Orígenes

por Marika Maymard

El concepto de circo fue creado hace 250 años por Philip Astley para promover exhibiciones ecuestres. Caracterizado por su inscripción en una pista redonda, el nuevo tipo de “espectáculo” se califica como moderno en oposición a un circo antiguo derivado de las tradiciones etruscas y de los Juegos Olímpicos griegos, pero desarrollado por los Romanos de Occidente en Oriente Medio. Se inspira sin embargo de esta memoria antigua para una determinada práctica del adiestramiento de los caballos.

De los juegos ecuestres antiguos a la equitación sabia

Si bien la acrobacia es una disciplina fundamental que precede a la llegada del circo, el caballo es su piedra de toque. Antes de que un jinete trazara en el siglo XVIII el círculo ideal de 13 metros para impulsar a su caballo, existió en la Antigua Roma un lugar con dimensiones gigantescas llamado “circo”, construido a partir del siglo VI antes de la era cristiana para celebrar juegos ecuestres – Ludi circenses. Contrariamente a la acepción generalmente admitida, el circo antiguo no era redondo. Rodeado por tribunas previstas para acoger a decenas de millares de espectadores, contaba con una zona de juegos muy alargada. Los jinetes o los carros con dos o cuatro caballos – las bigas y cuadrigas – giraban en torno a un eje central, el euripe, llamado más tarde spina, marcado con un obelisco simbolizando el Sol. Allí se encontraba su circularidad, en la posibilidad de este cambio de dirección de 180 grados, motivo de gran peligro para los carros lanzados a gran velocidad. El Circus Maximus de Roma, construido en el sitio donde los Reyes Etruscos organizaban carreras ecuestres antes del reino de los Romanos, medía en su mejor versión cerca de 600 m sobre 200 m y presentaba esencialmente a los virtuosos de la acrobacia, los desultores, las carreras a caballo y las carreras de carros. Salvo algunas raras excepciones, los juegos de circo no implicaban ni cacerías – ni venaciones –, ni combates de gladiadores – munera – ni entretenimientos con animales, esencialmente presentados en la arena oval de los anfiteatros.

 

« Manager » deriva de la palabra francesa « manège »

Poner en marcha una empresa de circo requiere un conjunto de aptitudes, un equipo sólido y cierta ambición. El primer circo, llamado curiosamente, anfiteatro, fue fundado por un militar que se destacó por su habilidad en el dominio de los caballos. Para lanzarse en la existencia civil, al dejar al ejército, el joven Philip Astley reunió y organizó elementos registrados en la observación de algunos volatineros a caballo junto a los cuales se encontraba. Los Johnson, Sampson, Price o Conningham se entrenaban en lugares de entretenimiento vecinos, el cabaret de los Tres Sombreros (Three Hats) o el Dobney' s Gardens' Bowling-Green en Islington1. Astley desarrolló un talento asombroso para el espectáculo que lo instó a acompañar los ejercicios ecuestres con actuaciones acrobáticas e intermedios cómicos. La fórmula fue muy bien recibida y a lo largo del siglo XIX, algunos jinetes crean una extensa red de circos, del inglés John Bill Ricketts en Filadelfia en 1793 y el austríaco Christophe de Bach en 1808 en Viena, hasta Giuseppe Chiarini que llega a Japón en1886 después de haber construido establecimientos incluso en Australia. Fundador de una dinastía de jinetes en Francia, Antonio Franconi inscribe el nombre de Circo Olímpico en la fachada de su establecimiento del Mont-Thabor en 1807. Pronto, los ejercicios de acrobacia y danza a caballo que forjaron la reputación de las amazonas y de los jinetes de pie cohabitaron con una nueva forma de equitación, presentada en el Cirque Olympique de los Champs-Élysées en 1835 por Laurent Franconi y sobre todo su iniciador, François Baucher.

Profesión o vocación

El adiestramiento del caballo abre la vía a un despliegue de técnicas y a un vocabulario muy preciso y ampliamente elaborado donde la relación entre el amo y el caballo tiene una importancia primordial. Algunos hablan de ciencia ecuestre, otros de arte ecuestre, ambas nociones evocan una gran tecnicidad, conocimientos y un alto nivel de exigencia que no deja lugar a la improvisación, pero quizás sí a la intuición. En período de conquistas, los pueblos guerreros se robaban mutuamente los secretos de los métodos de doma y las ayudas que garantizaban el éxito del adversario. Fue así como los romanos se interesaron por las técnicas galas, como el herraje de los cascos y el uso de los estribos, y los utilizan, en particular, en el funcionamiento de las facciones organizadas en torno a los equipos de cocheros de los carros durante las competiciones.
Desde la guía de Jenofonte, filósofo y jefe militar del siglo IV antes de nuestra era, De l’équitation, los autores de los Tratados de equitación esbozan los contornos de un adiestramiento que se dirige paralelamente al confort del jinete, a una optimización de las facultades del animal en función de su uso, y los cuidados a aplicar para garantizar un buen comportamiento y una resistencia máxima. En el Renacimiento, surgen las primeras academias ecuestres, la de Nápoles creada en 1532 por Federico Grisone y la de Ferrara, que inaugura Cesare Fiaschi. Estos pioneros y sus discípulos, Gianbattista Pignatelli, Salomon de La Broue, Antoine Pluvinel, definen y perfeccionan las etapas de la doma. Jerarquizan los gestos y los comportamientos que deben ser respetados para obtener con suavidad el dominio y el equilibrio del caballo.

Extraído de su grupo natural, muy codificado, el caballo necesita ver en su amo, que lo domina, a un protector. El miedo manifestado por un corcel libre en medio del estruendo de las armas, de los gritos y de los movimientos de la muchedumbre, debe ser controlado para transformarlo en un estimulante que le permitirá avanzar hacia el objetivo. Una buena educación debe basarse en los pasos y comportamientos naturales del caballo, para enseñarle progresivamente, las figuras más sofisticadas. El aprendizaje de las fintas y ataques, la progresión en las subidas y las pendientes, el salto con o sin obstáculos, los distintos pasos, la marcha en grupo para el desfile que le interesa tanto al militar como al jinete saltimbanqui.

La Escuela Española de Viena, fundada en 1565, es la escuela más antigua de equitación del mundo aún en actividad. Le debe su identidad a los caballos a los que recurre, los lipizanos, inicialmente originarios de razas ibéricas. Los métodos de aprendizaje y adiestramiento fueron heredados de los escritos del jinete francés François Robichon del Guérinière, en particular, École de Cavalerie, publicado en París en 1729-1730. El objetivo de estos tratados de educación era sobre todo el de desarrollar la musculatura del caballo para darle mayor fuerza en los combates, pero los movimientos, inutilizados durante los enfrentamientos, eran igualmente espectaculares. Fundarían la base de la Alta Escuela y se convertirían en un espléndido pretexto para las representaciones.

Jinetes reales y profesora de emperatriz

La práctica del adiestramiento se construye sobre una base constituida por códigos y un lenguaje específico que nutre una verdadera cultura denominada ecuestre o hípica según los contextos. La equitación, disciplina noble, es considerada a través de los siglos como un asunto de reyes, caballeros, jefes de guerra o de escuelas militares. No se juega con los bienes de la elite. Pero se sospecha que, el circo, en su dimensión espectacular, desvió excesivamente el arte de adiestrar y montar caballos para expandir los límites de la proeza. Aunque, reconocidos por sus aptitudes como jinetes, Laurent Franconi, primer jinete de escuela en el circo, enseñó la equitación a Eugène de Beauharnais y su hijo Victor…a los Bourbons. James Fillis (1834-1913), formado por François Caron, fiel a Baucher, fue nombrado jinete principal de la escuela de caballería del Zar Nicolás II. Théodore Rancy, que construyó cerca de doscientos circos en Bélgica, Francia y Suiza, fue el huésped del Jedive Ismail Pachá para la inauguración del Canal de Suez en 1869. Pauline Cuzent, que adiestraba en persona a sus caballos, enseñaba en las cortes de Europa. La Emperatriz Isabel de Austria le regaló a Elisa Petzold el pura sangre Lord Byron a cambio de sus lecciones. El “baucherismo” denigrado inicialmente en las filas de los oficiales inspira hoy en día a las escuelas de caballería, entre las cuales la de Cadre Noir de Saumur, fundada a fines del siglo XVI. Los maestros jinetes banquistas Alexis Grüss y su primo Lucien Grüss fueron los invitados de honor en esta misma prestigiosa escuela, mientras que Fredy Knie padre prestaba su ayuda a la Escuela de Viena para hacer piafar a los lipizanos reticentes…

El retorno de la desmesura de la antigüedad 

El deseo de realizar proezas espectaculares, sinónimos de triunfos, no tiene ya como motor el homenaje a los dioses o la oda al potentado terrestre, sino la alegría de los honores de un público cada vez más amplio. Permeable, el mundo del espectáculo se impregna y se nutre de las iniciativas y de las modas vigentes. El siglo XIX se caracteriza a la vez por campañas militares globalmente desastrosas, conquistas coloniales ventajosas y un desarrollo científico, técnico, e industrial exponencial que modifica profundamente la economía occidental. El proyecto de valorizar a gran escala los productos del progreso y de la expansión colonial precipita la programación de grandes Exposiciones Universales. Sus inauguraciones generaban una gran panoplia de visitantes, un potencial para los empresarios de espectáculo. El entusiasmo por las actividades vinculadas al caballo no dejó de acrecentarse. La cría de caballos ingleses seleccionados generó mucha envidia en los Estados Mayores militares preocupados por renovar sus caballerías inadaptadas. Los Gobiernos ven allí una oportunidad para crear una nueva economía basada en la cría de caballos y hacen construir picaderos y recintos hípicos. El circo ecuestre era a la vez un abastecedor de instructores y una caja de resonancia perfecta para todas las innovaciones en el ámbito hípico. En París, Lyon, Viena, Berlín o Londres, se construyeron hipódromos donde, barriendo veinticinco siglos de prácticas ecuestres, los directores programaban carreras de carros romanos, presentaciones en libertad, steeple-chases, cacerías de zorros, carruseles, carreras de amazonas y desfiles de pantomimas históricas. 

 

Caballerías y carruseles

En el siglo XX, hipódromos de lona, montados al estilo norteamericano con cuatro a ocho mástiles alineados, producen en una arena gigantesca atracciones múltiples. Dirigidos por jinetes a caballo o jinetes a pie, los circos norteamericanos presentan regularmente suntuosos displays ecuestres donde se desarrollan, al mismo tiempo sobre las tres pistas, caballerías en libertad impecablemente arregladas. Estas presentaciones impetuosas eran presentadas por jinetes y domadores a menudo originarios de Europa Central. Traían con ellos el dominio de un estilo singular y aportaron a las grandes caballerías norteamericanas a su cargo, un aspecto extraordinario. William Heyer, Rudy Rudynoff, Jorgan Christiansen, Charles Mroczkowski o Arthur Konyot con sus Percherones, inculcaron a sus caballos amaestrados, en el contexto a veces un poco caótico del circo norteamericano, una elegancia muy europea. Una noción que magnificó una amazona de escuela como Claude Valoise cuando fue la figura central de Après-midi au Bois, pretexto para justificar un suntuoso despliegue de jinetes y amazonas, de carruajes y de faetones para crear a la vez la quintaesencia de la equitación académica y la exuberancia de las grandes revistas ecuestres del siglo anterior. Del otro lado del Atlántico, domadores como Alfred Petoletti con el grupo mixto de ocho trakehner y ocho sorrel de Carl Hagenbeck, Franz Althoff, Helmut Rudat, Fredy Knie o Carl Sembach revisitaron la magia de los grandes carruseles otorgándoles una identidad espléndida. En 1973 se fundó la Escuela Real Andaluza del Arte Ecuestre por iniciativa de Don Alvaro Domecq Romero. Tenía por objetivo la promoción del arte ecuestre, de la cría equina y proponía regularmente espectáculos a carácter histórico.

A lo largo de la historia del circo existe una correspondencia entre las formas espectaculares. Pero en el universo particular del caballo, las exigencias de calidad que rigen sobre la actuación son tales que las iniciativas se enrarecen a pesar de un renovado interés del público por la equitación. El futuro reside en el mantenimiento de un trabajo casi académico perpetuado por el circo por las familias Grüss y Houcke en Francia, Casartelli en Italia o Knie en Suiza y por Bartabas, en la Academia Ecuestre Nacional de Versalles heredera de la escuela de equitación sabia fundada en 1680 por Luis XIV.

 

 

1. Ver The Mirror of Literature, Amusement and Instruction, editado por J. Limbird en Londres en 1839, vol. 34, pág. 108-109 (en inglés).