¡El circo cumple 250 años!

por Pascal Jacob

¡Que suenen cornetas y trompetas, tambores y cajas! ¡El 4 de abril de 2018, el circo moderno festejó su primer cuarto de milenio!

 

Fue en el año de gracia del Señor 1768 que un oficial de su Graciosa Majestad, recientemente desmovilizado, eligió convertirse en hombre de espectáculo trazando un círculo en la hierba y en la tierra, a dos pasos del Puente de Westminster. Philip Astley, vestido de rojo, con un tricornio en la cabeza, botas negras, de pie sobre Gibraltar, su intrépido corcel, ofreció a sus contemporáneos una demostración de virtuosismo, y fundó en esa ocasión… ¡el circo moderno!  “Moderno” en oposición a “Antiguo”: la analogía no es de ningún modo fortuita ya que  el joven oficial eligió el término anfiteatro para ennoblecer sus proezas a caballo, sensible al gusto de su tiempo por la Antigüedad, alentado por los numerosos descubrimientos y exhumaciones de objetos, en particular, en Italia. 

Es necesario reconocer que el padre fundador del circo moderno no lo hubo bautizado… Fue uno de sus rivales, Charles Hughes, quien grabó en 1782, en el frontón de su propio establecimiento la palabra de allí en adelante mítica de “Circus” que hizo preceder por el término “Royal”. Hughes respondió a las mismas preocupaciones que Astley adoptando a su vez una referencia explícita de la Antigüedad, pero sin saber que su elección sería la correcta y que se declinaría progresivamente en cirque, circo, cyrk, circul, cirkus, sirkus, zirkus, etc.

Etimológicamente, la palabra circo proviene a la vez del griego antiguo krikos, anillo y más prosaicamente, del latín circus, una manera de asociar los conceptos de círculo, de circularidad, pero también y sobre todo una forma de circunvalación, asimilada a una rotación a partir de un eje. El circus de la antigüedad, era una extensa arena no redonda sino oval, plenamente justificada: por los carros que giraban en torno a la spina, columna vertebral y eje longitudinal de una zona de actuación con proporciones impresionantes. Este concepto de eje fue fundador para el circo moderno: ya que condicionó la organización de la zona de actuación, la pista, donde el director del picadero, firmemente plantado en el centro, regulaba el paso de los caballos con su látigo de cerca de seis metros de largo. Fue probablemente la longitud del látigo la que determinó a partir de 1779, en el corazón del Anfiteatro Astley, el diámetro definitivo y aceptado de la pista, un círculo perfecto de trece metros, dimensión considerada ideal para los volteadores a caballo. El carácter universal del circo reside allí, en ese diámetro inmutable que ofrece tanto a los jinetes como a los acróbatas el mismo terreno de actuación, ya sea que se encuentren en Londres, París, Praga, Moscú, Nueva York o Berlín…

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