¿Atracción o disciplina artística?
por Marika Maymard
El volatinero que saltaba sobre bancos – il banco – de las ferias de los siglos XVI y XVII asistió progresivamente a la ampliación del círculo de su público. Sus actuaciones eran presentadas en recintos cada vez más vastos, más contrincantes, para espectadores ávidos de sensaciones inéditas. Aún muy compenetrados por el proverbio de Nicolet, Director de la compañía de los Grands Danseurs et Sauteurs du Roy: ¡“Siempre más fuerte!”, los acróbatas ya no se conformaban únicamente con sus corvas. Experimentaron otros métodos de propulsión, trabajaron sobre otros aparatos. Algunos intentaron añadir a la potencia y a la técnica del “gimnasiarca” del siglo XIX, la fluidez, la gracia y el virtuosismo de los artistas del siglo XX.
El mundo del atletismo proporcionó un abanico de recursos. Así el trampolín le ofreció posibilidades de ascensos espectaculares a la verticalidad, de recepciones controladas sobre un espacio limitado, rutinas de saltos complejas y rápidas y acrobacias cómicas. Su elasticidad le abrió nuevos horizontes a los gimnastas en búsqueda de nuevos soportes, prácticos, ligeros y fabricados con nuevos materiales.
Innovaciones, inspiraciones
Pronto, el uso de una barra, aquella pequeña pértiga recostada horizontalmente a mediados del siglo XX por gimnastas rusos, revisitaría y reasignaría el papel desempeñado por los saltadores y portores. Ligeramente curvada hacia el suelo en su centro, larga de 2m 50 a 3m 50, redonda, plana o cilíndrica, simple, doble o triple, más o menos flexible siguiendo el peso del volatinero, la barra pasó a tener el aspecto de un aparato de gimnasia. Su centro y sus extremidades, estaban cubiertos por bandas adhesivas para determinar marcas y los sitios de las tomas de los portores. Los portores la llevaban sobre el hombro o la sujetaban con las dos manos contra el pecho, cargándola con la fuerza de los brazos para acompañar el salto y el rebote del volteador. Izados al vuelo sobre la barra, o con pasitos ligeros sobre esta suerte de rampa inclinada, la volatinera o el volatinero, eran lanzados con fuerza, “lanzados” bajo la mirada de una sala atenta. Entre demostración de gimnasia, atracción y disciplina artística, los ejercicios en la barra rusa prolongaron y ampliaron las posibilidades de propulsión de la banquine.
Afinaron el repertorio del trampolín o de la báscula cincelando figuras cuyo objetivo era causar asombro y admiración.
“Este número supera los límites humanos”, dijo Shen Wei Min, entrenador de los acróbatas de barra rusa de La légende de l’Empereur de Jade, y agregó: “a veces los artistas temen fallar”. Para llegar al público del circo de hoy en día, la perfección técnica es importante pero no siempre basta. Algunas compañías decidieron integrar la actuación en una narración, derivativo de la puja constante, caja de resonancia de la hazaña, poetización del gesto o simplemente guiño a la modernidad.
Parámetros y referencias
por Christian Hamel
De todas las disciplinas del circo, la barra rusa es una de las más recientes y al mismo tiempo, una de las más ricas: las aptitudes acrobáticas que requiere son el salto y el sentido del equilibrio, a la manera de la viga en gimnasia, pero ofrece posibilidades de expresión artística inagotables.
Historial
Esta atracción nació en Rusia con Irina Shestua (1929-) y Boris Ysaev (1932-) mientras estaban en la búsqueda de un nuevo acto. Al ver artistas realizar rutinas en las barras asimétricas, Boris tuvo la idea de utilizar dos barras paralelas, pero debía primero encontrar el material ideal para estas barras y, sobre todo, determinar lo que podría hacerse sobre tales soportes. Adoptando el aluminio, decidió limitarse a los saltos y a los equilibrios. El estreno tuvo lugar en 1958 en el circo de Magnitogorsk, con Valentin, el hermano de Boris, como segundo portor. Irina Shestua presentaba actitudes de bailarina en sus equilibrios y en los saltos mortales a los cuales le daba mayor complejidad con cruces a través de aros. En 1960, se separó de Boris Ysaev para trabajar con los gemelos Babkin y Raphaël Asaturian (1928-). Esta disposición inicial con dos barras tuvo pocos continuadores, a excepción de los Rennos (Antonio, Eduardo y Sergio) que hicieron carrera entre 1960 y 1975 dando un toque cómico a sus ejercicios.
En la misma época, otra compañía proponía una fórmula con una única barra de aluminio a la cual se le había añadido, en cada extremidad, grandes elásticos fijados en el suelo para mejorar los impulsos y amortiguar las recepciones. La idea provenía de Yuri Stepanov. Los portores Vilen Solokhine (1938-1998) y Evgueny Zakharov (1938-1978) lanzaban a su volatinero Vyachelslav Teplov (1942-) en dobles saltos mortales laterales y dobles saltos mortales siempre ejecutados de manera perpendicular a la barra. Se pudo ver a esta compañía en París en 1960 y 1967. Otros conjuntos conservaron este estilo de acrobacia: los Butchaev, los Dotsenko y los Naidokine que actuaron en Francia en 1995.
Variaciones
A continuación los Dymek, los Metchkarovi y los Koziak llevaron a la perfección esta nueva forma de acrobacia. Lydia Koziak es aún para muchos la más bella de las volatineras de aquella época. En Francia, Alexis y Patrick Gruss crearon un acto magnífico con Marie-Pierre Bénac que realizaba no solamente el doble salto mortal en el sentido de la barra, sino también un salto mortal transversal a la barra. Los Bogino presentaron un acto de barra en el cuál los portores estaban subidos sobre monociclos y los Folco trabajaban en columna de a dos. Alemanes del Este, como los Moreno o los Saltero, multiplicaron el número de barras.
El material de estas barras toleraba amplias deformaciones pero carecía de rigidez, limitando así la distensión al principio de los saltos y en las recepciones.
En 1977, el Moldavo Ivan Gerekliev tuvo la idea de reunir varias barras para formar una tabla (palka en ruso). La recepción se vio facilitada, pero los portores debían aprender a amortiguar el aterrizaje del volteador para evitar que éste sea expulsado. Los artistas se inspiraron en las técnicas del trampolín con la realización de una chandelle (salto vertical) antes de ejecutar el salto mortal. Los portores debían cargar la barra al hombro en lugar de sujetarla con las manos reunidas delante del pecho, o como los Rumanos, a la altura de la cintura. Con esta palka, Irina, la hija de Ivan Gerekliev, consiguió el primer triple en 1978, en Rostov-sur-le-Don con su marido Alexandre Moiseev. Alexandre y sus alumnos dominaron la especialidad durante más de veinte años: con la compañía Rodion, Anna Gosudareva consiguió el triple sobre la pequeña barra y el cuádruple sobre la palka en el Festival de Montecarlo en 2005 y Zhan Iordanov realiza actualmente el triple salto mortal con los Anges en el Cirque du Soleil.
Con el Corsaire, número inspirado por el ballet epónimo de Adolphe Adam, Valentin Gneushev, uno de los primeros directores de circo ruso, rindió homenaje a los ballets rusos y a las coreografías de Marius Petipa, con dos volteadoras gemelas y con Igor Boitsov, un bailarín acróbata con una gracia y una prestancia que le valieron el apodo del “Nijinsky del circo”, cuyo triple salto mortal en plancha sigue siendo inolvidable.
Otros ejemplos de logros: Romeo y Juliette de la compañía Gvodetskaya en la que la barra era parte del decorado y sobre todo The White Crow con Carole Demers y sus portores, Johnny Gasser y Yuri Kreer, un trío creado sobre una coreografía innovadora de Alexandre Grimailo.
Algunas compañías acrobáticas chinas también aportaron su parte de innovación, en particular, trabajando las combinaciones de saltos en tándems y presentaciones dramatizadas.