por Pascal Jacob
Los gritos de los niños y de algunos adultos, resuenan a lo largo de los pasillos de la Casa Embrujada, una atracción inaugurada en 1969 en el parque creado en Anaheim por Walt Disney quince años antes. Desde entonces, esta atracción, libremente inspirada de una película de animación realizada en 1929 por el brillante ilustrador, fue duplicada en cada uno de los parques temáticos sucesivamente inaugurados en los Estados Unidos, Europa y Asia. Concebida como un recorrido de una decena de minutos, la visita de esta Casa comienza por el stretching-room, una sala octogonal que se alarga y que no es en realidad más que un ascensor para zambullir físicamente y metafóricamente al público en una atmósfera mágica e incierta. Varios métodos y técnicas heredados de los ilusionistas del siglo XIX pueblan las distintas etapas de la atracción, en particular, la utilización de Pepper’s Ghost y numerosos efectos basados en variaciones de intensidad de la luz. Formas evanescentes, espectros y fantasmas que asustan tanto como divierten, pero este “reciclaje” sugiere sobre todo una integración de la ilusión en una perspectiva espectacular amplificada: 2.500 personas por hora pueden asustarse y divertirse en el corazón de esta Casa Embrujada…
De las grandes ilusiones a la gran ilusión
Las grandes ilusiones, pero tal vez sería más justo nombrar en adelante la gran ilusión como una forma genérica y específica, conocieron cambios notables a lo largo del siglo XX. Una de las características decisivas de esta evolución, sobre todo en términos de presentación, fue la rapidez de ejecución. La dimensión hierática que marcó el tiempo y el ritmo de las grandes ilusiones durante más de un siglo favoreció seguramente la aparición de una forma más dinámica de presentación. Es el caso por ejemplo de magos como Siegfried and Roy, David Copperfield o Peter Marvey que favorecen una forma de urgencia en la modalidad de sus trucos. Esta energía concuerda perfectamente con un registro muy estructurado del número, una forma escrita en función de una sucesión de efectos rápidamente ejecutados como tantas otras secuencias independientes y ensambladas en función de una sutil gradación. El desarrollo de nuevas tecnologías contribuyó a la creación de nuevos trucos, motivados por el diario transcurrir de los espectadores. La desaparición de un vagón de ferrocarril realizada bajo los ojos de un público estupefacto participa de esta integración en un proceso de gran ilusión de un elemento directamente proveniente del mundo moderno. Pero lo más importante en este caso, es el contexto de presentación del truco, lejos de un teatro o de un sitio considerado como elaborado para este tipo de trabajo. David Copperfield explora nuevos territorios y realiza su espectáculo en un registro a medida y a la vez fuera de serie. La ilusión Flying, cuyos derechos adquirió del diseñador de efectos mágicos John Gaughan y que siguió desarrollando a continuación para convertirla en una atracción excepcional, es un buen ejemplo de esta magia muy actual, espectacular, pero que la fluidez de ejecución vuelve muy moderna a la vez, en su aplicación y en su aprehensión por parte del público.
Héroes… o taumaturgos
Otros ilusionistas van a dedicarse a descompartimentar la práctica de la gran ilusión, pero la magia ya ha ocupado ampliamente el campo del espectáculo total, integrando sutilmente efectos espectaculares en una trama narrativa preestablecida, ya se trate de una creación ex nihilo o de un guión clásico. Kà, puesto en escena por Robert Lepage para el Cirque du Soleil, rinde un espectacular homenaje a Méliès revitalizando algunos trucos inspirados de la fantasía del mago cineasta. Pero mientras el público se sorprendía en los años 1920 con el belga Servais Le Roy que hacía volar y desaparecer un piano y su pianista, los espectadores del siglo XXI aplauden el despegue y la rotación de un escenario de 400 toneladas, formidable proeza técnica al servicio de una narración nutrida por múltiples ilusiones, donde tecnología y simplicidad se imbrican con una bonita eficacia y una cierta poesía. Esta intrincación de formas y de medios marca el cambio de la gran ilusión y condena su importancia en la elaboración y la realización de espectáculos. Con la creación de la obra Harry Potter and the Cursed Child sobre el escenario del Palace Theatre de Londres en 2016, se cruza una nueva etapa puesto que la magia se convierte en el corazón mismo de la representación y se afirma a la vez como el motor y la razón de ser de las ilusiones que constituyen la trama y el espíritu de la obra. La tridimensionalidad del espectáculo refuerza aún más la fuerza de una magia de escena acorde con la historia y torna tanto más fuerte la realidad de los personajes imaginados por J. K. Rowling.
En algunos casos, los efectos ya no son el pretexto central de la representación, sino un elemento de la escritura. Brumas de sangre y apariciones en Oktobre, espectáculo puesto en escena por Florent Bergal con la complicidad de Raphaël Navarro como “mirada exterior” sobre la integración de la magia, perturban la percepción del espectador y afirman la extrañeza de un tema a la vez teatral y mágico. Faust, adaptado y puesto en escena por Valentine Losseau y Raphaël Navarro para la Comédie Française sobre el escenario del Théâtre du Vieux Colombier, es un buen ejemplo de ello. La ilusión alimenta la obra de Goethe y obliga a los actores a afirmarse como magos: de una escena a la otra, efectos y apariciones afianzan cada vez más el texto en una dimensión casi paralela y le confieren una tensión palpable. La integración de la magia es también muy sutil en la puesta en escena de Freischütz por Clément Debailleul y Raphaël Navarro: la obra de Carl Maria von Weber resuena de manera casi sobrenatural y la magia se desarrolla en perfecta sinergia con los colores románticos de la partitura del compositor. Creada en marzo de 2019 sobre la escena del teatro de Caen, esta “ópera mágica” simboliza claramente las posibilidades infinitas de una ilusión capaz de enriquecer y maravillar prácticas teatrales inéditas. Es de hecho la primera vez que un mago pone en escena una obra del gran repertorio lírico y que la moldea en función de su mirada singular valorizando al mismo tiempo su integridad específica de ópera clásica. Todos los códigos son respetados, pero la sutileza de los efectos otorga a la obra una contemporaneidad desconcertante.
Distancias
Con Le Soir des monstres et Les Limbes, Etienne Saglio basa el sentido de sus espectáculos sobre el surgimiento de la magia, a la vez carne y alma de sus creaciones. La delicadeza de esos instantes mágicos es notable y contribuye modificar la percepción del espectador incitándolo a cuestionar sin cesar lo que experimenta y lo que percibe. Esta liviandad no excluye una escritura aguda y llena de humor. Las creaciones de la Cia 14:20, con Wade in the Water, son emblemáticas de una estructura arborescente de técnicas susceptibles de definir otra relación con la magia. Creado en 2015 en Bruselas para celebrar los 150 años de la fundación de la compañía belga Solvay, el espectáculo Odyseo ofreció a sus creadores, en particular, la Cia 14: 20, pretextos “naturales” para integrar secuencias mágicas y crear así sutiles pasarelas intuitivas entre la materia y las formas que puede engendrar.
Cualesquiera que sean los caminos que utiliza para realizarse, la gran ilusión es quizás la traducción de una obsesión, la encarnación espectacular de un desafío que puede a veces hasta revelarse mortal, aunque se trate de una desaparición simbólica. Los códigos de representación y el sentido inmediato del acto mágico evolucionaron considerablemente y la dramatización del gesto no obedece ya a los mismos imperativos. Considerado como el Teatro del horror, el Grand Guignol creado por Oscar Méténier en 1897 era un crisol de efectos destinados a asustar al público integrando las ilusiones en una trama narrativa muy simple, pero cuidadosamente medida. Aterrorizar, por medio de múltiples decapitaciones realizadas por Bénévol y sus herederos, no es ya el objetivo, aunque la tensión dramática no esté completamente ausente de los trucos realizados por los magos contemporáneos.
El espectáculo The Illusionists, presentado por un grupo evolutivo de ocho magos con técnicas y estilos muy diversos, ofrece una síntesis de las prácticas, entre catálogo y abanico, con manipulaciones de cartas, escapismo y algunos efectos espectaculares retomados con mucha eficacia. Magia de pantalla, levitación, apariciones y desapariciones, presentadas sobre grandes escenarios con efectos luminosos y sonoros, una multitud de accesorios y gran cantidad de compañeros, alteran el código del mago estrella, tradicionalmente considerado como único titular del rol principal. Este desfase es una primera forma quizás de desacralización del gesto y de la figura mágica.
Con motivo de las elecciones presidenciales de 2017, el político francés Jean-Luc Mélenchon sacó provecho de una antigua técnica de ilusión – el Pepper’s ghost – copiando también al político indio Narendra Modi1, para regalarse el don de ubicuidad y aparecer simultáneamente en varias reuniones públicas en distintas ciudades de Francia. Al multiplicarse, trascendió a su personaje y volvió a entablar una relación con un tipo de magia mucho tiempo considerada como una artimaña del poder. La ilusión se deslizó así en un nuevo intersticio de la esfera social, adquiriendo otra forma de contemporaneidad, inédita e implacable.
1. Candidato a Bharatiya Janata Party, Narendra Modi (1950-), gana las elecciones en 2014 y desde entonces, asuma las responsabilidades de Primer ministro de la India.