La banquina

por Pascal Jacob

Derivada de la palabra saltimbanqui, término que proviene del italiano antiguo saltare in banco, literalmente “saltar sobre el banco”, la banquina tiene todo que ver con el salto y la propulsión. También asociada al “salto de banquine” o “salto de banqueta”, la disciplina consiste en permitir a uno o más ágiles ser llevados y lanzados por dos o tres portores que crean el equivalente de una “silla” o de un asiento sencillo con sus manos, una “banqueta”. El volteador se mantiene de pie en equilibrio sobre las manos entrecruzadas de los portores: después de haber realizado una o más volteretas, puede regresar a su punto de partida, optar por una recepción en el suelo o sobre la “banqueta” de otro grupo de portores.
El salto de banquine era inicialmente un salto que tomaba su impulso sobre el borde de la pista, en un pequeño talud de tierra que fue transformado muy rápidamente en una estructura de madera, una suerte de encofrado circular de aproximadamente cincuenta centímetros de alto, pintado de blanco y cubierto por un terciopelo rojo. El jinete Aristodemo Frediani lo describió como el punto de partida sistemático que permitía a los volatines lanzarse desde una pista que era demasiado baja para volver a caer sobre el dorso del caballo. El salto de banqueta es considerado como un método de propulsión similar al del rigodon, un salto antiguo cuyo impulso era dado por un único portor que impulsaba al ágil por un pie para permitirle realizar un salto mortal. El rigodon se asemeja con el petauron, término proveniente del griego petaurista, que sugiere un desplazamiento flexible, deslizado y fluido, vinculado en particular, a la danza de cuerda y que hoy se identifica con una subfamilia de “ardillas voladoras”, que pueden planear largas distancias. El salto de banquina es considerado como un método de propulsión al igual que el petauron o la batoude, un impulso “mecánico” propicio al vuelo, complicado o “embrollado” por uno o más saltos que componen hoy las habilidades de un número de banquina

 

Premisas y mutaciones

La banquina era originariamente una técnica de combate, se encuentra una mención de la misma en China en la descripción de las técnicas acrobáticas oriundas de la legendaria Batalla de Zhūo Lù tal como ocurrió con el mano a mano y el wushu, pero se nutrió también de la práctica de las pirámides humanas realizadas a partir de la Edad Media y que se desarrollaron durante el Renacimiento, en particular, en Italia.
La banquine es la expresión de una forma acrobática pura, sin aparatos ni artificios, colectiva y espectacular, fundada sobre la sinergia del grupo, la precisión de los vuelos y de las recuperaciones, el virtuosismo de los volatineros y la fuerza de los portores. La potencia de estos últimos condiciona el nivel de propulsión del ágil y lo autoriza a una mayor complejidad de figuras. La desmultiplicación del número de portores determina la posibilidad de pasar de un grupo a otro, de hacer cruces con los volatines, de trabajar eventualmente en columnas y sobre todo componer cuadros donde se mezclan figuras de acrobacia dinámica y estática. Como especialidad de compañía, reunida en torno a un jefe o simplemente familiar, la banquina puede a veces aparentarse con un trabajo de tapiz o un preludio acrobático para iniciar un espectáculo.
 

 

El repertorio de saltos, considerados inicialmente como vocabulario acrobático destinado a enriquecer a otras disciplinas, evolucionó a finales del siglo XIX hasta volverse una técnica independiente y generar la creación de compañías especializadas. La simplicidad de la disciplina la tornó paradójicamente menos atractiva que otras formas más exigentes, entérminos de aparatos y sería necesario esperar el final del siglo XX para ver aparecer de manera regular colectivos de banquina tales com o Atlantis o Zebra, grupos oriundos de la Academia de las artes del circo de Kiev que contribuyeron a su renovación según el estilo actual. Se eligen tradicionalmente ágiles con una estructura ósea ligera, adolescentes, mujeres jóvenes o adultos de constitución menuda y fina, para aumentar la complejidad de las figuras. Una compañía de ocho acróbatas etíopes desarrolló con seis portores y dos jóvenes volatines un número excepcional, al estilo de la gran banquina de la tropa militar de la provincia de Guangdong, que constituyó la matriz del extraordinario número final del espectáculo Quidam, concebido como una evocación de la reconstrucción después de los desastres de la guerra donde la figura del vuelo debe leerse como una metáfora de la esperanza de tiempos mejores. La ausencia de artificios torna a la banquina más afín a la investigación contemporánea. Del trío de L’Enfant Qui… a las doce parejas de Grand C, espectáculos respectivamente creados por el Théâtre d’un Jour y el colectivo XY, la disciplina ha cruzado la última etapa para dejar de ser un conjunto de figuras asociadas y pasar a convertirse en una técnica capaz de inspirar creaciones monodisciplinarias.