por Pascal Jacob
La desaparición, el 20 de junio de 2017, de Christel Sembach-Krone (1936-2017), última heredera de una dinastía fundada en el siglo XIX, estigmatiza de manera subyacente, el desvanecimiento de un mundo surgido en el furor de la Primera Guerra Mundial y que enfrenta hoy en día el debilitamiento de sus raíces.
Procedente del mundo de los zoológicos feriantes, Carl Krone (1870-1943) comprendió rápidamente el inevitable ocaso de esta singular forma de espectáculo y aprovechó el triunfo de la gira del gigante norteamericano Barnum and Bailey para abandonar lo que hasta allí había sido la formula de su éxito y crear su propio circo en 1905. En pocos años, la compañía se ganó sus galones para convertirse en un “coloso” europeo y si bien cedió un tiempo al espejismo de las tres pistas yuxtapuestas, Carl Krone se inspiró muy rápidamente en el gigantismo norteamericano para modelar e implementar elementos de una desmesura controlada que le permitieron, con el pasar de las temporadas, presentarse como el mayor circo del viejo continente.
Carl Krone tomó por esposa a Ida Ahlers (1889-1957) que ejercía como domadora, pero sobre todo era considerada la madre protectora de todos los pensionistas que poblaban las jaulas del inmenso zoológico ambulante. En 1934, 850 animales con pelaje, plumas y escamas constituían una colección equivalente a la de muchos jardines zoológicos. Henry Thétard esbozó un bello retrato de Ida Ahlers, lleno de ternura y admiración, en su libro Coulisses et secrets du cirque publicado en 1947. Carl e Ida tuvieron una hija, Frieda (1915-1995), también muy afín a los animales: casada con el domador Carl Sembach, presentaba con elegancia la manada de elefantes y dirigía el gigantesco establecimiento sin escatimar esfuerzos después del fallecimiento de su marido. Tuvieron dos hijos, Otto y Christel.
Formada por destacados expertos en las artes ecuestres, Christel Sembach-Krone hizo su primera aparición pública a los 10 años. Amazona de alta escuela, domina a la perfección el trabajo con riendas largas y la mayor parte del repertorio académico. A partir de 1968, sustituyó a su padre al frente de los grandes carruseles ecuestres que conformaban la reputación del establecimiento, cuyos establos albergaban decenas de caballos de razas y capas distintas, a menudo de prestigiosos linajes. Al frente de la empresa, desde la muerte de su madre, C. Sembach-Krone administró con firmeza la ciudad itinerante que rodeaba la carpa de 5000 plazas para las giras, así como la infraestructura del Krone Bau (circo estable) de Munich, donde se presentaban tres espectáculos diferentes de enero a marzo.
En retrospectiva, no sería inapropiado considerar al Circo Krone como un negocio de mujeres: Ida, Frieda, Christel mantuvieron el timón de una compañía colosal, desafiando tormentas, superando crisis, siempre muy apegadas a mantener vivo el ADN de un circo marcado por su historia feriante, pero a su vez en pro de la modernidad. Christel Sembach-Krone reinó durante mucho tiempo sobre la caballería y los elefantes, fiel a una antigua regla que requiere que estos animales sean tradicionalmente presentados por el director del circo, en este caso la directora.
La historia de Krone continúa hoy en día bajo la batuta de Jana Mandana, amazona y domadora, y de su esposo, el domador Martin Lacey. Elefantes, fieras y caballos tienen un papel activo en buena parte del espectáculo, frágiles herederos de un pasado glorioso.