Orígenes

por Philippe Goudard

El gran Richard Tarlton, uno de los primeros payasos isabelinos, era famoso por sus improvisaciones a partir de palabras que el publico sugería y David Shiner invitaba a sus conocidos a actuar en los números que les proponía. El arte del payaso tiene sus fuentes en la diversión y el placer compartidos por los artistas y su público, afianzados en la actuación y la risa.

La actuación

El juego es una invariante humana caracterizada por la capacidad de abstraerse por un instante de la realidad, para ingresar a un espacio de libertad. No existe una cultura donde esté ausente. Varias de sus dimensiones interesan a los payasos. Esencial a la infancia, la actividad lúdica evoca ingenuidad e inocencia que a menudo son destacadas en las composiciones del payaso. A veces, amablemente destinadas a los propios niños-espectadores, estas acciones parecen espontáneas y gratuitas. Pero al ser un hecho de adultos que actúan como niños, están teñidas de extrañeza. El vestuario de algunos artistas lo destaca. Charlie Rivel, vistiendo una larga camisa roja, donde solo brazos y calzado sobresalían, pronunciando apenas algunas palabras y desplazándose con una torpeza lenta y fingida, era un bebé de ochenta años y Slava Polunine con un gran pijama amarillo y pantuflas, un lactante metafísico.

El hecho de que la actuación sea un adyuvante pedagógico o terapéutico explica la eficacia del arte de los payasos en las acciones en hospitales, educativas o también en los juegos para empresas. Su capacidad para incentivar lo aleatorio por puro placer les permite despertar la curiosidad, estimular la creatividad y desactivar la ansiedad.

Reglas del juego

Pero jugar también es un arte. Como nos lo recuerda el origen isabelino de los payasos, ellos o ellas son, ante todo, actores cuyas maneras son consustanciales a cada artista y participan en el trazado de su figura, su andar, su personaje e in fine su estilo. Este arte presenta los caracteres particulares de la actividad lúdica: libre, cortada de la realidad, aleatoria, improductiva y organizada. Ya que el poder de distracción y descanso del juego, que generalmente es utilizado por el payaso, no debe encubrir que la actividad lúdica implica generalmente reglas. El payaso es un jugador y como tal, sigue una estrategia. Le permite estructurar y poner a prueba sus hallazgos, acceder a su memoria, a su inteligencia y su imaginario. Toda información que le llega, la transforma en una nueva propuesta de juego cuyas normas va a seguir o infringir, para alegría o sorpresa – pero a veces estupor – de sus socios espectadores. Una de las particularidades de los payasos, que teje un vínculo privilegiado con el circo, se debe en efecto, a que el público disfruta compartiendo con ellos la incertidumbre y el riesgo, percibiendo en la calidad de la actuación del artista, su saber adquirido por el trabajo, a seguir y sortear las reglas del juego. Tal como los otros actores o actrices cómicos, los payasos desencadenan el caos en ellos y en torno a ellos para nuestro placer, disolviendo así en la risa nuestra angustia del desorden, del fracaso y la muerte.

La risa

La risa, entre las emociones humanas, es como el juego, un fenómeno universal. Fisiológicamente, es la ocasión de mímicas del rostro, nos hace emitir sonidos vocales acompasados de intensidad variable y adoptar posturas y una gestualidad que incluye a veces el cuerpo en su conjunto. Es un reflejo, cuyo estímulo es a veces físico (cosquillas) pero sobre todo psíquico e intelectual. La risa nace de una parte de nuestro cerebro primitivo que no ha evolucionado desde la prehistoria, en zonas cerebrales que implican el aprendizaje, la memoria, las emociones, el comportamiento y la personalidad. Si bien está genéticamente programada, se controla y determina por los aprendizajes culturales y sociales. Se la asocia hoy en día al placer, otro fenómeno físico y psíquico. Se ríe en situaciones desagradables para compensarlas con el placer. Este alivio se produce por sustancias químicas cerebrales que nos aportan calma y euforia. Esta es la razón por la cual la risa tiene un efecto benéfico sobre la memoria, el dolor, el aprendizaje, y disminuye la ansiedad. Esta es la razón por la cual el arte del payaso educa y cura a través de la risa, como lo hace a través del juego.

Teorías de la risa

Para Charles Darwin, la risa parece ser la expresión primitiva de la alegría propiamente dicha o de la felicidad. Si bien la risa es causada por la alegría, lo es también por lo cómico, lo risible y el humor. De Platón y Aristóteles a Descartes, Kant, Spencer, Bergson y Freud y hasta los neurofisiólogos del siglo XXI, numerosos pensadores y científicos se esforzaron en responder a la pregunta “¿por qué reímos?”. De sus respuestas a esta pregunta, los médicos y psicoanalistas franceses Henri Rubinstein en 1983 y Eric Samdja en 1993 propusieron un resumen eficaz en cuatro distintas teorías de la risa, donde encontramos numerosos mecanismos y componentes del arte del payaso.

Una conecta la risa con un sentimiento de superioridad frente a lo que la causa: insuficiencias físicas, intelectuales, morales y sociales. La otra se basa en el contraste y la incongruencia: la risa nace de la percepción imprevista de un cambio brutal entre lo que es esperado y lo que se presenta. Otra teoría, aún asocia la risa a una descarga emocional que surge para liberar un excedente de tensión psíquica creado por una situación que genera un gran esfuerzo o ansiedad por ejemplo. La energía acumulada es descargada para mantener el equilibrio psíquico del que ríe. Por último, una de las teorías considera a la risa como un medio de regulación de la vida social y cultural, transformando los automatismos e inadaptaciones, la “mecánica impuesta sobre lo vivo” descripta por Henri Bergson en su ensayo, en objetos risibles. Cada una de estas teorías se completa, lo que ilustra perfectamente la mayoría de los efectos de humor utilizados por los actores cómicos que combinan los distintos elementos: nos reímos del payaso que nos sorprende por su decisión absurda (teoría del contraste y de la incongruencia), al mismo tiempo que de su andar desgraciado (sentimiento de superioridad), de su máscara casi espantosa (teoría de la descarga) y para tranquilizarnos al no ser como él (regulación social y cultural). 

 

¿Moral o no?

Los autores de las distintas teorías de la risa están divididos sobre un plano moral, entre los que la consideran como un beneficio y los que la reprueban. Según las épocas, la norma social, la ideología o la religión, reír era considerado como una virtud o un pecado. Cabe destacar que para Sigmund Freud, el humor y la risa permiten liberar emociones reprimidas como la agresividad y la sexualidad. En efecto, la risa está vinculada al concepto de transgresión y cruzar los límites de los códigos establecidos por un grupo social es a menudo fuente de comicidad y de risa, ya sea que estén autorizados por las normas vigentes (espectáculo, carnaval, reunión colectiva) o autorregulados por el reidor o la reidora en cuestión (reír para sus adentros). Numerosos artistas la utilizan y especialmente las mujeres, por el simple hecho de que se afirman como cómicas y payasas, después de siglos de roles sociales atribuidos, por el reino masculino y sus prohibiciones.

 

Solitario o colectivo

La risa se manifiesta a través de varias modalidades, intrapsíquicas o ruidosas y colectivas. Si bien el humor es considerado generalmente como un fenómeno que surge en el espíritu y en la intimidad del individuo, numerosos investigadores consideran a la risa como una modalidad de comunicación no verbal. Los antropólogos observaron en los pueblos originarios, sesiones organizadas de risa colectiva con un objetivo religioso, terapéutico o de cohesión social. Es comunicativa. Compartir la risa permite su valorización, establece con los otros reidores una complicidad que desculpabiliza, y pone distancia de la situación cómica. Los sociólogos observan que la risa necesita un eco: “la risa es contagiosa. […] Pone fin a la soledad del hombre.” (Rubinstein, 1983).

Experiencias variadas

La aparición de la risa es la ocasión de experiencias variadas. Se puede reír de una forma divertida, del maquillaje consternado de un augusto por ejemplo, y también de una situación absurda como Grock desplazando su piano para acercarlo de su taburete demasiado alejado. Aquí se percibe inmediatamente una forma extraña. Allí nuestro espíritu analiza una situación y anticipa una solución lógica. Así surgen matices en las cualidades del origen de la risa. Lo risible define un elemento susceptible de hacer reír, cuya comicidad o burlesco son fuentes de diversión. Se tiñe a menudo peyorativamente de ridículo.

El humor es una forma del espíritu que destaca con distancia los aspectos insólitos de la realidad. Es humor negro si se manifiesta con respecto a una situación grave o macabra. Lo que suscita la risa por ser raro, original o extraño resulta gracioso. Lo absurdo es manifiestamente opuesto a la razón, al sentido común, es casi imposible. La comicidad se originó en el teatro antiguo donde los ciudadanos llevaban máscaras. Estaba vinculada al concepto de atenuación de la estratificación social, de puesta en escena de personajes de condición media o baja en un marco cotidiano, contrariamente a la tragedia. El cómico hace reír por el detalle de una situación, o incluso de un objeto, de una persona, de su comportamiento físico o moral. En el origen del arte del payaso, el juego y la risa, se lo puede comprobar, están vinculados íntimamente a las actuaciones de los artistas y al placer que tomamos en aplaudirlos.