Atracciones sensacionales

por Magali Sizorn

Suscitando la curiosidad, causando miedo, o gritos, dejándonos sin aliento, las atracciones sensacionales combinan entretenimiento y demostraciones sacrificiales.

Fulgores y emociones fuertes

Suspendida en un trapecio, Zazel acababa su vuelo por encima de la sala, después de haber sido proyectada por un cañón, transformada en nube de humo. Estamos en 1880 en Barnum, y el acto, inventado en 1875 por “Pr Farini” (cuyo verdadero nombre era William Hunt) conoció un gran éxito. Este número de mujer-bala nos recuerda que el espectáculo de circo conquistó su legitimidad gracias a sus innovaciones espectaculares (Hodak, 2006). Inclusive, en la época de Astley, los vuelos o las travesías de acróbatas colgados a poleas atraían a un público ávido de nuevas distracciones.

 

 

Las atracciones, que quebraban el ritmo de los espectáculos por su fulgor (un clavado, un “looping”, un vuelo en cañón), le daban cierto picante a los programas y confirmaban las inspiraciones múltiples del circo. Al proponer eventos inéditos y el constante “siempre-más”, el circo nos recordaba los valores del deporte, en ese entonces emergente. La proximidad con el universo feriante era también particularmente perceptible en las atracciones, cuya característica principal era la sobrepuja. Los Hércules, forzudos de las plazas públicas, se convirtieron en “hombres-bala”, cargando el arma sobre sus espaldas y permaneciendo inmóviles cuando se disparaba el tiro. Los Torpedos, flechas humanas propulsadas por ballestas gigantes que perforaban un toldo de papel, o también los hombres y mujeres-bala eran proyectados por encima de las gradas a finales del siglo XIX.  

 

 

Estos actos, que los anglosajones calificaron precisamente de thrill acts, desafiaban la razón en juegos tan azarosos como arriesgados. Así los hombres y mujeres bala atravesaban aros de fuego, aterrizando en los brazos de un portor en trapecio, inclusive cruzándose algunas veces. A pesar del cuidado puesto en la preparación de los actos, el ajuste de las máquinas permanecía incierto y los accidentes no eran raros. Parálisis, muertes: las víctimas eran numerosas, y los actores de los números estrella no eran a veces más que acróbatas que llevaban el mismo nombre.
Da prueba de ello, esta anécdota contada por Rolph Zavatta (1963, citado por Catherine Zavatta, 2001,30): “Este ejercicio “consumía” a muchos, debido a los accidentes menores cuya ejecutante a menudo era la víctima. Conocí a cinco y habiendo agotado a todas las Miss Curtis disponibles, fue incluso necesario una noche, substituir a la última Miss no disponible por el contador chofer del circo, Albert Neufcoeur, apodado “Bébert”.  

 

Ponerse a prueba de la máquina

Mientras que a fines del siglo XIX aparecían las atracciones mecanizadas de las ferias, el circo se tornó también un terreno de explotación de innovaciones técnicas y de demostración de la relación del hombre con la máquina. El “looping the loop” fue inventado por un norteamericano (James Smithson, alias Diavolo) y fue presentado en Francia en el 1900 en el Circo Rancy. Subido a una bicicleta (que sería substituida más tarde por motos o coches), se lanzaba dentro de un trampolín suspendido a gran altura para dibujar un círculo dentro del cual, gracias a la fuerza centrífuga, Diavolo realizaba una “vuelta perfecta”. Después de los ejercicios de trapecio bajo un globo aerostático (a partir de 1850), los acróbatas se suspendían de aviones ficticios, bajo las cúpulas de los circos, a partir de los años treinta, o también de verdaderos helicópteros, como Andrée Jan sobrevolando con su trapecio las playas de verano a principios de los años 1950 (Jan,1953).

 

 

Generalmente, la máquina genera el movimiento, lo acelera, propulsa, catapulta. Se trata entonces de adaptarse – permanecer rígido durante el vuelo, caminar sobre o dentro de la rueda – para no caer.
Estos ejercicios causaron sensación por la producción de escalofríos que generaban, y los actos de ayer siguen haciendo vibrar a los espectadores de hoy. Dan prueba de ello, las represas del acto de la “flecha humana”, o también el número de las ruedas de la muerte que se encuentra tanto en el circo Arlette Gruss (con el dúo Varegas en 2012), en el Cirque du Soleil ( en 2003 y Kooza en 2007), como en los espectáculos contemporáneos tales como Super Sunday de la compañía finlandesa Race Horse o de calle como La trilogie du temps de Les Studios de cirque de Marseille. 
La fascinación por el progreso técnico no es sin duda la misma hoy en día. En los programas del circo tradicional, las represas marcan sin embargo una vuelta al sensacionalismo, mientras que otros géneros cuestionan la espectacularización a través de una carrera por la hazaña y la incertidumbre en la confrontación del hombre con la máquina.

 

 

Entrevista