por Pascal Jacob
Desde Fragonard y su columpio, hamacarse ha sido a menudo asociado a los placeres de la infancia y del jardín, pero el movimiento impulsado por una simple tabla sujetada por dos cuerdas tiene también algo que ver con la fuerza hipnótica de la oscilación.
En 2009, la Academia Fratellini presentó un espectáculo de Laurent Gachet, Dédale, le cirque des origines, en el cual una de las secuencias ponía en escena un enorme doble ariete integrado a una torre de madera y destinado a propulsar a los acróbatas sobre lonas de plástico transparente, tendidas sobre los espectadores. Los acróbatas efectuaban una curva balística generada por el efecto de palanca del aparato y modelaban salidas y figuras a partir de la potencia de cada uno de los arrojos. Es una interpretación escénica de un arma antigua cuyo impacto resultó extraordinario. La fuente de inspiración de este aparato fuera de serie, fue el ariete medieval destinado a demoler puertas y murallas, que se inscribía en la categoría de las máquinas de guerra, pero su dinámica regular y poderosa inspiró el nacimiento de un aparato nuevo, el columpio ruso.
Grabados del siglo XIX muestran un pórtico instalado cerca de una cabaña al cual estaban fijadas vigas o tablones de madera que le permitían a dos personas sentarse en cada una de las extremidades e impulsar así un movimiento pendular. Adaptado a una práctica acrobática, el pórtico sostiene hoy en día una amplia plataforma de madera o de metal con un revestimiento antideslizante para permitirles a dos o tres personas empujarla, dejando un sitio para un acróbata. Las distancias y los puntos de impacto de las salidas están condicionados por el número y la energía de aquellos que empujan: la concepción de los columpios pueden también influir sobre la dirección, vertical u horizontal, de estas mismas salidas. La recepción de los volteos se hace tradicionalmente sobre una colchoneta sujetada y guiada por dos o cuatro portores, atentos en acompañar el vuelo y la caída de su compañero. Hay algunas alternativas a la recepción sobre colchoneta: los acróbatas pueden hacer un clavado en un estanque, hacer una recepción en una red inclinada o sobre la plataforma de otro columpio colocado en frente al aparato de propulsión.
Ejes y oscilaciones
La compañía Kabanov creó en los años 1990 un acto de plataforma aérea oscilante combinando la oscilación amplia de la estructura con portés de banquine. Los volteadores, propulsados a partir del suelo, aterrizaban sobre la plataforma en movimiento aprovechando su oscilación para saltar y caer sobre las “banquetas” armadas por sus portores. En 1996, el Estonio Ado Kosk inventó el Kiiking, una disciplina que consiste en efectuar una rotación de 360 grados con la ayuda de un columpio equipado con varillas de acero de un largo inusitado, adaptadas a la fuerza de aquellos que lo practican… En 2012, la Organización de los Circos de Rusia produjo Millenium, un acto de cuádruple columpio con aparatos suspendidos en la cúpula, incentivo para vuelos espectaculares de una plataforma a otra, protegidos por la presencia de una red. El acto diseñado por Vladimir Doveiko implementó toneladas de acero e impresionó por la potencia que emanaba de los cuatro columpios en movimiento simultáneo. Las recepciones se hacían evidentemente de una plataforma a la otra, una técnica puesta en valor en el gran colectivo de columpio del espectáculo Varekai donde los aparatos, por otra parte, estaban colocados sobre pivotes para darles una mayor movilidad y posibilidades de cambio de eje.
Vuelos
En los espectáculos creados por franco Dragone, Ô en Las Vegas, The House of Dancing Water en Macao, Han Show en Wu Han y Dai Show en Xishangbanna, todos los volteadores hacían clavados en grandes estanques y asociaban el efecto del vuelo con recepciones facilitadas sin precedentes, comparadas con aquellas impuestas por las colchonetas tradicionales. En 1997, el espectáculo de la 9a promoción del Centro Nacional de las Artes del Circo de Châlons-en-Champagne, puesto en escena por Guy Alloucherie, C’est pour toi que je fais ça, utilizaba un columpio ruso como elemento escénico y acrobático central. Las salidas no constituían un acto, sino que funcionaban más bien como un poderoso subtexto del propósito de la obra. El efecto de oscilación, la gestión del movimiento pendular, la inestabilidad controlada inducida por una plataforma móvil fueron incentivos para la creación de formas monodisciplinarias donde la estética se asociaba a la investigación técnica: Du Goudron et des plumes, espectáculo de la compañía Les Mains, les Pieds et la Tête Aussi, concebido y creado por Mathurin Bolze revisitó el principio del columpio dándole al extenso escenario de varios metros cuadrados una amplitud similar a la de los aparatos tradicionales, motivo para una reflexión plástica, acrobática y coreográfica fluida y fuerte. Una amplitud y una fuente de inspiración gestual y acrobática sugeridas por el columpio que concuerdan con las posibilidades del Plateau ballant de Lucien Reynes…