Orígenes

por Pascal Jacob

El concepto de composición es fundamental para definir el principio del malabarismo en equilibrio de un milenio al otro, también se nutre de la noción de superación, trascendiendo y esquivando incansablemente los limites. Hallamos allí algo fundamentalmente humano, una expresión de la habilidad individual o colectiva fascinada por la complejidad de yuxtaposiciones aleatorias.

Una de las primeras tentaciones para los malabaristas es la de subir sobre un pedestal o un alambre, una manera de acentuar la visibilidad de sus ejercicios, ya sea que se trate de malabarismo periódico, de manipulación asimétrica de objetos o de juegos de habilidad. Complican y aumentan drásticamente su espectacularidad. Bajorrelieves antiguos y miniaturas medievales dan ejemplos de proezas mixtas, representaciones de malabaristas mezclando equilibrio y manipulación de objetos. De las tumbas chinas a los incunables occidentales, el primer repertorio de formas se esbozó durante el primer milenio de nuestra era y preparó el desarrollo de actuaciones cada vez más elaboradas.
En el siglo XVIII, jinetes tales como Price o Balp integraron el malabarismo a la acrobacia ecuestre, estableciendo nuevos estándares de virtuosismo. Esta nueva dimensión incrementó la percepción de la proeza y contribuyó a la transformación de las disciplinas. Al asociarse progresivamente a las técnicas emblemáticas de los distintos períodos de la evolución de las prácticas saltimbanquis, feriantes y circenses, el malabarismo se impuso implícitamente como uno de los elementos determinantes de la diversidad artística.

Cuando se trata de combinar equilibrio sobre un alambre y de manipular objetos múltiples, de la sombrilla a los aros, el nombre de Los Reverhos se impone naturalmente tanto su presentación parece fusionar con evidencia esta tensión a la vez visual y técnica entre inestabilidad y control de la rotación y del tempo. En equilibrio sobre un brazo sobre el cable tenso, el artista hace girar, prácticamente con todas las partes de su cuerpo, fascinantes ensamblajes de objetos. Inspirándose tanto de Rastelli como en Barbette, los Reverhos marcaron la historia del malabarismo en equilibrio. Jacky Lupescu y Rudy Horn serán sus dignos herederos.
Esta idea de “desequilibrio ampliado” también es constitutiva del malabarismo sobre monociclo, un número chino desarrollado a partir de los años 1950. Uno de los maestros de esta disciplina, Gao Jin, asombró al público francés en 1983 al presentar su número de lanzamiento de tazas y platillos propulsados con su pie, aumentando sin cesar el nivel de dificultad lanzando simultáneamente de a dos, luego de a tres tazas con sus platillos, para formar un pila sin dificultad alguna sobre su cabeza. Todo aquello, obviamente manteniendo con el otro pie el equilibrio de su monociclo. La técnica también fue dominada por Angelo Ballan y de manera colectiva, con combinación de lanzamientos de una malabarista a la otra, por la compañía acrobática de Mongolia Interior.

Considerando al caballo como un pedestal en movimiento, el desultor de la antigüedad fue un precursor y la moda de los volatineros ecuestres del siglo XIX ofreció a un gran número de ellos, la posibilidad de combinar destreza y galope creando los primeros actos completos de malabarismo a caballo.
Esta fusión de géneros fue producto de la multidisciplinariedad que caracterizaba a las familias de artistas de aquel entonces. Hábiles en el suelo como a caballo, integraron naturalmente varias técnicas para generar una técnica nueva. Auriol, fabuloso saltador, también era un excelente malabarista y su soltura a caballo le permitió posibilidades infinitas de mestizaje virtuoso.
En los años 1920, cuando el aura del circo ecuestre comenzó a perder intensidad, estructuras complejas, a veces móviles, irían a substituirse a los caballos y la tecnicidad de los malabaristas se nutrirían de otros desafíos. Enrico Rastelli multiplicó los soportes, del pedestal elaborado al simple globo, y marcó a su vez, el tiempo del malabarismo de una complejidad creciente, multiplicando sin cesar los objetos para concebir combinaciones cada vez más improbables. Su pureza gestual contribuyó a borrar la ingenuidad de su actuación para transcenderla con una secuencia a la vez poética e impresionante. Una mezcla de emociones que caracterizan con elegancia y un dejo de humor una estructura disciplinaria que no deja de asombrar.