El circo cultural

por Jean-Michel Guy

El circo cultural no puede ser entendido globalmente por medio de los tres ejes utilizados anteriormente (forma, estética, función) aunque cada uno de sus componentes podría ser analizado de esta manera.

Se retendrán más bien las semejanzas profundas que unen a este tipo de circo con los géneros y formas espectaculares clásicas y contemporáneas y en primer lugar, la de ser una “forma cultural” en el sentido antropológico, tal como lo concibe el pensamiento occidental (desde este punto de vista, el teatro acrobático chino constituye un caso límite ya que mezcla una tradición campesina ancestral, un modelo político “olímpico” de excelencia e influencias de formas occidentales hoy en día globalizadas. Así, se puede definir este “mundo del circo”, que no se reconoce necesariamente en la palabra “circo”, gracias a tres constantes:

 

1. La existencia de figuras universales, como el equilibrio sobre las manos. Algunas de entre ellas (malabares, oscilación sobre el vacío) son en Occidente, “sobrenaturales”, en el sentido figurado, pero a veces se las percibe realmente como tales en numerosos lugares del mundo. La figura burlesca (la del payaso) también parece universal ya que en todas partes, este arte de la torpeza permite a los niños vengarse simbólicamente de sus educadores.

 

2. La escasez de estas prácticas, que por todas partes las vuelve inevitablemente anormales e induce a una interrogación, ya sea sobre la norma o sobre lo absoluto.  

 

 

3. La marginalidad a nivel social, de estas disciplinas y de aquellos que las practican. Ya sea su función inicialmente militar (monjes de Shaolin), religiosa (contorsionistas mongoles), ceremonial (malabaristas de Tonga) o lúdica (encuentros de malabaristas), las practicas que se asemejan al circo (y el carnaval también forma parte de ellas) son vistas como inusuales, encuadradas, marginales y encasilladas en lugares y calendarios que conspiran para su potencial desbordamiento.