Evolución

por Thibaut Rioult

Según Jacques Delord (1928-2006), “la prestidigitación es tan vieja como el misterio mismo”. El close-up por su simplicidad y su economía de medios se presenta como la forma de ilusionismo formalizada más antiguamente. Será necesario, sin embargo, esperar el siglo XX para que este arte experimente su más profundo cambio y se convierta claramente en una disciplina codificada, con su repertorio, su teoría, sus lugares y sus maestros, bajo el nombre de close-up (magia de cerca).

Un arte de la presencia

Técnica del “primer plano”, el close-up se caracteriza principalmente por una distancia mago-espectador extremadamente reducida. El concepto de escena estalla en mil pedazos. El sistema de referencia del espectáculo, considerado etimológicamente como una disciplina de la mirada pura (spectare: mirar1), se desvanece. La experiencia mágica se desarrolla en la intimidad con el espectador. Este es invitado a participar, verificar, elegir, asentar, intervenir, es parte integrante de la ilusión. Es lo que explica el norteamericano Albert Goshman (1920-1991): “La verdadera magia, está en ustedes, debe salir, emanar de ustedes. La magia es ustedes”. Los objetos son simples, generalmente de la vida cotidiana e improvisados. Constituidos por cartas, monedas, billetes, cigarrillos, fósforos, alfileres, hilos o cintas, navajas, bolas, saleros… pueden caber en un bolsillo. Exenta de los inconvenientes del espacio, perfectamente adaptable, la magia de cerca evolucionó, apostando con el tiempo a sitios y públicos cada vez más variados.

Los maestros norteamericanos

El año 1919 marcó simbólicamente el surgimiento del close-up. En Chicago, un joven mago de veinticinco años respondió al desafío de Harry Houdini (1874-1926) que presumía poder descifrar cualquier truco de magia que le mostraran tres veces. Le presentó siete veces el mismo truco con cartas sin que el famoso ilusionista lograse averiguar su secreto. Dai Vernon (1894-1992) le propuso la jugada de la “carta ambiciosa” en donde una carta, colocada dentro de la baraja, remonta mágicamente hacia arriba. Para engañar al escapista Harry Houdini, Vernon utilizó métodos diferentes para producir la repetición del efecto de ascensión y así se convirtió en “el hombre que engañó a Houdini”. La publicación de Dai Vernon Book of Magic en 1957 lo consagró definitivamente como “el Profesor” y popularizó a The Vernon Touch, su método de (re)creación de efectos: “utilizar la cabeza” y “ser natural” para tornar completamente insospechable a la técnica. Vernon se distinguió como inventor de técnicas y trucos, y también de temas mágicos, de los cuales cada mago intentaría dar su propia versión. Fue el verdadero mentor de toda una generación de artistas como Charlie Miller, Larry Jennings, Bruce Cervon, John Carney, Ricky Jay, Jimmy Grippo, Michael Ammar o Michael Skinner…

 

Los años 1930, en Estados Unidos, estuvieron marcados por la proliferación de los “trucos de bolsillo” o de micromagia, y la aparición, en Boston, del mago italonorteamericano Tony Slydini (1901-1991), uno de los grandes maestros del close-up y de la misdirection, que designa el desvío y la dirección de la atención del espectador. Su trabajo permitió relativizar el simple truco y puso de manifiesto la importancia de la postura corporal y de los gestos destinados a producir la ilusión y el misterio. Con Slydini, el close-up adquirió los gestos que se fundan esencialmente en dos actitudes: la tensión y la relajación. El cuerpo del artista avanza hacia el espectador tomando apoyo sobre la mesa o bien descansa, replegado sobre su silla. Acción e inacción se suceden por lo tanto, en apariencia, en un lenguaje corporal particularmente eficaz. La alternancia de las dos posturas crea un ritmo que fascina al espectador y le impone un marco perceptivo. Al hacer hincapié en la tensión, el mago torna imperceptibles los movimientos secretos realizados durante las fases de relajación. Los gestos son fluidos, pero pueden ser a veces bruscos con el fin de volver a captar la atención del espectador.

Con su número Baltass, Yann Frisch (1990), gran premio FISM de close-up en 2012, supo llevar el arte del gesto y la misdirection a un nivel inigualado, encarnando al mismo tiempo a un personaje con una gran intensidad dramática. Con un equipaje compuesto apenas por una taza, bolas y una jarra, Frisch creó un personaje en crisis, angustiado, al límite de la locura. Contra su voluntad, el agua se convierte en bola. La bola se convierte en obsesión, se multiplica sin cesar y regresa. A medida que avanza el acto, la alucinación del personaje y su mundo interior se transmiten al espectador hasta la vuelta a la vida real, con tintes de ducha fría. Lejos de ser un simple entretenimiento, la magia se convierte en un lenguaje susceptible de comunicar una experiencia imposible de describir por otros medios.

La democratización francesa

En 1969, el ilusionista Jean Merlin instó al lanzamiento del close-up en Francia, y para incrementar al público de los espectáculos de magia, propuso una magia “a domicilio”, en casa de particulares o en las empresas. Se trata entonces para él de romper con la lógica de los sitios de espectáculo, específicos al ilusionismo con el fin de dar nuevas aperturas al arte mágico. En 1973, regresó de los Estados Unidos donde trabajó en el marco de salones profesionales que sacaban provecho del close-up con fines promocionales. Montó un primer equipo con Élisabeth Amato, Bernard Bilis y Philippe Socrate e importó las prácticas comerciales norteamericanas a Francia en grandes empresas. Para Merlin, el close-up surge a la vez como una respuesta a imperativos económicos y también como la posibilidad de una concepción mágica de la existencia: “Convertirse en mago en el sentido vasto de la palabra, es remover la cuchara en la taza con la convicción que podríamos hacerla desaparecer de un soplido”.

Muy influenciado por los escritos del norteamericano Slydini, Merlin iría a darlo a conocer en el ámbito de la magia francófona. Transmitiendo los principios subyacentes gracias a la asociación conceptual-musical tiempo fuerte/tiempo débil. Este concepto influenció a algunos magos franceses en la toma de conciencia de la importancia de la alternancia tensión/relajación elaborada por Slydini y más generalmente la de la estructura rítmica del arte mágico. El close-up se vio entonces dotado de una estructura teórica sólida y estableció su especificidad. Los años 1970 en Francia conocieron una democratización importante de la magia. La trilogía l’Illusionniste de Jacques Delord, sus programas « Les Ateliers du magicien », su colaboración en la revista Pif Gadget así como los programas de Gérard Majax (Maurice Faier 1943-): « Y a un truc », « Passe-Passe », « La caverne d’Abracadabra », etc., ofrecieron a la opinión pública y más concretamente a los niños, trucos reproducibles en condiciones de close-up.

Teoría y poesía


 

La escuela de magia hispánica se apoderó a su vez del close-up y le proporcionó avances fundamentales. Arturo de Ascanio (1929-1997) contribuyó duraderamente a la teorización del close-up. Propuso técnicas y conceptos aún utilizados hoy en día, en particular, las acciones en tránsito, los distintos grados de misdirection, las acciones de falsa continuidad, la pregunta obnubilante, el paréntesis de olvido o anticontraste. El español Juan Tamariz, especializado en cartomagia, prolongó este enfoque (1942-…). Reconectando con los orígenes poéticos de la cartomagia, Ascanio proponía juegos a veces complejos pero siempre teñidos de poesía. Así pues, su juego del enamorado, también titulado ¡Los días negros!, se abría sobre una cita de los versos del poeta medieval andaluz Ibn Zaydun. Instalar una atmósfera, también es lo que lograba realizar con brío el mago argentino René Lavand (1928-2015). Privado accidentalmente del uso de su antebrazo, tuvo que repensar completamente el repertorio tradicional para adaptarlo a su única mano. Prestidigitador virtuoso, lograba hacer desaparecer todo rastro de técnica. A la manera del forza di levare de Miguel Ángel, predicó la supresión de todo elemento superfluo para alcanzar el gesto perfecto y el arte2. Con algunas cartas, un banal pocillo de café y tres bolitas hechas con miga de pan, el mago alcanzaba la simplicidad pura. Rompiendo con la destreza y la prontitud contenidas en la noción de prestidigitación, las substituyó por la lentidigitación: ¡la lentitud es la clave! Contrariamente a lo que podría pensarse, la mano no engaña al ojo, es el ritmo! El texto tuvo también para el argentino un rol capital. Era recitando los versos de “Bebiendo solo bajo la luna” del poeta chino Li Po (hacia 743) que Lavand ejecutaba su rutina de migas, rompiendo con las tradicionales exageraciones descriptivas. Se asemejaba en ello a Jacques Delord y sus trabajos sobre la “poética de la palabra y el gesto”. Así pues, Lavand cerraba cada uno de sus espectáculos con una historia. Alcanzando una experiencia mágica que ya no requería más trucos.

Los desafíos de la profesionalización

La apertura de un verdadero mercado del close-up en los años 1980 modificó el tipo de dificultades espectaculares. El close-up entró en el mundo del entretenimiento e integró nuevos lugares: restaurantes, discotecas, trenes, supermercados, salones profesionales… Los maestros de la antigua generación disponían generalmente de una mesa para presentar sus trucos y contaban con un público venido especialmente a verlos. La nueva generación se encontró rápidamente enfrentada a contextos más difíciles, como lo observó el profesional David Stone (1972-) en Close-up (2005). La relación de poder se invirtió: el público ya no es a priori solicitante. Es necesario en adelante saber tomar lugar en una mesa, conseguir imponerse frente un público, exponerse a hacer y rehacer sus trucos varias decenas de veces durante un evento, y gestionar múltiples parámetros como el grado de amontonamiento de objetos y el tamaño de las mesas, el espacio variable entre ellas, las idas y venidas de los mozos. La magia no puede ya crear su propio espacio sino que debe al contrario adaptarse a una estructura rígida preexistente.

 

La imposibilidad recurrente de colocar objetos sobre las mesas impone una magia “vertical”. Del mismo modo, que la presentación repetida de los mismos trucos a los distintos grupos de espectadores hace que se privilegien aquellos más fáciles de preparar. La remuneración con propina, induce a elecciones estratégicas en los números presentados, en particular, la del truco final utilizando billetes. La necesidad de autopromocionarse puede llevar a incluir su tarjeta de presentación en medio de un efecto. La búsqueda permanente de eficacia comercial condiciona profundamente el trabajo de terreno de los artistas profesionales. Pero la motivación de aquél que practica la magia de cerca, en el sentido literal del término close up, puede ser muy diferente.
Reconocido por unanimidad como uno de los mejores manipuladores de cartas del mundo, Belkhéir Djénane alias Bébel (1963-) también es reconocido en la actualidad por sus investigaciones y creaciones en el campo del close up3. Sin embargo, por humildad, deseoso de continuar y de profundizar su relación con un público amplio, este maestro de las cartas redujo la frecuencia – pero continúa – sus prácticas en las calles de París, tal como solía hacerlo en los primeros años de su carrera. Sentado toda la noche frente a su mesa en una salida de metro, presenta sus números con cartas o cubiletes a los transeúntes. El desafió es llamar su atención, mantenerla durante la duración del truco y finalmente conquistar su generosidad.

Las nuevas tecnologías permitieron el ingreso del close-up a espacios y a un público renovado. El programa televisivo « Le Plus grand cabaret du monde »  dio a conocer a close-up men tales como el especialista en cartomagia Bernard Bilis, Juan Tamariz o René Lavand, Boris Wild, David Stone o Yann Frisch. Las imágenes de sus manos en acción eran proyectadas sobre la pantalla.

Muy distinto es el enfoque de la street magic una forma de magia callejera filmada, a veces llamada guerrilla magic. Nacida en 1996 con el programa televisivo David Blaine « Street magic », inauguró una nueva forma de magia callejera, directa, en contacto directo con los transeúntes, con el objetivo de sorprender. A los efectos del close-up se añadieron grandes ilusiones, demostraciones de hipnosis o números de resistencia física. Blaine y los pocos que los siguen en esta vía, tales como Derren Brown, Criss Angel, Dynamo o Cero (Cyril Takayama 1973-) se convirtieron en estrellas de la pequeña pantalla. Sin embargo, al mezclar efectos realizables en condiciones reales como la moneda en la lata (Angel) o el teléfono dentro de la botella (Dynamo) con grandes ilusiones que requieren un trabajo de encuadre, o incluso de montaje, fomentan un sentimiento de sospecha generalizado sobre la “realidad” de estas experiencias mágicas. Sobre todo, por el hecho de que el camarógrafo se detiene alternativamente sobre el mago y sobre los espectadores, para captar sus reacciones. No es ya la experiencia como tal la que prevalece, sino más bien la manera en que será recibida por los espectadores seleccionados. Potente, pero finalmente virtual, con un público en directo muy limitado, el street magic marca los espíritus pero abandona al público. Se plantea entonces la cuestión de la esencia misma y del porvenir de este arte de lo real, de lo inmediato y del encuentro.
El juego de cartas, por último, uno de los fundamentos del close up, conoció una nueva variante en una forma de manipulación experta, gráfica, en pleno desarrollo, el cardistry.

1. Debord también hizo hincapié en “el principio mismo del espectáculo: la no intervención”. (Rapport sur la construction des situations, Fayard, 1957, [Informe sobre la construcción de las situaciones], Fayard, 1957).
2. El gran simulador, documental sobre Lavand de Frenkel Néstor, Vamosviendo Cine, 2013.
3. Escrito por Nathalie Papin, producido por el Cirque-Théâtre d’Elbeuf, dirigido por Roger Le Roux y el Teatro de Vidy Lausanne en 2014, el espectáculo Belkheïr ou une carte ne vous sauve pas la vie pour rien combina perfectamente dramaturgia, actuación y práctica mágica.