El funámbulo de Notre-Dame

por Marika Maymard

Malabarista, prestidigitador, equilibrista, Philippe Petit creció alimentando el sueño loco de caminar en el cielo, muy alto, solo entre las nubes y desafiando al viento que no es su amigo. “Tengo fiebre de alambre. Tengo hambre de espectáculo, de teatro, de composición, de arrogancia, de libertad. Algún día me erguiré ante el mundo, muy alto, muy solo, libre y fuerte.” ¡Fascinado por las catedrales, vínculo majestuoso entre los hombres y la eternidad, el parisino eligió nada menos que Notre-Dame para consagrarse funámbulo!

El año de su mayoría de edad (entonces a la edad de 21 años) escribió: “La catedral se interpone nuevamente en mi camino. El poder de su fachada, cuando me detengo frente a la puerta del Juicio Final, me obliga a escalarla lentamente con la mirada. En la techumbre, el extraordinario equilibrio de la pared de piedra, que se abre para dejar pasar las nubes, reduce mi confianza. Desde el suelo me mido involuntariamente con la parte delantera del edificio; Debo retomar mi camino o decidir una visita inmediata. Paso”.

“Notre-Dame, el monumento más importante de Francia, el símbolo de París, la misteriosa catedral, hete aquí un sitio ideal para mi espectáculo de equilibrista.”
Jean-Louis Blondeau1

Cuenta que le tomaría un año antes de instalar clandestinamente, por la noche, con la ayuda de sus amigos Pablo, Jean-François y Jean-Louis (el fotógrafo), un cable entre las dos torres de Notre-Dame de París. Comienza su travesía a las 10 a.m. del 26 de junio de 1971, desde la torre sur, tiritando de frío, luchando contra el viento, preocupado por equilibrar el cable, cuyos obenques no habían sido tensados y que se balanceaba peligrosamente. Avanza finalmente, se acuesta sobre el alambre y luego se endereza a lo lejos, por encima de la ciudad: “El equilibrio es voluptuoso. Notre-Dame me pertenece. París me pertenece, el cielo inmenso me pertenece, me olvido de respirar...”

 

 

De allí en adelante se consagró como funámbulo, multiplicó las travesías. Con o sin autorización oficial, caminó sucesivamente en el Harbour Bridge de Sídney en 1973, entre las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York en 1974, entre las torres del Palais de Chaillot en 1984, luego desde el Trocadero hasta la Torre Eiffel en 1989, entre otros.

Relata su apasionante conquista de las cumbres en varios libros y en la pantalla, especialmente en un documental, Man on a wire que obtiene varios premios y trofeos.

Pero en cada etapa de su trayectoria y de sus éxitos surge el recuerdo del joven saltimbanqui de la explanada de Beaubourg. Así como había presentado un abanico de cartas desde lo alto de la Torre Sur de Notre-Dame, al borde del vacío en 1971, de la misma manera en la presentación de los premios Oscar en 2009, año de su sexagésimo aniversario, hizo malabares con la estatuilla que acababa de recibir solemnemente, poniéndola al revés, en equilibrio sobre su mentón.

Desde su "coronación" en Notre-Dame, el más parisino de los neoyorquinos reside en la torre de una de las últimas catedrales en construcción del mundo: Saint John-the-Divine.

 

Ver el reportaje completo de Jean-Louis Blondeau sobre la travesía de Philippe Petit

 

1. Philippe Petit, Trois coups, Paris, publicado por Herscher, 1983. Citas de las páginas 14 y 33.