El cable tenso

por Pascal Jacob

El cable pertenece a las disciplinas de equilibrio. El término “cable” proviene del latín (filum*) palabra formada a partir de los conceptos de igualdad y equilibrio, una lógica de oposiciones que terminan anulándose para definir un punto de neutralidad, de inmovilidad o de equilibrio perfecto. Claramente, la técnica del alambre de hierro poco tiene que ver con esta inmovilidad, privilegiando un repertorio de saltos y cruces rápidos, un alma más de fuego fatuo que de estatua, pero el equilibrio del cuerpo es determinante para el desarrollo de las actitudes y figuras.

“Algunos domadores utilizan la violencia. Tú puedes intentar domar tu alambre. Pero, ¡ten cuidado! El cable de hierro, como la pantera, o como dicen, el pueblo, ama la sangre. Más bien amánsalo.”

Jean Genet, Le Funambule, 1983

Resulta difícil establecer una lógica de anterioridad, progresión o diferenciación entre los estilos, las técnicas y las disciplinas cuando es necesario calificar a los expertos de la danza de cuerda, del funambulismo o a los alambristas. La semántica tiende hacia raíces griegas, pero la banalización del término funámbulo, privilegiado con respecto al de schoinobates, aboga por una latinización y, por consiguiente, por un contexto de desarrollo más bien situado en el sur de Europa, aunque, en el siglo XVIII, debido a un fenómeno de moda, todos aquellos que bailaban sobre la cuerda, sea cual fuera su nacionalidad verdadera, eran… ¡turcos!
Lo que fue seguro en cambio, es la permanencia del aparato, compuesto por dos estructuras “cruzadas” de madera, que mantenían la cuerda a la altura deseada.
Un dispositivo muy simple para acróbatas admirados por un público que veía en ellos seres dotados de poderes sobrenaturales. Las estructuras cruzadas eran de alturas diferentes: la de la “espalda” era la más alta, adornada con un trozo de tela que servía de asiento o de respaldo en los momentos de descanso. La otra, la de “frente” era más baja y constituía el “manubrio” o mirilla: aquella que el volatinero no perdía de vista cuando actuaba sobre el alambre. En Europa, por mucho tiempo, la madera utilizada para realizar las estructuras era el fresno, por ser a la vez sólido y flexible.

 

 

Práctica y mutaciones

Volatinero, alambrista o equilibrista, el acróbata puede ejecutar su arte sobre uno o más cables, paralelos o perpendiculares, sobre una cuerda, flexible o tensa, sobre un alambre, duro o blando, hacer caso omiso de la horizontalidad o de lo oblicuo, mezclar las técnicas, componer con las distancias y las alturas, los planos y las direcciones… El Escocés Duncan Mac Donald enriqueció su práctica a través de la acumulación de objetos que estorbaban su acto: caminaba sobre la cuerda montado sobre zancos, tocando una suerte de trompeta, llevando una rueda de carreta sobre el pie, manteniendo en equilibrio una espada sobre un puñal sujetado entre sus dientes y sosteniendo en la otra mano, un andamio cargado de objetos y utensilios entre los cuales había una silla…
Al estar prohibida la presencia de bailarines de cuerda en los puertos del río o sobre un gran número de plazas, estos se organizaron poco a poco y se constituyeron en compañías. El alambre era un escenario por sí solo, un pretexto para sainetes y farsas más o menos ligeras.
Fue haciendo reír a la Duquesa de Barry con una “bufonada” sobre cuerda que Jean-Baptiste Nicolet obtuvo el privilegio de su título de Gran Bailarín del Rey…
A fines del siglo XVIII, la danza de cuerda, convertida en danza sobre cable de latón antes de transformarse en “alambrismo”, fue un elemento importante en la selección de placeres vinculados a los espectáculos con caballete. Teatral, ofrecía a los que la practicaban numerosas posibilidades para desarrollar una sucesión de sainetes con posturas, trajes y accesorios. El virtuosismo puro debía corresponder con el vestuario del acto, como lo practicaba Madame Saqui desempeñando todos los personajes del Moine du Mont Saint-Bernard, una pantomima elegíaca que narraba las aventuras de un viajero perdido bajo las avalanchas y salvado por unos religiosos y sus perros…
Su rival, Hébé Caristi, vistiendo una coraza de escamas, representaba ella también a todos los personajes de sus historias, del marqués de Lassan al Mariscal Lannes, mujeres perdidas y burgueses atemorizados, capitanes y simples soldados, y también, cuando la situación lo exigía, al espanto, la furia o la carga de caballería, interpretando espíritus y figuras, sin palabras, pero con una convicción feroz… El 24 de junio de 1809, en Tivoli, Madame Saqui inauguró la danza de cuerda sin balancín y cruzó el río Sena algunas semanas más tarde equilibrándose con la ayuda de dos banderines…

 

 

Evoluciones técnicas

Si bien la danza de cuerda nació en la calle, a partir de un dispositivo muy simple en el cual era fácil distinguir una declinación de la cuerda des-tensada – fuente de inspiración para la cuerda volante, antepasado del trapecio –, fue necesario también aceptar el principio de yuxtaposición de los aparatos, alimentados, influenciados los unos por los otros, pero sobre todo desarrollados por la inteligencia humana, siempre ávida de novedad.
Las prácticas saltimbanquis no escaparon a la regla y la evolución de estas disciplinas se asoció a menudo a un fenómeno de adaptación o de recuperación entre creación y transformación: fue la posibilidad de utilizar un cable de latón trabajado, alambre de aleación a base de latón, lo que condicionó la evolución de la técnica al siglo XIX. El cable se tensó aún más, ganó obviamente en distensión y favoreció una transformación dinámica de la disciplina.
Inevitablemente, los bailarines de cuerda adaptaron su gestualidad y sus figuras a este nuevo medio. El alambre impulsó una revolución estética porque modificó la percepción del trabajo y su energía.
Desde una sucesión de pasos complicados por cadenas o cestas en los pies, equilibrios sobre tablillas colocadas en el centro del cable, saltos de cintillas o banderas, el cable de hierro abrió la posibilidad de dar saltos, simples o complejos, hasta llegar al Grial de la disciplina, el inevitable y rarísimo salto mortal hacia adelante, dominado por primera vez por el Australiano Con Colleano en 1919.

 

 

Hasta allí teatral y mezclada con saltos, considerada como una disciplina feriante, el alambre pasó a ser a partir del siglo XIX un arte puramente circense y sus disciplinas se autonomizaron: cable tenso, cuerda floja, cuerda elástica y funambulismo se impusieron como los ingredientes de un espectáculo clásico, pero estaban rara vez yuxtapuestos en una misma representación. Una u otra técnica bastaba para llenar la casilla “cuerda” en la composición de un programa.
El cable tenso fue seguramente la especialidad más común, tan sólo porque permitía atizar la imagen de la bailarina y aportar un carácter femenino suplementario, a la vez fuerte y singular, en la elaboración del espectáculo. En el siglo XX, el equilibrista reemplazó a la amazona.
Asemejándosele tanto por su apariencia como por su ligereza, aportó un toque de modernidad debido a la dimensión técnica del aparato. El acero era referencia en efecto, del imaginario industrial y este cable puro y filoso tenía “un algo” perfectamente contemporáneo.
Había por otra parte una analogía asombrosa entre las dos disciplinas, tanto los mejores jinetes y amazonas, de Antonio Franconi a Oceana Renz, fueron excelentes bailarines de cuerda también… 

 

 

La disciplina suscitó vocaciones y creó estrellas: en 1919, Bird Millman actuó en la pista central del circo norteamericano Ringling Bros. and Barnum & Bailey, y como privilegio inestimable, las pistas laterales permanecieron vacías durante su prestación que realizó cantando… Su rapidez y su fluidez, combinadas con la alegría comunicativa de estar sobre el alambre, lograron el éxito de su acto. Los hombres no se quedaron atrás y el misterioso Barbette, trapecista y equilibrista travestido, adquirió un inmenso éxito a través del mundo. Dibujado por Charles Gesmar, fotografiado por Man Ray y descripto por Jean Cocteau, encarnó la fascinación eterna que el público tiene por esta técnica aérea y espectacular.

 

Variaciones

En los años 1970, Philippe Petit tendió su cable entre dos árboles sobre el bulevar Saint-Germain en París entre el Café de Flore y les Deux Magots: allí experimentó la danza de cuerda con humor y simplicidad antes de lanzarse a la conquista de las torres de Notre-Dame y de obtener sus laureles de funámbulo…
En la actualidad, el alambre es casi un símbolo de paridad: muchachas y muchachos se lanzan sobre el cable para desarrollar estilos y técnicas, ya sea que se formen con sus familias o en las escuelas. Agathe Olivier, Antoine Rigot, Johanna Gallard, Maud Gruss, Molly Saudek, Nathalie Good, Marion Collé, Andy Monti, Julien Posada, Florent Blondeau, Kilian Caso, Lucas Bergandi, entre mucho otros, se inscriben en una filiación natural con Gipsy Gruss, Mimi Paolo, José Bouglione o Manolo dos Santos, alias Manolo. 

 

 

Entrevistas