por Pascal Jacob
Capturar, amaestrar y domar animales salvajes es una actividad humana que remonta a tiempos inmemoriales. Estas prácticas atravesaron varias épocas y en el siglo XIX, el desarrollo del comercio de animales exóticos le brindó al circo la posibilidad de modificar la composición de sus programas integrando fieras, elefantes, monos y leones marinos amaestrados.
La primera etapa de esta integración consistió en poner en escena pantomimas cuyo argumento estaba pensado para favorecer la aparición de tigres, leones o panteras en un momento estratégico de la acción. Se trataba generalmente de fieras provenientes de zoológicos feriantes, que fueron los primeros espacios de exhibición ambulantes de criaturas que fascinaban al público. Para mantener viva la curiosidad de las muchedumbres, los domadores y domadoras irían rápidamente a rivalizar en audacia y aumentar la complejidad de las presentaciones de sus animales. Fue Gottfried Claes Carl Hagenbeck (1810-1887), un pescadero alemán convertido en negociante de animales, quien, entre 1880 y 1960, impuso la ciudad de Hamburgo como el centro de operaciones del adiestramiento mundial. Proveedor de casas de fieras, ménageries y circos, la empresa contribuyó también al desarrollo del adiestramiento moderno, inventando en particular, la jaula central. Pero los Hagenbeck defendían sobre todo nuevos protocolos de doma y fundaron una escuela en su parque de Stellingen.
A veces asimilado a la educación, el adiestramiento actúa escalonadamente para forjar una relación singular entre el hombre y el animal. Si bien las fieras constituían la cumbre de una pirámide de los posibles, fueron rápidamente alcanzadas por la casi totalidad de las especies de mamíferos, numerosos pájaros y varios reptiles. Alemania permaneció la tierra de origen para comprender la importancia de la disciplina a escala europea, pero no obstante Rusia y América ocuparon un rol no menor en la aparición de varias generaciones de domadores cuyas vocaciones fueron fomentadas por el gusto del público.
En la actualidad, mientras que numerosos países legislan para limitar o prohibir la exhibición de animales, la impregnación y la domesticación hallan una nueva dimensión en el entrenamiento terapéutico desarrollado en los grandes parques zoológicos.