El payaso musical

por Marika Maymard

El payaso es un glotón. Absorbe con avidez todo lo que lo divierte y lo incorpora a su práctica para obtener efectos cómicos. Acróbata, actor o músico, intenta revertir los códigos y pervertir la representación. El clarinete, el orfeón o la guitarra son a menudo victimas de estas “transmutaciones” virtuosas. Desmontada, la línea melódica se quiebra y termina en incongruencia. La acumulación de objetos desviados de su uso y asociados con instrumentos reales crea una cacofonía: el músico desaparece detrás del bufón.

 

Influencias

El payaso musical se moldea de acuerdo a las influencias que recibe. El caballista bromista de los inicios, fiel a los orígenes militares del circo, avanza siguiendo el son del tambor y la llamada de los instrumentos de bronce. El payaso latino, con la sensualidad parlanchina del payaso o la ligereza romántica del Mezzettino italiano, compone un romance con su mandolina o su guitarra. Cuando es de origen inglés, se destaca por una figura blanca de pierrot lunar o una silueta negra, filiforme, calzando poulaines puntiagudas y una peluca con cuernos de color de fuego, a medio camino entre un pierrot maléfico y un diablo gesticulando. Toma prestados sus instrumentos de los violinistas de paso o de las orquestas de pueblo. Proveniente del otro lado del Atlántico, los juglares con el rostro ennegrecido parodiaban con saña alegre y grosera a los esclavos negros que cantaban y bailaban en las plantaciones. Creadores del personaje caricatural del “Negro” con gigantescos pies descalzos, importan en particular el banjo y variaciones de la tabla de lavar para acompañar sus deambulaciones grotescas. Los Chantrell’, los Bellonini, los Huline, oponen las white faces a los blackfaces con diminutos sombreritos y trajes a cuadros para multiplicar sus entradas en el escenario o en la pista. Billy Hayden, el payaso inglés eclipsado por George Foottit, que se inspiró sin embargo de él en el Nuevo Circo, utiliza, primero los recursos de los juglares, en el rol de falso negro, en las enaguas de un travesti o como un payaso con la cara enharinada. Foottit retomará su banjo.

 

Sonidos

Al principio de su epopeya, el payaso no hablaba. Para contar historias, utilizaba su cuerpo o accesorios singulares, tales como un globo de papel, una pequeña concertina o un pequeño violín sacado del fondo de un bolsillo. En el libreto de la mouche du coche, el augusto se burla del director o del clown puntuando sus extravagancias con sonidos inesperados, desde chillidos o ruiditos hasta un estruendo anunciador de cataclismos entre bastidores. Entran en juego instrumentos musicales extraños, tales como un guante con silbatos, una flauta, un sonajero, un flexatón, una sierra musical o cascabeles colgados en forma de gorgueras o pulseras de manos y pies. Los hermanos Webb, Jojo y Rute, tocaban una gama de instrumentos, desde los más clásicos hasta los más inusuales, para expresar su dualidad, la melancolía gruñona de uno de ellos a dúo con la alegría exuberante de su gemelo. En el siglo siguiente, los Sipolo llevaron a los Urales una variedad de vasos cristalinos, campanas y “bouteillophones” con los que realizaban verdaderas sinfonías. Se construye un diálogo, impresionante por su fuerza y fantasía, a través de entradas acrobáticas y musicales. Las de los hermanos Plattier, de George y Samuel Locker e incluso de Grock y Antonet que interpretan al infinito los Violons sauteurs o las Échelles animées creadas por John y William Price.

 

Disonancias

La bufonería es el producto de una combinación de efectos más o menos esperados que toman una dimensión hilarante por su capacidad de sorprender y de acumularse. Los augustos caen en una gran caja donde terminan usando una tuba o un oficleide. Liberado de toda autoridad, Grock comenzaba su espectáculo ignorando por completo al elegante músico solista que se suponía debía acompañarlo. Envuelto en su amplia hopalanda, una gorra de fieltro sobre el cráneo calvo, el encantador comediante, hacía muecas mientras acomodaba su pequeño violín bajo su barbilla.

En el siglo XX, el payaso adquiere la palabra, jugando con las réplicas, multiplicando órdenes y desordenes, de un extremo de la pista al otro. El traje flexible del elfo ágil, ligero, encarnado por François Fratellini, le cede el lugar al atuendo de lentejuelas que le otorga peso al andar del payaso. Majestuoso, un poco grandilocuente en su traje brillante toma la dirección de las operaciones con autoridad. Manu Barraceta, Rolf Zavatta, Yan Rossyan, Francesco Caroli, Alexis Grüss junior o Loretta reinan sobre los augustos, pero permanecen auténticos músicos.

 

 

La distorsión entre el carácter muy infantil del payaso, la maldad de su “contra” que le sopla las peores tonterías y la obstinación digna del payaso de querer tocar a toda costa una melodía con sus compañeros se desvanece de repente con las últimas risas. Los augustos de Darío-Bario, Rudi-Llata, Di Lello o de los Rastelli que huían de la paliza, entraban a la pista, tocaban con orgullo sus instrumentos de bronce, intactos, o se empujaban para ver por encima de los inmensos tambores que casi destrozaban, con el entusiasmo de su mazo. La pequeña compañía se alineaba para cantar el final, lo más cerca posible de un público sin aliento. Y era Granada, retomada, amplificada por toda la orquesta, o la marcha triunfal de Aida lo que estallaba. ¡Estos destellos dignos de Verdi restauraban la imagen épica del trío Fratellini que levantaba hacia la cúpula extraordinarias trompetas con varias boquillas o una enorme trompa que se envolvía alrededor del augusto! La orquesta alzaba la intensidad para ser oída y el público ya no sabía si debía reír o cantar a toda voz.

 

 

Los payasos contemporáneos rara vez crean nuevas familias, incluso si estas son recompuestas, y el advenimiento de los Nouveaux Nez, dentro del Centro Nacional de las Artes del Circo en Chalons-en-Champagne, ha adquirido repentinamente la apariencia de una renovación. Entrando en dúos o en solos, Roseline Guinet, Alain Reynaud, Roger Bories y Nicolas Bernard egresarán del Centro reunidos bajo la forma de un cuarteto para el cual la música es esencial. Cinq folies en cirque mineur es un título inequívoco y el mundo sonoro de los Nouveaux Nez será una revelación para decenas de miles de espectadores en todo el mundo. Con ellos, como con Orchestre, formada por Amélie y Antony Venisse y Mirko Trierenberg, la música, imprevista, cuidadosamente enmarcada, entre lenguaje y soporte, aporta matices inesperados al registro payasesco contemporáneo.