por Pascal Jacob
Haciendo malabares cabeza abajo, colgado del techo del teatro o de la cúpula de la carpa, el artista modifica la percepción del gesto e induce una nueva densidad técnica. Si bien los objetos manipulados son ligeros y parecen más aptos a flotar que listos para caer, ilustran otro enfoque del malabarismo, tanto fluido como contradictorio.
El canadiense Kai Leclerc y la Compañía australiana Circus Oz han incorporado esta práctica de malabares invertidos en sus espectáculos, causando inevitablemente el asombro del público.
El enfoque es interesante ya que plantea el problema de otra materialidad del objeto manipulado y cuestiona las nociones de equilibrio y estabilidad. El artista de alambre tensado ruso, Andrei Ivakhnenko multiplica las dificultades asociando el malabarismo con un monociclo en equilibrio sobre un cable tensado. Diseñado en 1995 por el director Valentin Gneushev, el acto mezcla humor con virtuosismo técnico mientras estigmatiza simbólicamente el virus del SIDA, ya que el artista luce un traje rojo sangre, erizado, con picos que también sirven de soporte para sus accesorios. Andrei Ivakhnenko realiza malabares con bastones curvados en los extremos y utiliza los picos de su atuendo, sombrero incluido, para colgarlos, tomarlos...
El malabarismo en equilibrio, así como el principio de composición, se han convertido más en elementos puntuales dentro del espectáculo que en un pretexto para la escritura de un acto en sí mismo. Se trata de un cambio significativo del punto de vista del sentido de la proeza, considerada durante mucho tiempo autosuficiente.
El colectivo AOC ha incorporado, repetidas veces, secuencias de malabarismo en equilibrio, en particular en 2005 en el espectáculo Question de directions, con un momento intenso de manipulación de mazas, combinado con movimientos en el trampolín y el trapecio, pero también en 2009 en Autochtone, espectáculo coreografiado por Karin Vyncke, que incluye un gran passing de mazas entre un trapecio y malabaristas en el suelo. En Bascule, creado por la Compañía Anomalie en 2005, un passing de mazas de malabares entre dos trapecistas ilustra esta mutación del efecto.
La teatralización de la actuación adquiere un significado particular en las creaciones de la malabarista noruega Frida Odden Brinkman, formada en Suecia y en L’Académie Fratellini. Integra de manera acertada fragmentos de malabarismo en una trama elaborada a partir de un espacio y de los elementos que lo ocupan. Utilizando un alambre como estructura central de la zona de actuación, crea un interesante segundo nivel de percepción para el espectador y también lo usa para una secuencia de rebote o malabarismo aéreo. Otro noruego adepto de la cuerda floja, Christer Pettersen, manipula con destreza un acuario con su ocupante mientras gestiona la fluidez de sus equilibrios.
De hecho, lo que caracteriza desde ahora esta disciplina singular es probablemente la fragilidad asumida de una fusión muy intuitiva entre lo estable y lo inestable puesta al servicio de un tema. Menos demostrativo que antes, el malabarismo en equilibrio se ha convertido en un pretexto para la creación de momentos de virtuosismo puro, inscriptos en el contrapunto de una fábula.
Este es el desafío del espectáculo Le plus petit Cirk du bord du bout du monde de la Compañía OPOPOP, que cabe integralmente en una pista de tres metros de diámetro, superficie plana de un cono rudimentario colocado en equilibrio precario sobre una piedra. El objeto escénico oscila, parece bailar a veces, bajo el impulso del viento o del desequilibrio causado por un cuerpo demasiado pesado en uno de sus bordes... Los momentos de malabarismo se siguen, desde los más clásicos hasta los más inciertos, con una manipulación dorsal de aros en un hálito que hace temblar una pluma en equilibrio en la punta de un pie. Pelotas, sombrillas y siluetas flotantes son los artificios y los elementos que componen la trama de un malabarismo capaz de cuestionar el equilibrio y el desequilibrio elaborados como lenguaje poético y técnico.