Los animales curiosos

por Pascal Jacob

A partir del siglo XVIII, sobre la pista del Anfiteatro Astley, una atracción ecuestre combinaba los equilibrios de una elegante amazona, de pie sobre el caballo, con las rutinas de un enjambre de abejas, entrenadas para transformarse en una vibrante armadura, a la vez móvil y envolvente. Creada por el mago apicultor Daniel Widmann, de quien Philip Astley publicaría un Tratado que resultó ser una autoridad reconocida de la época, la actuación fue retomada a caballo por Martha Mary, alias Patty Jones con un éxito extraordinario. El caballo era protegido por un grueso caparazón para preservarlo de una eventual picadura, pero la joven esposa de Astley hacía arremolinar dos enjambres a cara descubierta, mientras realizaban algunos pases en torno a ella y se dirigían finalmente hacia cestos surtidos de flores y azúcar.

Esta fascinación por lo minúsculo, extraño contrapunto a la potencia de los caballos, ofrecería a numerosos domadores, a partir del siglo XIX, nuevas posibilidades para atizar la curiosidad del público. Uno de los secretos mejor guardados fue seguramente el del adiestramiento de pulgas, una especialidad más feriante que circense, pero que siempre fascinó a los espectadores.

 

 

La presentación de estos insectos muy pequeños se hace tradicionalmente bajo una lupa de gran tamaño y sus “proezas” incluyen esencialmente un conjunto de subterfugios para crear la ilusión de un adiestramiento obviamente imposible. Delicadamente sujetadas por medio de arneses, acopladas a minúsculos coches, las pulgas intentan escapar y sus saltos arrastran el vehículo a pequeñas distancias… A estos insectos “cooperativos” se le añaden, en otro registro de exhibición, escorpiones y tarántulas, criaturas inquietantes cuya actividad se limita a recorrer torsos, hombros y manos, bajo la mirada a la vez maravillada y asustada de los espectadores. 

 

 

Reptación

Estos animales pertenecen a una categoría singular, aquella que apuesta más al pavor y a la inquietud que a la admiración causada por la elegancia de los jinetes y la flexibilidad de los acróbatas. Cuando los cien cocodrilos del Capitán Wall penetraban en olas sucesivas sobre la pista de un circo, el mar de escamas, los efluvios potentes, atemorizaban al público, más aún no habiendo una verdadera barrera entre los saurios y él. Era como si la prehistoria entera hubiera tomado repentinamente vida en un marco saturado de terciopelo y oro, suscitando de una punta a la otra de las gradas, escalofríos de terror.Estos animales de otra época estaban a menudo acompañados por otros reptiles, pitones, boas y varanos, presentes en distintos niveles del catálogo de las fobias humanas y considerados como poderosos activadores de espanto.

 

 

La serpiente aviva el mito de Eva, quien quizás simbólicamente, fue la primera domadora de la historia de la Humanidad, una figura personificada durante un breve período sobre el escenario de Zumanity, un espectáculo del Cirque du Soleil creado en 2008 en Las Vegas con dos espléndidos pitones rosados enroscados en el cuerpo de una bella acróbata… Esta proximidad entre la piel flexible y tibia del animal y la de la encantadora de serpientes, una alusión distanciada de Medusa y de la diosa Cibeles, fue magnificada por una domadora como Rosita Rayas, artista que asociaba el dominio de sus animales con una gran elegancia en la presentación. 

 

 

En los años 1930, extrañas atracciones fascinaron a los espectadores de Europa y Norteamérica: una joven mujer, con una exuberante cabellera, entraba en estado de catalepsia, se hacía romper piedras sobre el vientre, manipulaba enormes serpientes e hipnotizaba a sus dos cocodrilos favoritos. Nacida bajo el nombre de Renée Bernard, originaria de Burdeos, Koringa (1913-1976), debía su artístico al espectáculo de Bertram Mills, quien entusiasmado con sus proezas de faquirismo, quería rendir homenaje en sus afiches a los misterios del Imperio de las Indias. Koringa parecía haber sido la ayudante de Blacaman, un encantador de animales originario de Italia, pero capaz de personificar a un faquir hindú muy realista, muy hábil tanto con fieras como con cocodrilos, en particular, en el Circo Hagenbeck-Wallace. Koringa se presentó en Francia en los años 1950, en París y en gira, en particular, con el Circo Pinder en 1956.

 

 

Asustar

Para concluir su número, el Capitán Wall hacía traer un gran acuario montado sobre ruedas y se sumergía junto con dos cocodrilos, una proeza reinventada por Tina Rosaire en los años 1950 bajo la carpa del Circo británico Chipperfield y adaptada por el domador Karah Kavak sobre el escenario del Moulin Rouge en los años 1990. Cuando los hermanos Bouglione crearon en los años 1930 La Perle du Bengale, una pantomima exótica con numerosos animales de su zoológico, no se resistieron a la idea de utilizar la piscina del Cirque d’Hiver para una escena de antología: jóvenes mujeres lanzadas a las bestias, siguiendo la trama del guión, nadando en medio de enormes serpientes y desapareciendo en el momento justo en una agitación espantosa.

 

 

Esta dimensión, la activación de una angustia pura, causada por la idea de una constricción fatal, fue la misma que la de una atracción terrorífica presentada por un circo italiano en los años 1980. Una cortina escondía una pecera de vidrio donde nadaban pirañas: una joven apenas vestida se deslizaba en medio de los feroces peces carnívoros sin la menor vacilación, compartía su espacio durante varios minutos y surgía fuera del estanque sin el menor rasguño. La sala contenía aún su respiración cuando un imponente pedazo de carne era lanzado a las pirañas que, obviamente, se precipitaban para devorarlo.

Insectos, reptiles y peces carnívoros son obviamente animales apreciados al margen de la historia del adiestramiento, de la domesticación y de la impregnación, pero garantizan también un vínculo eficaz con la dimensión feriante del circo, una forma de influencia imprevista en la larga historia de los fenómenos y de la exhibición que se prolonga hoy en día por medio de referencias específicas y muy contemporáneas, a la manera del perturbador baño de plumas negras del espectáculo Grimm de la Compañía Cahin-Caha (2003).