Las barras fijas

por Pascal Jacob

El circo siempre se ha mostrado benevolente frente a la integración de elementos fuera de sus fundamentos y, en particular, con una serie de aparatos provenientes de los gimnasios. Las barras fijas son un buen ejemplo de esto, reutilizadas a partir del siglo XIX por numerosas compañías cuyos miembros a menudo habían tenido una carrera de gimnastas antes de vestir un traje y actuar sobre la pista. Es un aparato cuyos orígenes son rabelesianos según Georges Strehly, especialista en acrobacia y teórico del movimiento. Inicialmente, una barra única permitía a un solo gimnasta hacer demostraciones de su fuerza, flexibilidad y agilidad, en particular, realizando “torniquetes” de corvas o de pies y manos, antes de llegar al final con “el gran molino”.

En el paso de una barra a la otra, hay a la vez una idea de vuelo y progresión, y también paradójicamente, un principio de restricción debido a la estructura misma del aparato. El espacio está estrictamente delimitado por un aparejo geométrico muy simple que declina en cuadrado, pero cuyos elementos pueden yuxtaponerse para aumentar las posibilidades de evolución de los gimnastas o de los acróbatas. Inicialmente, los números de barras fijas estaban reservados a los dúos o tríos tales como Leach y Foster o el trío Berli en 1864, y también Hébert, un gimnasta que trabajó en solitario sobre la pista del Circo Napoleón dos años más tarde.

 

 

Para todos, el ritual es inmutable. El acróbata venda sus muñecas con cuidado, coloca sus guantes, los espolvorea con polvo blanco, y se lanza hacia la barra con un pequeño salto ligero. Los guantes o calleras son protecciones de cuero para evitar las heridas en las manos. Se fijan a la muñeca, se extienden sobre la palma y desembocan en agujeros por los cuales pasan los dedos. La práctica evolucionó progresivamente debido a las innovaciones de los acróbatas que compiten sin cesar para aumentar el nivel de dificultad de los ejercicios. Lauck y Fox fueron los creadores de la práctica con tres barras. Ampliaron así el registro técnico de la disciplina y ofrecieron nuevas posibilidades de saltos y pases, creando para esa ocasión un aparato “aumentado” en cantidad y en altura. Los Poppescu, los Gustinos, los Egelton, los Hegelmann, los Banolas, a principios del siglo XX, y también las Loretta Twins presentadas sobre una de las tres pistas del gigante norteamericano Barnum y Bailey en 1910, contribuyeron a popularizar una técnica muy acrobática y a darle rápidamente una identidad circense.

 

 

El exotismo tiñó a veces los actos, tal como fue el caso con los Petroff, tres hombres y una mujer, que actuaban vistiendo trajes de indios. Otras compañías como los Hanlon Volta hacia 1873, los hermanos Dare a partir de 1880 y los Ducane en el Cirque d’Hiver en octubre de 1898 o los hermanos Durwal, que volteaban cinco barras fijas sobre la pista del circo Alphonse Rancy en 1910, dieron prueba de la continuidad que tuvo esta proeza de un siglo al otro. En los años 1920, Averino actuó en Une leçon de gymnastique en Joinville de manera paródica, mientras que el dúo formado por los gimnastas Miller y Canning encarnaron los roles de Sr. Pickwick y Sr. Micawber, personajes de Charles Dickens que acabaron convirtiéndose, gracias a una secuencia acrobática, en bonitas figuras de circo. Según la evolución del tiempo y de las modas, al igual que muchos otros, Victor Fratellini o Josep Andreu Rivel, eligieron la silueta de Charlie Chaplin para un acto de trapecio, el gimnasta Oliveras personificaba a Groucho Marx para una secuencia acrobática desopilante. 

 

 

El principio del siglo XX se vio marcado por la llegada de las barras aéreas, una evolución que iría a abrir un nuevo capítulo en la disciplina y a determinar un enfoque inédito de la acrobacia. Fue el caso de Le Carillón, creado por Valentin Gneushev a principios de los años 1990 con los acróbatas de la Compañía Peresvony, un espléndido ballet aéreo construido a partir de una composición original de Valeri Gavriline. Este número revolucionó las convenciones del género e inspiró varias creaciones durante las décadas siguientes.

 

 

El impresionante esqueleto del barco que oscila sobre el gigantesco estanque del espectáculo Ô en Las Vegas y que otorga el impulso necesario a los agiles, Tournik, dispositivo de barras aéreas diseñado para Corteo o las ejecuciones dibujadas en la sinuosidad del caparazón de tortuga gigante creado para Totem, tres espectáculos del Cirque du Soleil puestos en escena respectivamente por Franco Dragone, Daniele Finzi Pasca y Robert Lepage, son prolongaciones inventivas de una técnica singular. Si los Recton's, gimnastas egresados de la excelente escuela de Berlín Este, fueron emblemáticos de la disciplina en los años 1970, en particular, en el Hipódromo de Pantin, en el Circo de la RDA de Jean Richard en 1978, veinte años más tarde los Rokashkov, puestos en escena por el creador ruso Alexander Grimaïlo sintetizan en algunos minutos la alianza ideal entre virtuosismo técnico y poesía, sobre el mismo dispositivo de barras dispuestas en cuadrado. Las barras fijas se convirtieron definitivamente en un aparato de circo.