por Pascal Jacob
Horizontalidad y verticalidad: todos los desafíos de la acrobacia aérea se extienden entre estas dos maneras de regular una actuación o una intención. El espacio ubicado por encima de la pista fue atribuido durante mucho tiempo, únicamente a los trapecistas, figuras emblemáticas de un dispositivo artístico afianzado en gran medida en el suelo y a menudo, limitado por la arquitectura de los sitios de representación. A partir del final del siglo XIX, con el desarrollo del trapecio volante, una técnica que consiste en cruzar una distancia entre dos puntos, integrando figuras y rotaciones, se abre otra conquista del espacio, a la vez innovadora e intuitiva.
Con la aplicación de otra espacialización del circo, y a partir de los años 1990, con la elección de la monodisciplinariedad, con el acceso a una multitud de superficies de juego, de dificultades cambiantes y con la redefinición de la verticalidad, en gran medida atribuida únicamente a la cuerda lisa, se originó hace un cuarto de siglo el desarrollo de una nueva estructura arborescente de disciplinas, inspirada en formas a veces caídas en desuso o enmarcadas en una visión convencional. Les ombres de la nuit, La Fiancée d’Igor, La Sœur d’Icare s’appelle Illusion, Orfeu, Kayassine y Ola Kala espectáculos respectivamente creados por Tout Fou to Fly y los Arts Sauts, dos compañías fundadas en 1993, desarrollaron un nuevo enfoque de las disciplinas aéreas tal como ocurrió con Epicycle de la compañía VOST o Hallali o la 5e Beethov' de los Philébulistes.
Es una historia de emancipación, independencia y libertad. Una bocanada de aire para varias generaciones de acróbatas curiosos que querían apropiarse de un vocabulario para escribir nuevas leyendas. Al crear Frequent Flyers Productions en 1988, Nancy Smith abrió la vía a una práctica diferente de las artes aéreas en Norteamérica, asociando cuerpos suspendidos y coreografía, una percepción del vacío que corresponde a las investigaciones de Clémence Coconier elaboradas y traducidas con Mue, y también responden a las creaciones de la compañía Moglice-Von Verx, cofundada por Chloé Moglia y Mélissa Von Vépy, Un Certain endroit du ventre donde el trapecio es a la vez objeto de deseo, discordia y reconciliación y en I look up, I look down se muestra la obsesión por la verticalidad de una pared abrupta. La compañía, que se ha convertido en Happés théâtre vertical, cuestiona las oscilaciones, la suspensión y el desequilibrio con Miroir, Miroir, Croc o VieLLeicht interpretado por Mélissa Von Vépy.
Asumir el riesgo
El espacio vacío sobre la pista: bajo la cúpula de una carpa o en la caja escénica de un escenario, limitado por una tela o el cielo, se entrega a la creación de propuestas aéreas liberadas de otras referencias que no sean la simple adaptación a un marco restrictivo.
Para algunos, el enfoque es radical: la compañía Retouramont explora con la danza vertical otra percepción del espacio urbano, una investigación polimorfa que se alimenta con las asperezas de la arquitectura, sus texturas y sus fallas. Con Les ondes gravitationnelles o Clairière urbaine Fabrice Guillot inventó otra relación con el vacío y con la ciudad, desprendiéndose de la inmovilidad de la pared a través de la luz y del desplazamiento de sus bailarines acróbatas. De la idea de la ciudad entera como terreno de juego y experiencia, a la intimidad de un patio soleado, sólo hay un ligero paso que Chloé Moglia eligió dar con Le Vertige, una obra literaria y aérea donde el cuerpo en desequilibrio ilustra el miedo al vacío destacado por palabras sin concesión. El Vacío.
Una dimensión que Fragan Gehlker asume con humor y virtuosismo cuestionando el mito de Sísifo. De un bosque de cuerdas con enganches inestables, extrae materia para extraordinarias ascensiones, caídas vertiginosas y un cuestionamiento saludable del riesgo asumido con y en torno a un aparato que sirvió durante un largo tiempo solamente para llamar la atención del público durante el desmontaje de la jaula central.
Se trata efectivamente de romper el marco y los estereotipos adjudicados a la historia de estos objetos suspendidos, de desarrollar otra filosofía del vacío, de la caída, del vuelo jugando con un aparato que oculta su nombre.
Entre insolencia, extrañeza, oscuridad, jugar con el reto inmenso de saltar al vacío, la nada, el olvido, dándole coherencia y complejidad.
La verticalidad y la caída caracterizan espectáculos como el de De la Guarda que conmocionó al público de la Roundhouse de Londres en 1999 antes de instalarse en Broadway por varios años. Los cuerpos que perforaban un cielo raso tendido sobre los espectadores y la vertiginosa danza vertical aportaba una dimensión exultante y transgresora cuando Bianco, puesto en escena por Firenza Guidi para NoFit State mezclaba lo aéreo a lo interactivo, la inmersión del público al virtuosismo áspero de los acróbatas, el pendular volante unía el cielo con la tierra en una síntesis paradójica pero muy eficaz. Estas creaciones asumieron una mezcla de orgullo y dolor, también de nostalgia, ya que los orígenes nunca se encontraban demasiado lejos y la trama de una creación aérea cuestiona tanto a Ícaro como a Les Cigognes, al espíritu aventurero de Léotard y al virtuosismo técnico de muchos otros, desde Codonas hasta Vasquez.