Un destino sembrado… de lentejuelas

por Pascal Jacob

A principios de la década de 1920, Henri Vicaire, artesano lapidario e importador de cristales de Bohemia, fue el proveedor oficial de numerosos modistos parisinos, siempre dispuestos a adquirir bordados y lentejuelas, artificios muy en boga en aquel entonces.

La crisis de 1929 debilitó el mundo de la alta costura y su hijo Charles, que había iniciado su propio negocio con su esposa Simone, creó vestidos de noche y pequeños bolsos bordados. Es por iniciativa de esta última que se volcaron al mundo del teatro. La calidad de su trabajo era tal que Henri Varna, entonces director del Casino de París, enseñó a Simone Vicaire los secretos del diseño de trajes del Music hall. En la década de 1930, la Maison Vicaire comenzó a crear vestuario para el circo. Fue Jérôme Medrano quien le ofreció sus primeros contratos y muy rápidamente, la mayoría de los grandes circos siguieron su ejemplo. Con una treintena de empleados, el Atelier Vicaire permaneció una empresa familiar. Simone Vicaire asistida por sus dos hijos, Roger y Gérard, se ganó la confianza de las grandes familias de circo como los Bouglione, los Knie, los Krone o los Togni, pero también la de los escenarios más importantes de Europa o Norteamérica como el Bal Tabarin, las Folies-Bergère, el Lido, el Moulin Rouge, para no citar el Holiday on Ice, Ringling Bros. y Barnum & Bailey y por supuesto grandes estrellas de la pantalla o del Music hall, de Mistinguett a Joséphine Baker, Liza Minelli o Jean-Paul Belmondo.

Pero más allá de los elegantes vestidos, extravagantes atuendos escénicos o de las cortinas de terciopelo suntuosamente bordadas, el orgullo y el jardín secreto de Gérard Vicaire, fueron los trajes de payaso. Desde el primer pedido realizado para Despard en 1931, un mono con cuadros verdes y rojos con la pechera cubierta de lentejuelas, más de cuatrocientos monos holgados, abrigos y boleros de lentejuelas, engastados o bordados con inagotable creatividad han salido de sus mesas de montaje. Poseer “su” Vicaire siempre ha sido el símbolo de pertenencia a un pequeño club muy selecto, pero infinitamente deseable.

Gérard Vicaire realizó cientos de trajes, pero también innumerables diseños, inspirándose en la geometría de las formas, la naturaleza, los juegos, creando mono tras mono un repertorio visual abundante. Algunos motivos abstractos siguen las líneas del cuerpo y lo transforman en una pintura viviente, otros, perfectamente figurativos, narran bonitas historias donde los animales de la selva, la sabana y la banquisa se codean sin conflicto, donde los dados y las cartas parecen listos para rodar sobre la alfombra verde de un abrigo fabricado en terciopelo denso.

Algunos son íntegramente de lentejuelas, otros poseen elegantes bordados que simplemente enfatizan la precisión del corte y la precisión de la caída. Soñar, encargar, poseer un Vicaire ha contribuido durante mucho tiempo a marcar una época en la historia del payaso antes de simbolizar, con el brillo de millones de lentejuelas, la del circo.

Gérard Vicaire falleció el 12 de noviembre de 2018.