La báscula

 

Del impulson a la propulsión

por Marika Maymard

 

Simple tabla colocada sobre un eje, animada por dos personas que juegan con su peso para sacudir y si es posible desequilibrar a su compañero, la báscula, en su forma rústica, se remonta a la noche de los tiempos.

 

 

Hacer caso omiso del desequilibrio

En el siglo XVIII, era un juego mundano ofrecido durante lujosas fiestas privadas, un juego popular de los cuadrados (squares en “franglés”), jardines de Vauxhall o tivoli creados durante la Revolución, donde el “subibaja” o “sube y baja” estaba presente en todas las fiestas. Figuró así, desmultiplicado, en el programme des festivités, fiestas celebradas el 2 de abril de 1812 en los Campos Elíseos para las bodas de Napoleón 1o y Marie-Louise de Austria, junto con las corridas de sortija practicadas sobre verdaderos caballos, como preludio de los ejercicios ecuestres de los Franconi.

 

 

Para despegarse del suelo y dar mayor amplitud a sus saltos, el acróbata busca una fuente de impulso. Se le llama rigodón, a aquel dado por el compañero, que con las rodillas flexionadas, lo sujeta de un pie con sus dos manos enlazadas y con una repentina distensión de todo su cuerpo, lo ayuda a lanzarse por el aire. El petauron o petaurus (citado por los Griegos, retomado por Manilius en las Satires de Juvénal, libro IV, como una pequeña tabla móvil o báscula), proporcionaba un empuje mecánico que ayudaba al atleta a realizar un vuelo planeado como un petaurista, nombre científico de la ardilla voladora. En 1599, Archangelo Tuccaro preconizó y dibujó en Trois dialogues dans l’Art de Sauter et Voltiger en l’air, a un pequeño trampellin para garantizar el éxito de saltos elaborados. Y por último, la gran tabla de la batuda (del italiano battuta), le permitió al saltador aprovechar un impulso tomado desde las bambalinas y girar, dando saltos mortales en el aire por encima de un grupo de caballos o de soldados, con la ballesta apuntando hacia arriba, como debía inmortalizarlo Auriol a mediados del siglo XIX.

 

 

Pero el acróbata de tapiz del siglo XIX, que desplegaba una energía enorme y una fuerza muscular bruta, pura, distó mucho de imaginar las revoluciones que traería la propulsión organizada a partir del trampolín y de la báscula. Todo el vocabulario de la acrobacia de suelo pacientemente elaborado, declinado, combinado, en saltos, equilibrios, elevaciones, columnas, se vio precipitadamente descalificado por el uso del trampolín y reutilizado, decuplicado en otra dimensión. Algunos aprovecharon la oportunidad para renovarse pero muchos rechazaron la innovación proveniente de la gimnasia. Atletas, ajenos al mundo de los banquistas, se apoderaron de estas nuevas especialidades, abandonando a los acróbatas a una suerte de frustración.

 

 

Retomando el tono lúdico y la picardía cautivadora de los primeros juegos de “subibaja”, dónde el “picador” o “el que golpea” es rey, los artistas contemporáneos utilizan la bascula coreana, una pequeña báscula de a dos, pero alternando los roles entre el que empuja y el ágil. Éste es propulsado cada vez más alto para trazar curvas y figuras en el aire, antes de regresar y tocar nuevamente la tabla sobre algunos centímetros cuadrados en su extremidad. Mecánico y constante, imperioso, el movimiento de la báscula invita a los compañeros a un juego de saltos y rebotes, con fines siempre espectaculares. Ya sean dos, como Alastair Davies y Jules Trupin en Saut en sol, tres, como en el pequeño colectivo de Rémi Fardel, Jérôme Hugo y Amaia Valle, o cinco, como en el colectivo explosivo de la Compañía Bam, constituida por Guillaume Amaro, Thibault Lapeyre, William Thomas, Socrates Minier Matsakis y Sylvain Briani Colin, turbulentos o reservados, permanecen sin embargo los dueños del juego.

 

 

Parámetros y referencias

par Christian Hamel

 

La báscula era un juego de niños, los acróbatas se apoderaron de él para convertirlo en uno de los números más espectaculares y más arriesgados.

 

Referencias históricas

Fue un tal Wotpert (a veces escrito Wolpert) quien presentó en dúo con Paulan, la primera forma del acto en 1903, en el Tichy's de Praga y luego en el Wintergarten de Berlín. Las grandes familias de saltadores de tapiz vieron en la técnica, en primer lugar, una forma de trucaje pero comprendieron rápidamente el partido que podían sacar de ella para multiplicar los saltos mortales y elevar aún más las columnas humanas.

En 1904, los Austríacos Glinseretti giraban el doble salto mortal con una báscula. El mismo año, la familia Picchiani conseguía realizar la propulsión de un ágil, por primera vez, con una recepción a cuarta altura sobre los hombros del portor. Venidos de Alemania, los Metzetti y su acróbata estrella Silvestre Metz consiguieron en 1917, el cuádruple salto mortal seguido de un aterrizaje en un sillón sostenido por un compañero, acto imitado por la compañía argentina Yacopis que, por su parte, consiguió la primera recepción a quinta altura, en lo alto de una pirámide humana en 1941. Sylvester Metzetti continuó luego su carrera en Hollywood bajo el nombre de Richard de Talmadge.

 

 

 

Junto a estas compañías latinas, se desarrolló en Budapest una escuela con George Losonczi quien antes de 1914, creó la primera compañía húngara de renombre internacional, los Faludis. Entre sus alumnos, Ferenc Gondör creó la compañía Magyar y Karoly Hortobaggy la compañía de los Great Hortobaggy.
En 1929, los Breier consiguieron realizar un triple llegando a segunda altura. Los Húngaros vistieron trajes folclóricos y eligieron realizar su rutina sobre la Danse hongroise n°5 de Brahms. Experimentaron saltos en tándem, saltos con piruetas y sobre todo el doble mortal a cuarta altura, logrado simultáneamente por tres de sus compañías en el Circo Ringling Bros. and Barnum & Bailey alrededor de 1970. También desarrollaron una variante sobre una pequeña báscula con solamente dos o tres artistas, siguiendo el modelo de las hermanas Sturla en Francia. Citemos a los Morways, los Binder-Binder, los Kristoff y sobre todo a los Mazotti cuya acróbata Mariann Teszak consiguió realizar el triple salto mortal.

 

Evoluciones

En los años 1970, la evolución provendría de Bulgaria, en primer lugar con el Silagis y su llegada en quinta altura en lo alto de una columna humana, luego con los Kehailovi que consiguieron en 1977, alcanzar la séptima altura, imitados al año siguiente por los Kovatchevi. Los Balkanski hicieron maravillas en el trabajo en columna con triples saltos mortales y dobles con aterrizaje en cuarta altura. Nikolay Balkanski realizó el doble salto mortal con un zanco pero para este tipo de proezas, los mejores provinieron de Rusia, con los Dovjenko (doble y triple sobre un zanco) y los Pouzanov (triple con triple pirueta).
Los Berosini y los Biros combinaron saltos en la báscula y juegos icarios. Albert Micheletty consiguió regularmente una recepción en cuarta altura sobre una columna montada sobre un monociclo, los Picard saltaban desde una báscula hacia el lomo de sus caballos y Adèle Nelson desde una báscula sobre la espalda de un elefante. Hoy en día, René Casselly Junior realiza el cuádruple, con una recepción sobre la espalda de un elefante. Los Coreanos llaman Neoldduigi aun juego de báscula tradicional creado por mujeres bajo la dinastía Joseon o dinastía Yi, (1392-1910), y siempre practicado en los jardines de las ciudades. Frente a frente, dos compañeros saltan y se propulsan sucesivamente a cada extremidad de la plancha.
Las compañías de Pionyang llevaron este trabajo a la perfección y en los años 30, los Picchiani ya habían adoptado este sistema para darle más ritmo a sus presentaciones. Formado en el Centro Nacional de las Artes del Circo, Rémi Fardel realiza el triple y el doble-doble en esta configuración.

 

 

Conservar el nivel de actuación imaginando guiones de presentación es un desafío que muchos directores artísticos desean realizar: Andreyi Kovgar presentó en 2002, en el Festival mondial du cirque de demain, un número inspirado en el universo de Chagall y Alexandre Grimailo, y después de haber imaginado “Nuevos Rusos” que saltan en frac, nos ha proporcionado una verdadera obra maestra con un número intitulado Amadeus, realizado por la compañía de Dmitry Sokolov, antiguo miembro del colectivo Kovgar, con quien hizo giras durante diez años antes de crear su propia compañía.

 

Entrevista