por Pascal Jacob
El circo siempre demostró una extraordinaria aptitud para integrar las invenciones y las innovaciones más notables durante todos los períodos de su historia. Concebida y desarrollada en la segunda mitad del siglo XIX, en particular en 1861, por los franceses Pierre y Ernest Michaux, la bicicleta, desde la aparición del primer velocípedo a la draisiana que fue inventada en 1817 y del gran bi a la popular “bicicleta”, integró muy rápidamente el repertorio acrobático y aprovechó las evoluciones técnicas para incitar a los artistas a desarrollar y dar mayor complejidad al vocabulario vinculado a este nuevo “aparato”. Esta novedad encontró una resonancia ocurrente sobre la pista evocando en una pequeña medida, la dinámica de los juegos ecuestres. Una dimensión puesta de manifiesto por la compañía acrobática de Shanghái que posee en su repertorio un número colectivo en el cual cuatro pares de jóvenes muchachas multiplican los saltos de una bicicleta a otra, con recepción sobre los hombros y figuras en gran medida inspiradas de la acrobacia cosaca.
Moda y mutaciones
A partir de 1880, la evolución técnica de este medio de locomoción muy prometedor, ofrecía cada vez más posibilidades en términos de destreza y rapidez: el dominio de los acróbatas abrió el camino al desarrollo de un repertorio enriquecido en forma permanente. Muy rápidamente, las primeras compañías hicieron su aparición y su desarrollo fue facilitado por el éxito del teatro de variedades y del music-hall, dos formas vinculadas al circo, pero que disponían sobre todo de escenarios con un suelo más liso y más seguro que los montajes de tablas utilizados bajo las toldos o en los circos estables en duro y ensamblados para la ocasión entre la presentación de la caballería y los payasos. La bicicleta, al autorizar la velocidad y la aceleración, provocó que algunos artistas temerarios se lanzaran desde lo alto de un trampolín, a veces desde una amplitud de varias decenas de metros, o bien que giraran incansablemente en un embudo de madera sin fondo, suspendidos sobre el vacío o bien sobre una jaula llena de fieras…
A fines del siglo XIX, la bicicleta conoció un gran auge y el circo siguió esa moda: la compañía Ancillotti adaptó el trabajo ecuestre a estos nuevos aparatos que un monarca de un alejado reino de Asia eligió para equipar a su ejército en reemplazo de su caballería… Esta compañía familiar, una de las mejores de la época, era de un virtuosismo excepcional: equilibrio frente a frente, saltos mortales de hombro a hombro, columnas de a dos o de a tres tornaron el repertorio singular y lo convirtieron en una atracción muy apreciada por un público que estaba tan fascinado por las proezas realizadas con un objeto usual, como lo hubieran estado los primeros espectadores ante los ejercicios de los jinetes un siglo atrás.
Del colectivo al solitario
Fue porque la bicicleta formaba parte del paisaje cotidiano que artistas y productores compitieron en ingeniosidad para integrar la disciplina en sus espectáculos: algunos animales adoran la velocidad y la tentación fue grande para algunos adiestradores de la escuela soviética, en particular, de entrenar osos y monos para que sean capaces de montar sobre una bicicleta y luego hacerles asociar pedaleo y aceleración. El Alemán Gerhard Quaiser adiestró por su parte a un elefante para que se sentara sobre un triciclo y efectuara una vuelta de pista, un ejercicio ya realizado a fines del siglo XIX por los domadores de la empresa Hagenbeck. Progresivamente, la práctica de la bicicleta acrobática se individualizó y numerosos actos en solo o en dúo contribuyeron a popularizar a la vez, un aparato móvil y un vocabulario técnico que no dejó de enriquecerse: cabreo, derrape, equilibrio sobre manos, piruetas, constituyeronla trama de números a menudo elaborados como sainetes dónde la maestría de los ciclistas era acompañada de un traje y de una tela pintada cuando actuaban en un teatro. Harry French, Nick Kaufmann, Dan Canary o Joe Jackson representaron esta apropiación de la bicicleta, a menudo al servicio de un trabajo construido a partir de un personaje identificado por su andar y su lenguaje corporal. La historia habría de recordar seguramente el nombre de Lilly Yokoi como el de una de las más extraordinarias equilibristas sobre ciclo, trabajando a partir de 1962 sobre una bicicleta chapada en oro y que actuaba en los circos y en los music-hall más prestigiosos del mundo.
Evoluciones técnicas
Si bien los primeros números dieron suma importancia a las máquinas recién salidas de las fábricas, que no dejaban de desarrollarse para responder a una demanda creciente, poco a poco, por efecto de nostalgias o búsquedas de desfase, los acróbatas comenzaron a integrar modelos más antiguos, los antepasados como el gran bi y la draisina, o empezaron a realizar ocurrentes técnicas, como utilizar minúsculas bicicletas de algunos centímetros de alto. Tanzanien Baraka Jima Fermouz terminaba su número montado sobre un monociclo miniatura después de jugar con construcciones disparatadas hechas a partir de varias ruedas superpuestas o con “jirafas” de varios metros de alto. El BMX, un juego de carrera imaginado en los años 1970 por adolescentes utilizando bicicletas sólidas, en particular, las Sting Ray de la marca Schwinn, sobre las pistas ásperas de California, y que se ha convertido en disciplina olímpica en 2003, hace incursiones regulares sobre las pistas.Es una variación sobre el tema de la bicicleta acrobática, tal como es regularmente practicada por las compañías chinas desde los años 1950 o por artistas solitarios como Serge Huercio, formado en el Centro Nacional de las Artes del Circo de Châlons-en-Champagne quien creó a la vez un personaje y una secuencia muy fluida de proezas realizadas con un toque de humor.
Variaciones acrobáticas
Equilibristas y funámbulos integraron a veces la bicicleta o el monociclo en sus proezas de equilibrio: los acróbatas chinos sobre cuerda floja Zhang Fang y Li Wei y el Ucraniano Andrei Ivakhienko privilegiaron el monociclo impulsado por la fuerza de los brazos mientras que los funámbulos de la compañía Quiros asociaban dos bicicletas conectadas por una pértiga colgada de los hombros de los “portores” sobre la cual se encontraba un tercer acróbata en equilibrio sobre una silla… Un ejercicio popularizado por la compañía Wallenda en los años 1930, a veces realizado a varias decenas de metros del suelo.
La idea de ciclo habría de inspirar otro nivel de creaciones. Triciclos, monociclos y monoruedas se convirtieron en pretextos para enriquecer un número o para ser la materia misma de una secuencia. Diana Alechenko y Youri Chavro imaginaron un recorrido romántico a partir de un nivel técnico notable. En un registro más teatral, pero sin ceder nada a nivel acrobático, Ronan Duée y Dorian Lechaux, formados en la Escuela Nacional de Circo de Montreal, crearon en 2015 un dúo de mano a mano sobre un monociclo de una formidable habilidad técnica puesta al servicio de un guión y de una actuación de una precisión excepcional. Más allá de la demostración de agilidad, los aparatos fueron fuente de sentido y sugirieron nuevos códigos de identificación. Cuando el Philébule entra en el círculo, produce una fuerte mise en abîme de la forma orgánica que las contiene a todas: dos ruedas gigantescas unidas por una mecánica compleja, aparecen como un espejo vertical y móvil de la pista que las acoge. Los Philébulistes, creadores de movimiento, extrapolaron la rueda alemana y la rueda Cyr, fusionaron amplitud circular y cuadrante ruso y rompieron un enésimo límite en el uso dado al área de actuación.
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