Los pájaros

por Marika Maymard

En todas las culturas, el ave es evocadora de encanto, de libertad y de exotismo debido a su paleta de colores y de sonidos. Codiciada, cazada, es apresada por su canto, sus aptitudes para cazar o los adornos que pueden realizarse con sus plumas. En Asia, su canto la convierte en la compañera de todos, desde el Emperador de China y su legendario ruiseñor hasta el viejo jugador de Go, figura emblemática del jardín público, que llevaba su canario en una jaula de bambú. En la inauguración de los juegos de circo romanos, algunas Pompas Circenses, desfiles dedicados a los dioses, presentaban cargadas sobre literas, bosquetes de árboles con ramas cargadas con cientos de jaulas de plata y nácar llenas de aves. Corsarios, marineros y saltimbanquis exhibían loros de mil colores, parados sobre uno de sus hombros o encadenados a una percha, símbolos de una libertad coartada.

 

Imitado o educado

El imaginario del circo remite en gran parte al vuelo y a la elevación. El acróbata sueña con ser ligero como el pájaro. El banquista asoció rápidamente al ave encantadora, ágil y cómplice a la explotación espectacular. La extrajo de su hábitat natural con la ayuda de un reclamo o silbato, mediante el cual reproducía sus trinos y silbidos, para amaestrarla y convertirla en una compañera de escena. Proveniente de Italia a los 23 años de edad, prácticamente sin equipaje, Antonio Franconi trabajó en primer lugar en una Menagerie de la ciudad de Lyon como cuidador y domador de animales. La trayectoria del jinete, futuro pionero del Circo francés, pasó por experimentos de “físico” y fue el primer ilusionista en exponer sus retortas de laboratorio en ferias y teatros, ampliando sus presentaciones por medio de rutinas con canarios entrenados. Se dirigió luego a los combates de toros presentados en un anfiteatro de madera erigido en Brotteaux, pero debido a un conflicto con los “toreros” que se sentían explotados, dejó Lyon por París, donde Philip Astley lo contrató en 1782 con su compañía de canarios. Veinticinco años más tarde, fiel a los pájaros, figurarán en el Programa del Circo Olímpico “los canarios que llevan a cabo un Consejo de guerra” junto al ciervo Coco.
Un cartel de 1803, elogiando una “Carrera de Aves Holandesas”, describe con lujo de detalle por medio de ilustraciones, la presentación del Profesor G. Dujon, desde los maravillosos trucos realizados por sus pequeños artistas, el Salto mortal o los Equilibrios sobre las alas o la cabeza, hasta los pequeños roles interpretados por medio de accesorios miniaturizados, como Le Canonnier, Le Déserteur o Le Brouetteur. Canarios, herrerillos e incluso gorriones, eran atraídos por medio del reclamo o del encantador de aves, que fue encarnado en otro tipo de escenarios por Papageno, personaje de un pajarero lleno de fantasía creado por Mozart para su Flauta Mágica.

 ver el libreto de la ópera actuado por 1a vez en Paris, en el Théâtre-Lyrique, en 1865

 

 

Usual pero espectacular

Elegante, delgada y blanca, fácil de disimular en bolsillos y mangas, la paloma es una compañera ideal para el prestidigitador. Heredero de los primeros ilusionistas callejeros, de plazas y mercados, el ilusionista manipula cubiletes, cartas, pañuelos multicolores y todos los objetos de la vida cotidiana que hace aparecer y desaparecer. Desde la parte inferior de accesorios de salón colocados en una mesita en miniatura, tales como florero, sombrero de copa o un cofre de valor, toman forma de repente un conejo o un pájaro, como una sorprendente irrupción de vida en medio de un universo sofisticado.
Resabio de las venaciones antiguas, la referencia a la caza, con ballesta, con rifle, o montería, convocó en circos e hipódromos a determinados grupos formados por animales amaestrados, tales como el ciervo de Franconi o más familiares para el citadino, como las palomas.

 

 

“Adornos aéreos”, más móviles que las flores, más visibles que las mariposas, las palomas y otras aves también pueden coronar un número de equilibrio o formar un contrapunto en los números de adiestramiento de animales exóticos. Estos pájaros se utilizan a la vez solos para crear un efecto de ilusión o en pequeñas compañías con el fin de brindar vuelos que despierten sorpresa y emoción. Son adiestrados como perros pequeños pero sus alas les permiten elevarse en lugar de saltar. Subidos a pequeños aparatos, vigas, trapecios o bastones para equilibrio, giran dentro de aros donde se alinean en grupo o revolotean a través de la carpa antes de aterrizar sobre la cabeza y los hombros de su dueño.

 

 « Monos alados »

Durante la Exposición Internacional de París de 1937, Dar-Bern presentó dos periquitos que se balanceaban en cada extremo de una tablilla montada sobre dos pequeñas perchas, mientras que sus compañeras hacían avanzar un carruaje miniatura, uno en la lanza y el otro en el asiento del cochero. Admirados por sus llamativos plumajes, guacamayos y loros despertaron deseos de posesión entre los exploradores de nuevos territorios. Según Alfred Brehm, los naturalistas del siglo XIX tenían por hábito comparar estas aves, ya sea que provinieran de las selvas de la India, de los Andes o incluso de África, con "monos alados”, debido a sus cualidades para escalar y por su mismo carácter travieso, caprichoso y voluble. Más impresionantes durante su vuelo que en el suelo, estas aves, con sus siluetas cargadas por poderosas garras y picos, tienen un andar ligeramente tambaleante, pero poseen recursos raros que las asemejan a los mamíferos más avanzados: están dotadas de los cinco sentidos y algunas incluso de la “palabra” y una memoria prodigiosa... Desde el guacamayo con su tamaño impresionante hasta el loriquito, pasando por las cacatúas, la familia de loros y sus parientes figura en los lugares de entretenimiento.

 

 

En el Panteón de los loros amaestrados, el loro gris de Gabón, llamado Jaco desde el inicio, es quien reúne todos los votos de los educadores que desean conversar con su compañero alado. Su memoria, la morfología de su laringe, relacionada con su capacidad para detectar la forma correcta para obtener golosinas o caricias no sólo facilitan el aprendizaje de palabras, nombres y pequeñas expresiones, sino que también le dictan la respuesta correcta. Si bien sus primos más poderosos, guacamayos o cacatúas, son preferidos por la belleza de su plumaje o su fuerza, no siempre consiguen organizar su “voz” para pronunciar palabras. En la tradición del Circo Ruso y su dinastía de domadores, los animales son utilizados de diversas formas, elaboradas, para desarrollar programas que se derrumbarían sin su participación. En 1967, en la cartelera del Circo de Moscú en Paris, Valentín Filatov y su esposa Liudmila presentaron en varias entradas a osos, perros, a un conejo músico y las rutinas de varios guacamayos sobre aros que se elevaban hacia la cúpula del Palais des Sports. El mismo espectáculo de Teatro de Revista contaba con un número de trapecio realizado por Elena Avanessova, acróbata aérea con un águila dorada, Ouragan u Olric, en alternancia.

 

 

La benevolencia del inglés Norman Barrett, emblemático Mesié Loyal y Señor de las cotorras de colores pastel llamadas Harry, Aaron o Jean-Claude, así como la inventiva del mago francés Alpha, Señor de las Aras, permitieron a la actividad cruzar el umbral del tercer milenio. Sin embargo, el tiempo y las miradas cambiaron. Más que el cautiverio de los pájaros, presentes en numerosos hogares, es el carácter quizás absurdo y gratuito del trabajo que se les pide realizar sobre minúsculas bicicletas o a lo largo de pórticos de trapecios complejos, de escaleras y balancines, que desalienta a un público nuevo, a interesarse por este tipo de atracciones. Es sin duda también gracias a la capacidad emergente de creadores contemporáneos que imaginan reencarnaciones de pájaros casi más auténticos que los originales, que se puede de ahora en más dejar a estos últimos en su ámbito natural. Ceñido de una corona de plumas, en equilibrio y flexibilidades sobre un soporte orgánico muy inspirador, Andreï Moraru desarrolla la trama de su metamorfosis, semiacróbata, semiflamenco negro.
Etienne Saglio es un ilusionista que utiliza técnica, vocabulario y principios de la “magia nueva”.
Liberadas, sus “palomas”, hechas con bolas de metal alado, parecen moverse libremente. Se posan allí donde él lo indica, a veces las caza en vuelo con una red. Estos pájaros tienen una vida propia que su amo les infunde y no les roba.