromo”. Había allí, para los jinetes, mil y una maneras de transmitir la nobleza y la belleza del caballo en movimiento.